lunes, 23 de marzo de 2015

De Taquitos Al Balón y De Retamas Muertas


Se dice que el futbol es un deporte universal. Quiere decir que un alto porcentaje de la población mundial sabe de qué se trata: un arquero y 10 jugadores por equipo en cada partido de 90 minutos.
El futbol se practica en todas partes, en España, Italia, Argentina, Perú, Andahuaylas también en Colca, una comunidad que se encuentra baja la imponencia del mirador de Waskatay en la provincia de Andahuaylas.
El mirador de Waskatay es un mirador natural desde donde se puede observar el cañón de Apurimac, el puente Pasaje y la cadena de cumbres coronado por nevados de los departamentos de Ayacucho, Apurímac y Cusco. La carretera de acceso es trocha y angosta que va hacia el valle Inka Wasi.  El mirador se ubica aproximadamente a 3,500 msnm.
El hecho es que el pasado domingo pasado las 9:00 de la mañana, mi hermano mayor que es amante acérrimo de la práctica del futbol me dice que le acompañara a jugar hacia la zona de Pincos al que contesté que preguntaría a mi señora, ya que para el día habíamos planificado otras cosas entre ellas: hacer mercado en la feria y salir a comer capulíes al barrio de Munay pata en Salinas.
-Sería bueno que nos acompañaras.
-¿También irá Diego? – pregunté.
Diego es hijo de mi hermano. Es decir, es mi sobrino. Él tiene buen manejo de balón. Es un jugador exquisito y con amplia experiencia de futbol once en la zona de Andahuaylas.
-Solamente Miriam y yo.
Esta respuesta solo tenía un significado: Un paseo familiar, de dos hermanos y sus esposas. De hecho, cuando hablé con mi esposa plantee esa condición.
-Está bien, me dijo. Pero ¿a qué hora?
-En 15 minutos.
En un momento el tiempo de plazo era apenas un sutach de tiempo. Una nada, una invitación al apuro. Y así fue, no se equivocó mi esposa. No bien llegó a hervir el agua para la leche de mi pequeño niño el plazo se agotó. Apenas puse al bolso unos cuantos pañales, las toallitas húmedas, su panadol y unas cuantas frutas…
-¿Su casaca? ¿Su gorra?
-También ya puse una lata de leche, una botella de agua, frutas y el termo con agua
-¡Apúrate! ¡Nos deja…! – dijo mi esposa mientras yo ponía el candado a la puerta.
-Bajamos de a dos peldaños las gradas hasta llegar a la calle, corrimos, y así de prisa subimos a la camioneta. Ya cuando estábamos sentados mi esposa vuelve a preguntarme.
-¿Trajiste tu teléfono celular?
-Sí, Marcela. Pero no lo cargue la batería anoche. Debe de estar descargada.
-¿La cámara?
-En la mochila.
Y después, cuando el reloj marcaba las 9:32am partimos hacia el valle de Pincos. Sería mi segunda vez. La primera vez que fui, fue cuando era apenas un adolescente. En ese entonces el destino final era el río pasaje. Ahora, el viaje para mí hacia esa zona tenía doble propósito. Una más importante que la otra. Más importante que la otra. Sí, era muy importante para mí. Debo de decirles que soy un apasionado de las historias que no tienen memoria. De los que se pierden en el tiempo por causas políticas. Y para mí, en el valle Pincos empieza una historia literaria apasionante llamada LA CONDENA DE LA INOCENCIA. La historia de Cirilacha y un tal Sixtucha que por causas ajenas a su propia realidad se ven enfrentados. Uno se hace terrorista y el otro soldado. Uno es renegado y el otro idealista. Uno cree en el amor y el otro por causa de la violencia en odio. En fin, Pincos es la zona donde tengo que llegar sí o sí, para tener mejor panorama, mejor ubicación de esa hacienda, de esa cooperativa, de ese valle maravilloso, de esa comunidad llamada Mata Puquio que desde lo alto fue testigo del apogeo y caída de la hacienda, del primer grito de sangre de S.L. en la región, de las primeras horribles pesadillas, de los primeros huérfanos, de las primera sangres, de los primeros éxodos… en fin, de todo. Para que la historia resulte mejor creíble tengo que ir al valle.
-El resto de los muchachos ya se fueron en una combi – dijo mi hermano mientras llegábamos a la avenida Perú.
-Debes decirnos con anticipación… ¡nos hiciste correr…!
-Me avisaron poco antes de ver a Alejandro.
-Ya está hecho. Lo importante es que ya estamos en ruta. ¿Más o menos a qué hora llegaremos?
A las 11.00.
Después de San Jerónimo en menos de un puñado de tiempo llegamos a Champaqucha. Allí hay un monumento maravilloso, arquitectónicamente la mejor expresión del Anku Ayllu con su maqana amenazante y sus dos pumas. Lo único malo, es que esta en medio de un parque llamado ALAN GARCIA. Unos pasos más adelante tomamos el primer atajo de la carretera principal hacia Argama. 
-Es la tierra del alcalde de Andahuaylas –dijo mi hermano. A lo que mi esposa contestó.
-Del mismo que no respeta y lastima al prójimo.
-¡Basta, Marcela, basta!
Se darán cuenta, el actual alcalde despierta toda clase de discusiones. Cada quien en mi familia tiene su propia opinión. Aunque debo de confesar que a pesar de ser distintas, todos opinamos que si el pueblo los eligió, se respeta. Sí así es la democracia, bienvenida democracia.
-Ya habrán llegado, porque ellos salieron más o menos media hora antes… - dijo mi hermano -.
-lo que no entiendo es porque te dijeron que también puedes llegar por Kiswara…
-Seguramente dijo por la carretera, Mirian –contestó- la ruta por Kiswara es toda pista. Es carretera nacional…
-Es todo una vuelta… y es mucho más muy lejos – le dije.
Mientras tanto, pasamos todo el espacio de Argama lleno de pintas y propagandas políticas. La ruta serpenteante en cada ruedo era seguida por el olor a eucalipto, a plantas tiernas de maíz y al pasto natural. Al poco rato, arribamos a la cumbre en donde la concentración de algunas casas con tejas evidenciaban un pequeño arrabal saludando al cielo y a los valles de oriente y occidente. De un lado un valle que quedaba sin mayores novedades más que su rio desembocando en la laguna de Pacucha,  y del otro; una quebrada que empezaba a mostrarse majestuosa y calurosa. Sí, el simple hecho de observarla desde lo alto entre rizos de vientos gélidos podía sentir el calor y la calidez de su gente, de sus sembrados de maíz y de sus árboles frutales del valle más cálido de la provincia de Andahuaylas.
Cerro abajo la ruta es igual, como una culebra, vueltas y vueltas que no se puede llegar. Las primeras fotografías las tomé con entusiasmo, después ya no tuvieron sentido.
Sin embargo, en la mayoría de grupo primó el entusiasmo de encontrar con la mirada el estadio.
-Allá está… al lado de rió.
-Esa no es, esa es una chacra abandonada
Pero a mí me interesaba encontrar donde estaba la hacienda. No pude conseguirla sino poco antes de llegar a las afueras del poblado.
-Solamente desde aquí se ve la hacienda, solamente de aquí…– me dijo mi hermano mientras ponía en freno a la camioneta.
Yo aproveché para sacar una foto con acercamiento. En tanto mi hermano bajó del carro móvil para orinar bajo unos árboles tupidos. Mi esposa y mi cuñada permanecieron contemplando cerro- abajo el panorama. En tanto mi hijo continuaba dormido.
Y desde el otro lado del río, al frente o arriba, Mata Puquio parecía estar alcanzándome con sus manos, con su memoria, quizás para decirme lo callado, lo ignorado, que se yo… lo que sabía hasta ese momento era que no iba a llegar sus territorios.
-Falta poco, la cancha está pasando el puente.
Y así, continuamos avanzando por las riveras del río, mirando y sorprendiéndonos por la abundancia de árboles frutales.  En ese recorrer en la plaza del poblado llamado Quillabamba un hombre supuestamente conocido para mi hermano hace una señal para detenerse el carro.
-¿Vas para Abancay?
-No, solamente aquí… al lado, a Colpa a jugar un partidito.
Siempre imaginé que mi hermano era consiente en donde se encontraba esa comunidad. En lo que se refiere a mí, no lo pensé. Así como todos, pensé que era parte del valle más caliente de la región.
Cuando pasamos por las inmediaciones del estadio entendí que no todo estaba bien. En la cancha había personas haciendo picnic. Ninguno de ellos conocido. Muy dentro de mí pensé que los otros jugadores deben de estar en el siguiente caserío a poco más o menos de un kilometro. En tanto mi hermano continuaba con sus confusiones. Y así continuamos hasta el puente que era el ramal entre Mata puquio y Kiswara.
Felizmente para todos, un enorme cartel de color verde nos daba la ubicación. La flecha a la izquierda nos indicó el destino de Mata puquio, Colpa y el río pasaje.
Prefiero decir que mi hermano siempre estuvo equivocado para no pensar que nos mentía con la intención de solamente acompañarlo a jugar. Porque hablar de Pincos es una cosa y hablar de un pueblo más allá de mata puquio es otra. Lo concreto es que la comunidad de Colpa está al otro lado de esta cadena montañosa, y no como se creía; en el valle. Y para llegar faltaba por atravesar todo mata puquio; cerro y todo, y recién estábamos a mitad de la ruta, faltaba mucho por recorrer… eso si todavía si había intención de continuar.
Felizmente hace mucho el pueblo dejó de ser de analfabetos. Una vez que se lee algo, ya nadie puede engañarlos con facilidad. Fue cuando mi hermano pisó freno y entró en razón y nos dijo que lamentaba mucho su confusión, pero si estábamos dispuestos a continuar le alegraría, sino lo comprendería y regresaríamos a la ciudad desde ese punto.
-Ya estamos aquí… – dije -. Unos kilómetros más, unos menos da lo mismo. Ya son las once, supongo que llegaremos para la 1 pm. ¿No te parece, Marcela? Ella asintió la cabeza de modo afirmativo.
-Entonces ¿Qué dicen? –Preguntó mi hermano - ¿Seguimos o regresamos?
-Seguimos, todos respondimos
Atravesamos el puente sobre el río caudaloso. Un río que según me contaron alberga vida marina como la trucha “alguna vez tendré la chance de volver a pescar” me dije para mis adentros. No hubo más tiempo para vacilaciones inconsistentes mas qué algunos lloriqueos por los mosquitos que empezaban a deleitarse de sangres andahuaylinas. Rápidamente volteamos la primera curva, la segunda y la tercera por una angosta y cas-cajeada carretera, y así; llegamos a la última vuelta desde donde se observaba todo el panorama con todos sus matices, con su río, sus tres pueblos, sus carreteras y las serpenteantes curvas cerro arriba hacia Argama.
Cóndor, gorrón o cualquier pájaro da lo mismo cuando se trata de querer volar.  En lo alto del cerro da ganas de ser plumífero para volar de cerro a cerro, de pueblo en pueblo y no padecer penurias de recorrer angustiosamente carreteras angostas, peligrosas, muy peligrosas llena de barrancos, acantilados y todo lo feo que suele hacer explotar las venas al miedo.
Las estadísticas arrojan que los accidentes de tránsito se producen con frecuencia en carreteras poco peligrosos ¿por qué? Respuesta simple. Por confiados. Se cree que cuando una carretera ofrece menos peligro menos atención se tiene que prestar. El sentido principal que es la vista pasa a ser simplemente el sentido de la vista y  no como el que debería trabajar como corresponde con la debida atención que es el mirar y no el observar. No es lo mismo ver y mirar. “Ver” es panorámico, es general, en tanto “Mirar”, es algo específico; fijar un punto. En este caso; la carretera.
La conclusión de este análisis es mientras existan carreteras por demás peligrosas habrá menos accidentes de tránsito a causas de fallas humanas. Solamente sucederá por fallas mecánicas.
Continuando con la historia, en el momento menos predecible el carro se detuvo en medio de la nada, bajo unas amargas rocas que constantemente amenazaban con desprenderse y arrojarse encima de carro para luego aventarnos al vacío.
-Allá abajo esta la hacienda.
Claro que el único agradecido fui yo, pero quien podía hacer entender a Marcela que de nervios vive de punta. El tema es que después de ese instante comprendí que Matapuquio siempre estaba rodeado por las haciendas de Pincos, Palmira de la familia Trelles y Vishingay.
En efecto, todo ese espacio geográfico que se observa desde ese acantilado representa para la actualidad apenas una memoria exigua, y casi borrada en la memoria. Al mismo tiempo la agonía de un amarillecer eterno y su posterior sepultura a la indiferencia. Me refiero a las retamas que supieron conocer la gloria de Dios antes de tiempo en todo El valle de Pincos en la década que en una época supo que tuve los años de mi pubertad.
Y yo, continué mirando la hacienda que desde lo alto era apenas un escombro de nada bajo matorrales y sazonadas piedras. Imaginar que en décadas pasadas era la más importante del Perú. Lo dijo alguna vez el antropólogo Harol O. Skar en su libro “La gente del valle caliente”. Al mismo tiempo y paradójicamente a todo lo bueno de la hacienda, también bajo esos escombros yacen las memorias de todos nuestros ancestros que por el simple hecho de ser indios pagaron con sus lomos encorvados de tanto cargar como bestias, con sus manos gastadas de tanto arañar la tierra para que hoy tengamos NUESTRA LIBERTAD, aunque sea incipiente, ES LIBERTAD. Ejércenosla como tal y NO como libertinaje que solo vergüenza da a la memoria de los que ayer murieron por nosotros.
Fui el único que bajó del carro con tiempo suficiente para sacar una serie de tomas. No sé, probablemente exagere. Lo cierto en ese instante tuve la sensación contradictoria a todo lo calamitoso, era una sensación de paz, de perdón… y sentí una caricia sutil de un viento que siente sentido de compasión. Y comprendí que si el viento que en esa parte por lo general es agresivo ¿quién era yo para sentir rabia y pregonar el revanchismo? Si las almas que convergen en esa montaña me decía no más rencor. Fue cuando supe qué hacer al respeto, solo contar lo que estaba viendo, sintiendo y no lo que realmente estaba pensando. El pensamiento induce. En este caso, puede generar odio a todos los que nos hizo daño en la historia. Porque si acaso escribo todo lo que se alimenta en mi cabeza en relación a las haciendas, heriría a muchos apellidos que en la actualidad continúan transitando por las calles de Andahuaylas, muchos sin saber qué hicieron sus abuelos, pero con el orgullo de saber que son descendiente de hacendados.
-Rápido… no vamos a llegar a tiempo
Y después, por más que intenté ver de nuevo; no pude. La hacienda de Pincos se ocultó cobardemente detrás de los cerros. Solamente se veía los frentes verdosos y escabrosos y las montañas altas que a lo largo de la historia fueron cómplices de tamañas injusticias como el Apu landa (minas Carmela) que fingidamente supo dar amor a los indios y oro a los blancos.
Desde mi última vez a la fecha el pueblo de Matapuquio es radicalmente diferente a pesar de conservar su figura esbelta y entonada de verde esperanza que yace expectante en lo alto de la montaña y bajo los forrajes de ischus  . De hecho, sus valles, sus montañas, sus acantilados, sus pampas continúan iguales. Pero de aquellas chozas y de su gente ataviada con trajes típicos vistiendo sus pobrezas ya nada queda. Al igual que en todos, todos cambian. Algunos para bien, otro para mal. Y ese pueblo que supo ser la migaja de unos cuantos, que supo ser el dolor, la tristeza y la frustración de muchos, ahora sabe a progreso, sabe a esperanza. En la ruta se ven niños felices, jóvenes con ganas de vivir, ancianos libres… hay un jardín, hay una escuela, hay un colegio, que son suficientes por ahora para luchar contra la tristeza, contra la pobreza y contra el desaliento. El Perú está cambiando afortunadamente.
Y el tiempo se mudó de aires. De un tiempo atrás  para ahora,  de manera más acorde a los cambios vertiginosos que propone la modernidad. Desde luego, también de la mano con la corrupción y la ventajearía que por lo general dejan como resultado final una sociedad sin identidad ni personalidad en todas partes, y Matapuquio no es de la excepción.
A ruedos de poca velocidad el carro dejó también atrás al caserío que también había dejado de ser una comunidad para alcanzar la dicha institucional de Gobierno local que tiene la función de administrar los ingresos económicos y desarrollar labores en beneficio y progreso de la comunidad local. Es decir, políticamente se conoce como Municipalidad del Centro Poblado de Mata Puquio.
Para entonces el día ya juzgaba sus laureles de medio día. El tierno e inusitado calor de la mañana dejó de ser cándido para hacerse malévolo e insoportable. Todavía faltaba mucho para llegar a Colpa.
-Sí, queda al otro lado del cerro -,  nos aseguró una pastora en el idioma materno que en las inmediaciones de la carretera cuidaba a un puñado de ovejas – faltará más o menos una media a minutos.
Y… ¿Has visto pasar una combi? –volvió a preguntar mi hermano.
-Hace como una hora – contestó.
-¡gracias!

 Y continuamos rodando para adelante sin hacer el cambio para atrás. A esas alturas la consiga ya no era jugar al balón, sino; meramente de paseo. Combis que hacen servicio de transporte hay en todas partes, también a estos lares, y nadie aseguraba que los amigos de mi hermano habían tenido también la osadía de hacer semejante viaje por un simple partido de futbol comunitario.

Así son las rutas peruanas: aburridas, por lo monótono de sus vistas panorámicas. En cuanto no se gira otra abra la vista es lo mismo. Y el cerro Landa ya me pareció un eterno sinvergüenza en mis ojos, un coqueto que disfruta de ser observado siempre en cada giro, en cada curva.  Lo bueno, es que según cada pico iba cambiando cerro arriba me regalaba nuevas formas de ver la vida. A cambio de maíz,  de árboles frutales, hay habas, papa, olluco, oca, masua, y así…  En lo alto abunda más ischus (paja), predomina el olor a hierbas vírgenes, puras, silvestres. Se siente mucho más la cólera, su rabia y su odio del viento. Las piedras son rencorosas, agresivas y traicioneras. Y por sobre todo, la vanidad jactanciosa de las neblinas es común y frecuente que con insistencia te invita mirar la muerte en un descuido.
Finalmente cruzamos el puente de la ilusión sobre una montaña fecunda. Con el color agresivo de la neblina recién dejamos de ver el orgullo narcisista del cerro landa. A cambio, una inmensa soledad en medio del poder de la naturaleza. Ante ese panorama me sentí, en realidad nos sentimos débiles, una nada ante semejante energía, y bajo la espesura amarga de la neblina, nos sentimos unos pobres mortales deseando ver una nueva luz en la inmensidad.
Imaginemos, es como abrir la cortina para descubrir un nuevo amanecer. Así de alegre sintió mi alma, mi corazón, mis ojos, todo mi ser al ver otro panorama totalmente diferente. En un abrir de ventana  descubrí otra geografía, otro cuadro en donde felizmente ya no era parte el cerro Landa, en adelante los personajes naturales serían mucho mas familiares mi: Waskatay, Tacmara, Timani, Wakukuri, Rio pasaje, Huertas, Cocairo, Pacalla, etc. Sí, habíamos llegado sin pensar al lado del espacio en donde descansan vivos todas mis memorias. Me refiero al distrito de kakiabamba.  Vivimos frente a frente y no nos conocemos, no sabemos quiénes somos, cómo nos llamamos. Y Colpa como un presagiado se escondía bajo acertijos inseguros. Felizmente ya con la ruta despejada de neblina seguimos avanzando con el deseo que el pueblo que yacía cerro-abajo fuera la acertada y que en sentido contrario no viniera un carro, caso contrario no habría espacio para pasarse.
En adelante ocupamos el tiempo en dos objetivos: en ver a la combi en el pueblo y un estadio. Ni uno ni lo otro. Total, una media hora más no representaba nada en el tiempo.
-No queda otra, llegaremos como sea a ese pueblo. Y si no están… nos regresamos de inmediato. – dijo mi hermano.
-De acuerdo.
Una que otra toma para el recuerdo desde la ventana del carro. Al cabo de unos ratos llegamos a un ramal insignificante. La siguiente ruta era mucho precaria. Lo peor, casi nunca transitada. Ni para decir que hay huellas. Nada. La decisión estaba tomada.
-¡Con cuidado!, le advertimos al chofer. Mi hijo, afortunadamente estaba dormido. Ella, la mujer de mi corazón de tanto viajar estaba por dormitar. No sé, tanto me acostumbre a mi esposa que sin ella, nada tiene sentido. Y en este viaje incierto lo menos que deseaba era que duerma y se pierda de ver lo lindo del pueblo que aparentaba ser Colpa. Antes que eso ocurriera, le di un pequeño empujón con el hombro solo para desconcentrar al insolente cansancio y trarle a la lucidez.
-Falta poco… mira allá abajo-, le indique con mis dedos y ella puso atención – esa es Colpa-. Tenía que ser Colpa, caso contrario, corto las venas al destino y que se jodan los mentirosos. Lo cierto es que a ese instante no había combi, no había estadio, apenas un puñado de viviendas precarias que desde lo alto todos podían asegurar como el “tierra, tierra” del marinero a Colón.
Ya sé que es cansado chamuyar, yo también ya estoy cansándome. Mejor lleguemos a ver qué pasa. ¡Acelera, acelera! No, no…no. Mejor suelto el freno y nos vamos todos abajo. ¡Carajo! Y después dicen que el chofer tiene la culpa. Se lanza un peatón a las llantas de un carro porque ya le apesta la vida, y el chofer tiene la culpa. El chofer tiene la culpa de todo, hasta de llevar a su familia al rincón del mundo solo con el propósito de saciar sus ganas de jugar la pelota. Y bueno, gracias a eso, supe, supimos que en estas zonas también hubo retamas muertas a causa de Sendero Luminoso. Y no solamente eso, también llegó Narciso Campos me dice el viento regalando ollas para las mujeres y arco para el estadio en donde los hombres juegan a la peolota. Así ganó las elecciones municipales provinciales. Y de dónde de plata… a nadie le importa, ni a los que debería. Yo que soy idealista, sueño, pero; soñando no alcanzo la gloria, a palabras sabias se lo lleva la plata.
En definitiva, es un día maravilloso. Tengo a mi esposa y mi hijo junto a mí,  a mi hermano y mi cuñada. Peleando o no, estamos siempre juntos; pasando este día algo confuso y agotador de la mejor manera posible. Estoy seguro que lo será, independientemente de que sea o sea Colpa el pueblo al que nos dirigimos. ¿Sí o no, hijo? Y él; se estira des-granulando todos sus cansancios de tanto dormir. Mira aquí… allá, bosteza y no me responde nada. Este mi hijo… ¿eso se hace… o es?
-Se hace, papito, se hace… Sebastián es muy lindo –dice mi esposa reposándola entre sus pechos, y el nene engreído que es, lanza un grito que a la pobre madre le saca todos los sustos al aire.
¡Ay, Marcela…! ¡Tú, siempre gritando!
-¡Perdón!
-Engreído – le dice el tío, y el nene vuelve a gritar…
-Mejor no le digamos nada… y dale su leche mi amor, y que se calle el enano mañoso.
Y después, gracias a una inagotable paciencia llegamos al pueblo. Pasamos por las inmediaciones del estadio que desde cierta distancia se veía muy bonita, y pareja de pasto.
-¡Qué bestial! - dijo mi hermano al ver la cancha. Y yo que prefiero ver y no jugar le contesté con cierta desconfianza.
-¡Sí, que vacana… y qué buenos arcos tiene!
La siguiente vuelta no solamente nos dio la tranquilidad, también un momento de descanso placentero. Finalmente llegamos a una escuela que por lo general está en el centro de todas las comunidades. Bajamos del carro y el simple hecho de estirar las piernas en un piso firme y eterno es un alivio. En ese lugar habían dos combis y un camión de carga debidamente estacionadas  rodeado de varias personas de ambos sexos y de diferentes edades. Mi hermano que es mucho más conocido que una mala hierba, también en esos lares  le saludaron mencionando su nombre.
-Están adentro… comiendo – le dijeron.
En efecto, toda la comitiva deportiva estaba en el interior de una casa hecha de adobes almorzando. Cuando miré la hora, eran pues, poquito más de la 1:00pm. Todos los amigos, compañeros de futbol se alegraron al ver a mi hermano. Él, saludó uno por uno con la promesa de hacer un buen partido a los locales que se habían armado con gente de todas las edades a pesar de ser categoría máster. Es decir, mayores de 40 años.
De seguro, con Panchito, con Pellejo, con Altacha y con Aquicha de arquero era imposible perder el partido. Te taquito al balón resultaría un partido fácil.
Yo recuerdo a cada uno por uno los mencionados, de Panchito (promoción) puedo asegurar que posee una surda de prodigiosa, una paisa endemoniada que a cualquier contrincante desorienta. En tanto Pellejo (mi promosión) a pesar de sus piernas flacas y largas, resultan dos tenazas fuertes para trasladar la pelota de la forma que uno quisiera. Es pues, un genio desconocido en las grandes esferas del futbol por ser parte de un pueblo chico.
Hablar de Alytacha es sencillamente hablar de un nombre propio, es hablar de Juan Enciso, es hablar del único delantero andahuaylino que llevó al futbol espinocino dos veces a la final de futbol inter-escolar en la primera década de los  80.  Es hablar de un todo terreno dotado de un físico  y talento propio de un mago. Es hablar de un apasionado de la política y el deporte, es hablar de mi hermano. Lo cierto es que como hermano y como espectador disfruto de cada cosa que hace en la cancha con el balón, al mismo tiempo tengo cierta vergüenza ajena cuando empieza a renegar… él, no se guarda nada en la cancha, ni su talento para jugar un buen futbol, menos su lengua cuando el equipo o el compañero no hace lo que corresponde.
Aquicha, es pues de mediana estatura y también es de mi promoción, se puede asegurar que tiene la cara de arquero… ¿será porque desde que soy pequeño lo vi en ese puesto? Lo real es que siempre lo recuerdo un araña negra, no sé, quizás Ramón Quiroga era su ídolo y alguna vez lo superó. A lo mejor. El arco era seguro con él, siempre será seguro mientras esté en ese puesto por más panzas se le cuelgue en la barriga con el paso de los años.
De los otros jugadores no tengo opinión, no los conozco o no los recuerdo. Lo veré en la cancha, recién. Y yo, soy pues, hablando de futbol el hermano de… pero hablando de lo que estoy haciendo, soy sencillamente Alejandro de Andahuaylas.
Comieron, también nosotros disfrutamos agradablemente ese delicioso seco de cordero con su ají picante elaborada por manos colpeñas. Nada que envidiar a la sazón de un tal Gaston Acurio. Nada que envidiar  al Bar Queirolo en el centro de Lima a pesar de no contar con sillones decorados con el sudor de todo un pueblo o no saber con qué sustentar, este era un bar con 50 mil estrellas. Un asiento en el suelo cubierto con pieles  de ovejas siempre será una diferencia abismal ante la frivolidad.
Seguidamente toda la gente se trasladó a la cancha deportiva a celebrar el juego. Ahora que lo noto, la palabra cancha que también es universal tiene origen al vocablo runasimi. Que se entienda cancha como un espacio amplio y llano cercado con piedras, plantas o con cualquier otro elemento. Como ejemplo podemos citar al afamado lugar de cusco conocido como Qori-cancha. Así mismo el nombre de Cabra-cancha. O también se puede citar a la conjugación de la palabra CANCHÓN (ahora por demás castellanizada) que hace alusión a un corral o algo así donde se refugian los animales o se guardan objetos de segunda prioridad.
Y yo, caminaba con los lugareños, con mis vecinos de “el frente” mirando mi frente que estaba allí…. Tan cerca de mis pestañas y tanto así de lejos de mis manos. A ellos les preguntaba qué pensaban de los de “el frente”, pero… ¿qué podría pensar de alguien que los ve pero no los mira? Naturalmente los ignora. En efecto, los del frente también nos ignoraban. Pero yo estaba con ellos, y quería presentarme para hacerme conocer y hacer saber quiénes éramos: los mismos que de dolor llenábamos los cementerios en los 80 por causas que ya se prefiere olvidar. Cocairo y Colpa, dos pueblos separados por un precipicio, un rio apenas caudaloso y una distancia poco menos creíble.
En ningún momento tuve estupor por la respuesta de cada uno de los hombres que revelaban sus pensamientos. Al igual que yo, ellos siempre nos ignoraron por la sencilla razón que por más cercano sea la distancia jamás tuvimos un contacto. Pues, por increíble que parezca, un simple acantilado en a una diminuta distancia forma naciones distintas. Si nosotros somos Chankas, y… ¿ellos?
Bueno, qué más da. Así es la vida. El momento siempre llega mientras el tiempo sea pasajero, y de la misma forma, también se va… se cambiaron ambos equipos, amarillo con pantalones azules los locales, en tanto la visita exhibía un anaranjado combinado con negro. La número 9 como siempre tiene dueño. Mientras juegue Altacha nadie podrá usarla.
Deberían los jugadores entrar a la cancha en chacocta. Cada por su lado o como mejor le parezca. Deberían actuar como los espectadores, los fanáticos y hacer lo que se les da la gana. En realidad, la uniformidad me llena el colmo, me huele a imposición, sabe a una condición ¿también aquí, la FIFA? Es que el futbol tiene reglas y reglamentos, y cumplirlas es realmente hacer un futbol con espectáculo.
Yo que quiero que mi hijo sea artista, doctor o lo que fuere, jamás imaginé desvivirse de emoción al ver a su tío entrar a la cancha en pantalones cortos y llevando la pelota en la punta de sus pies junto con todos sus compañeros. Empezó a llorar con el capricho de querer entrar a jugar.
-La sangre es la sangre, dice mi cuñada Mirian
-Eso, parece.
Pero mi hermano se dio cuenta felizmente. Puso un alto y dijo unas esperen, esperen. Regresó a donde nosotros trotando.
-¡Ven, enano!
Levantó a sus hombros y mi hijo cómo gritaba de alegría al entrar a la cancha. Jamás podría describir ese gozo, pero sí el color de mis lagrimas eras de emoción, de felicidad. ¿Qué padre no se pone feliz cuando un hijo a sus dos años ya pisa una cancha de futbol?  Piensa y la ilusión le gana. ¡Será un profesional del balón! Y antes de que siga soñando mi esposa me baja a mi propia realidad con un solo peñiscazo.
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Yo juez de línea?... ¡No…!
Lo que me faltaba. Y bueno, negarme sería como truncar el deseo de mi hijo. ¿A qué hijo no le gusta la idea de tener un padre de lineman? De seguro que a mi madre no. A nadie le gusta que de la tribuna griten ofendiendo a tu madre. En realidad no quería correr ese riesgo. Miré antes de aceptar primero a la tribuna visitante y gracias a dios solo había tres personas. Al frente, bajo los árboles, encima de las piedras, en los cerros, en las pampas una muchedumbre que no ofrecía peligro.
-¿Puedo decir, no?
-¡No!
-¡Buenos…! Entonces buscaré alguna remera que parezca bandera.
Finalmente sonó el pitazo para que los locales muevan el balón. En adelante durante 90 minutos fueron 22 hombres corriendo detrás de la pelota. Unos gritando, otros casi llorando de cansancio y el público; no sé, quizás con el corazón el boca.
Altacha falló dos pelotas imposibles. Sin embargo, el primer gol llegó del número 7 y gracias a una corrida infernal además con gambetas incluido por el lado derecho del arco. Además de gritarle el gol en la cara a mi hermano le dijo:
-Así se juega.
Y yo, pensé. “qué cojudo. Cómo se ve que no lo conoce”. Lo que pasó después fue un espectáculo extra deportiva. Le dijo no sé si sus verdades, pero de algo estoy seguro: El jugador se arrepintió de la inmadurez de su; no sé si fue su lengua larga o de su diminuta cabeza que almacena poco ceso.
Pero Altacha continúo fallando pelotas imposibles. A esas alturas ya no me la creía ninguna. Pasa algo, me dije para mis adentros. Después vino el segundo y en seguidamente acabó el primer tiempo. En el descanso, los delanteros explicaron el estado de la cancha en la parte del arco.
-Seré cojudo para tirarme al suelo, le dijo Altacha al arquero quien también no creía lo que pasaba con el goleador.
-Sí, esa parte está lleno de agua, de barro. Ensuciarse no vale la pena, dijo el otro jugador de área.
-No les creo, dijo Aquicha, y se quedó hasta el final con la duda.
-Ya te va tocar atajar en ese arco.
Y los jugadores que ya habían experimentado esa parte de la cancha se miraron con complicidad. Tan limpio y rubio todavía el Aquicha este…
En el segundo tiempo, todo cambio. Altacha fue el Altacha de siempre, también El pellejo, Panchito, y los otros… el tercer gol nació y terminó en los pies del intermnable número 9. En tanto en la primera pelota de ataque de los locales un gol de esos goles que hace sospechar que es producto de los incentivos. Fue un gol cujudo. ¿y, donde estaba Aquicha? ¿No ves? ¡Parado, parado estaba! Y no hizo nada. Lo concreto, el partido se puso 3 a 1. Animando por el gol de descuento los locales pusieron más garra, corrían como si tuvieran dos pulmones. No se cansaban los demonios. Para el colmo, el árbitro ya ni hacia caso el aviso de posición adelantada que avisaba mi bandera. ¿Favoritismo? Ni dudarlo. Pero allí no mas llegó un puntapié de Dios que la pelota quedó colgado allá arriba, donde las arañas tejen su nido y no bajó más el balón. ¡Golazo, panchito, golazo! Algo más tranquilos continuaron los vegetes andahuaylinos moviendo los hilos del juego. Y así llegó una maravilla de gol gracias a un pase enfilado del número 7 para el nueve. Y este, sencillamente la empujó como dicen las reglas del futbol: al ras y fuerte.
Se dice que todo lo que pasa en la cancha, queda en la cancha. Lo que hace un rato fue una amargura y un desentendimiento, ahora era felicidad. Ambos se abrazaron por la conclusión en gol de esa bonita jugada. Toda la tribuna aplaudió. Si estuvieran en el Santiago Bernabeu, pañuelo blanco para estos jugadores.
De pronto Aquicha sale de la cancha ¿alguna lesión? No creo. Si no hizo nada. En realidad no hacía nada. Era otro espectador más. Y aún así, le hicieron dos goles. Yo pensé. Volverá. Se metió entre las malezas. A orinar. Sí, eso es… pero me equivoqué. Comenzó a lavar su cuerpo con el agua bajo los arbustos como si nadie lo viera, y después; fue a buscar su bolso y se cambio de ropa. Mientras tanto, el partido continúo hasta acabar por un amplio marcador de las visitas por un total de 7 goles a 1. Un resultado nada sorprendente. Ganamos, dijeron los alivios en cada rostro. No hubo trofeo ni nada de eso. El placer de jugar. En efecto, además de partido ganaron cajas de cerveza las que compartieron entre todos, inclusive con el público. Y yo, no podría negarle al cielo que me cobija que tomé unos cuantos vasos que en definitiva no me hicieron efecto. Por fortuna, tampoco a mi hermano.
Entre risas, y más risas acabaron consumidas las botellas de cerveza. La tarde dejaba de ser evidente para presentarnos primero el ángelus, y luego la noche. No hacía falta decir nada a nadie, cada quien conocía que la hora de partir era el momento. Calculando, más o menos las 9 ó 10 de la noche sería la hora de la llegaba a nuestras casas. Sí, nos esperaba una ruta muy larga. Mi esposa y Mirian aguardaban en el carro junto a Sebas…
-¡Vámonos, ya! -. Nos volvió a decir nuestras señoras.
Quedamos agradecidos de toda la gente de Colpa por su atención. Gente que por más que no tenía nada que ver con nosotros, se comportaron como si fuéramos hermanos. Cada apretón y cada abrazo de despedida fueron tan sentidos que jamás podré olvidarlos. En realidad, recién pude entender de lo valioso del deporte para amistar gentes, hermanar pueblos. Por eso, amigos, hagamos deporte, para no ser introvertidos, ni renegados sociales.
Ahora, les alcanzamos-. Nos dijeron los chicos mientras subíamos al carro.
Nosotros nos vamos por Kiswará, por la carretera nacional.
Nos esperan en Kiswará si acaso no les alcanzamos
Así será…
Y después, dejamos el pueblo con toda su gente revoleando las manos. El camino de retorno hasta el insignificante ramal que va a Tacmara era, pues una cuesta casi vertical. Felizmente el carro que es de doble tracción no tuvo dificultad. Rápidamente alcanzamos la primera, después la segunda curva, así; como en la subida del río hacia Matapuqio llegamos a la carretera principal que no se diferenciaba en nada a la improvisada. A esa hora, el sol ya no existía. Pronto caería la noche, primero estaba llegando el crepúsculo que afortunadamente todavía permitía ver las distancias. Allá abajo, en aquel pueblo que por unas cuantas horas nos hizo feliz con sus taquitos al balón de a poquito fue desapareciendo hasta quedar atrapado e invisible detrás de los cerros. Y de las retamas muertas, mejor no hablemos, Colpa también tuvo flores amarillentas que de un momento a otro fenecieron sin ninguna explicación a causa del  terrorismo liderado de un tal presidente Gonzalo. ¿Presidente? Joder…
www.encisoaltamirano.blogspot.com
Llegamos a casa, pasado las 10pm. ¿Y los muchachos?  Me contó Panchito unos días después, a las 4 de la mañana. Se quedaron en Pincos tomando más cajas de cerveza.
Al día siguiente miro las fotografías, y entiendo que había conseguido más materiales para terminar de escribir LA CONDENA DE LA INOCENCIA, y pensé relatar esta historia que lo llamé DE TAQUITOS AL BALÓN Y DE RETAMAS MUERTAS, por haber visitado a la tierra en donde la muerte se supo de dolores a causa de sendero Luminoso.


Alejandro de Andahuaylas. 

miércoles, 25 de febrero de 2015

ESPERANZA QUE SE RENUEVA


ELLA CANTABA UNA CANCIÓN
DE AMOR (BIS)
EN LAS MADRUGADAS
ALLÁ EN EL PUEBLO DONDE NACÍ.

Y YO,
ENAMORADO
SIEMPRE LA CONTEMPLABA
ACOMPAÑADO
DEL VIENTO EN LA PRIMAVERA.

AHORA,
INTENTO DESCRIBIR
LA FORMA DE MIS LATIDOS
QUE AYER SUPO DE AMOR
POR ESA MUJER
DE POLLERA
Y TRENZA DE CABELLO ADORADO.

QUÉ SERÁ DE TI
AMOR DE JUVENTUD
EN EL PUKLLAY
QUIZÁS TE VUELVA A VER
CANTANDO, BAILANDO
POR ESE AMOR
QUE SE GUARDA VIVO

EN LA MEMORIA DE MI CORAZÓN.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Autocritica

Sí, así es. Estoy confesando. soy responsable.
Me hacen sentir responsable de todas las miserias que existe en el Perú. De los malos gobernantes, de la historia mentirosa, de la gente ventajera, de ser un país tercermundista, de todo… ¿soy responsable?
Cuando tuve la oportunidad de elegir a un tal Fujimori, lo hice. También a Alan Garcia en sus dos periodos, a un tal Toledo que se creía Inka, y ahora por ser parte de este gobierno disque nacionalista, también me hacen sentir responsable. Es posible que sea responsable por elegirlos, de ser así; todos lo somos. Son autoridades, y hacen y deshacen en nombre del pueblo, también a mi nombre. Entonces soy responsable por callar, por no decir lo que pienso, por lo que siento.
Entonces quiere decir que soy responsable de las muertes en Uchuraqay, de Tarata, de Baguna, de Kantuta, del andahuaylazo. Yo permití que hicieran toda esa miseria. Y por eso, no puedo vivir en paz. Tengo culpas, muchos remordimientos que no me dejan vivir mucho menos ser feliz.
Quiere decir que por mi culpa el Perú continúa y continuará tercermundista, viviendo solamente de lo que la madre naturaleza tiene como la minería. A ninguna autoridad interesa a quien perjudica en tanto se obtenga dinero… está todo bien ¿y el medio ambiente? pervive contaminada por culpa de mi ambición.
Así mimo, Soy culpable por vivir de la vergüenza de la política que va de la mano de la corrupción. Sí, por un trabajo acepto sin querer ese juego maldito del diezmo. Unos se enriquecen en mi cara, y yo; cojudo sigo en la nada, todo por ser honesto. Y el colmo de los colmos es que no hago nada para cambiar.
Lo peor, cuando un delincuente arrebata a una anciana, cuando mata a un hermano por una billetera que contiene migajas y sin importar a cuantos huérfanos deja, pienso que es normal. Sí, señores me siento una mierda por ser cómplice con mi indiferencia. Por pensar que el honrado es cojudo, y el astuto es un genio por llenarse de dinero, de mi dinero, de tu dinero… ¡joder!

Cuando un hijo muere de a poco por culpa de la droga, me es indiferente. Pues, ya no me interesa, total, no es mi vida. Así de indolente me convertí por culpa de mi propia gente y de mi propia historia. Y lo más triste, es que responsabilizo a la conquista sin entender que ese hecho fue hace tanto y no acepto que el problema somos nosotros mismos. Si yo no empiezo a cambiar, nada cambiará. Todo seguirá igual… Ellos…solo me valoran para votar en las elecciones.

Y el Estado a su materia prima que somos nosotros se empeña en convertir en inútiles, haraganes con sus regalitos, sus servicios sociales, su cuan más…, y no sé cuantas huevadas más… sí, señores. Ya no busquen responsables, responsables somos todos, pero principalmente yo. Y cada vez que me miro en el espejo más me convenzo de mi culpabilidad, de mi complicidad…

Soy culpable por todo esto y por muchos más… por tener la ilusión de una Segunda Republica creyendo en mis correligionarios, y a penas pasan tres días te traicionan. Te quitan todo, hasta la esperanza ¿sí o no, Joel Mautino de ARGENPER? Culpable por no despertar nunca, mientras tanto, continuarán habiendo dísquese buenos administradores, buenos alcaldes, buenos presidentes. Aparecerán otros Fujimori, otros Toledo, posiblemente otros Ollanta, y por qué no; el mismo Alan Garcia masacrando pueblos indígenas. En nombre de Dios y de de la democracia, cualquier mierda vale.

Y es por lo que les pido que me ayúdenme a despertar por mas despierto que vivamos. Al igual que tú, también vivo avergonzado, al mismo tiempo frustrado. Porque sigo confiando en la gente, sigo eligiendo autoridades que no valen la pena, autoridades que durante su periodo se pasan pagando deudas políticas, acomodando gente incompetente. Como ejemplo tenemos a un tal Belaunde Lossio y no sé a cuantos más…

Sí, señores. Yo soy el culpable de lo que al Perú lo sucede, no busquen más responsables. Las autoridades son inocentes, así lo cree y dice la justicia. Denuncias y más denuncias es en vano, siempre son buenos, honestos y por eso casi nunca son juzgados, pero a la gente corriente por arrear una mosca nos procesan. A mí, ya me sentenciaron hace mucho todo por ser cojudo dísquese honrado, ¿sí o no señores autoridades de la Cooperativa de Ahorro y crédito San Pedro? Ustedes son inocentes, empezando de su presidente, pasado por su gerente y muchos mas... El resto... también somos culpables, responsables, incluyendo mi hijo de apenas dos años…

Poesía andina: Espíritu

Alejandro en Imágenes

éstas imagenes corresponden a mi actividades sociales y culurales realizadas en el años 2007.
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Pronombres del runa-simi

MODO AFIRMATIVO
singular
-Ñuq’a.. kani... yo soy
-Q’an... Kanki..tu eres
-Pay … kan … ella/el es
-Kay … kan … esto es (neutro)

plural
-Ñuq’ayku…Kaniku… Nosotros
-Q’ankuna…Kankichi..Ustedes
-Paykuna…. Kanku…. Ellos/ellas
-Kaykuna….Kkanku… Estos/tas

Importante:
* El pronombre ÑUQ’A termina en vocal, entonces se le agrega el sufijo YKU.
* Cuando los pronombres terminan en una consonante se le agrega el sufijo KUNA

MODO NEGATIVO
-Ñuq’a mana kani
-Q’an manan Kanki-chu
-Pay manan kan
-Kay manan kan-chu
-Ñuq’ayku manan Kaniku-chu
-Q’ankun manan Kankichi-chu
-Paykuna maman Kanku-chu
-Kaykuna manan Kanku-chu

Importante:
*Cuando el pronombre termina en consonante el modo negativo es MAMAN, MANA cuando termina en vocal, pero con algunas exepciones. Además al sustantivo se le agrega el sufijo CHU.

Algunos ejemplos
-q'an manan kanki-chu (tu no eres)
-q'an manan kanki q'elqaq-chu (no eres escritor)
-Ñuq’a kani ductur / q'ampiq runa
-ñuq'a manan kani q'ampiq-chu
-paykuna maman kanku ductur-kuna-chu

Manuel Macchiavello

Discurso en el Salon Dorado

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