Se
dice que el futbol es un deporte universal. Quiere decir que un alto porcentaje
de la población mundial sabe de qué se trata: un arquero y 10 jugadores por
equipo en cada partido de 90 minutos.
El
futbol se practica en todas partes, en España, Italia, Argentina, Perú,
Andahuaylas también en Colca, una comunidad que se encuentra baja la imponencia
del mirador de Waskatay en la provincia de Andahuaylas.
El mirador de Waskatay es un mirador
natural desde donde se puede observar el cañón
de Apurimac, el puente Pasaje y la cadena de cumbres coronado por nevados de
los departamentos de Ayacucho, Apurímac y Cusco. La carretera de acceso es
trocha y angosta que va hacia el valle Inka Wasi. El mirador se ubica aproximadamente a 3,500
msnm.
El hecho es que el
pasado domingo pasado las 9:00 de la mañana, mi hermano mayor que es amante
acérrimo de la práctica del futbol me dice que le acompañara a jugar hacia la
zona de Pincos al que contesté que preguntaría a mi señora, ya que para el día
habíamos planificado otras cosas entre ellas: hacer mercado en la feria y salir
a comer capulíes al barrio de Munay pata en Salinas.
-Sería bueno que nos
acompañaras.
-¿También irá Diego?
– pregunté.
Diego es hijo de mi hermano.
Es decir, es mi sobrino. Él tiene buen manejo de balón. Es un jugador exquisito
y con amplia experiencia de futbol once en la zona de Andahuaylas.
-Solamente Miriam y
yo.
Esta respuesta solo
tenía un significado: Un paseo familiar, de dos hermanos y sus esposas. De
hecho, cuando hablé con mi esposa plantee esa condición.
-Está bien, me dijo.
Pero ¿a qué hora?
-En 15 minutos.
En un momento el
tiempo de plazo era apenas un sutach de tiempo. Una nada, una invitación al
apuro. Y así fue, no se equivocó mi esposa. No bien llegó a hervir el agua para
la leche de mi pequeño niño el plazo se agotó. Apenas puse al bolso unos
cuantos pañales, las toallitas húmedas, su panadol y unas cuantas frutas…
-¿Su casaca? ¿Su
gorra?
-También ya puse una
lata de leche, una botella de agua, frutas y el termo con agua
-¡Apúrate! ¡Nos
deja…! – dijo mi esposa mientras yo ponía el candado a la puerta.
-Bajamos de a dos
peldaños las gradas hasta llegar a la calle, corrimos, y así de prisa subimos a
la camioneta. Ya cuando estábamos sentados mi esposa vuelve a preguntarme.
-¿Trajiste tu
teléfono celular?
-Sí, Marcela. Pero no
lo cargue la batería anoche. Debe de estar descargada.
-¿La cámara?
-En la mochila.
Y después, cuando el
reloj marcaba las 9:32am partimos hacia el valle de Pincos. Sería mi segunda
vez. La primera vez que fui, fue cuando era apenas un adolescente. En ese
entonces el destino final era el río pasaje. Ahora, el viaje para mí hacia esa
zona tenía doble propósito. Una más importante que la otra. Más importante que
la otra. Sí, era muy importante para mí. Debo de decirles que soy un apasionado
de las historias que no tienen memoria. De los que se pierden en el tiempo por
causas políticas. Y para mí, en el valle Pincos empieza una historia literaria
apasionante llamada LA CONDENA DE LA INOCENCIA. La historia de Cirilacha y un
tal Sixtucha que por causas ajenas a su propia realidad se ven enfrentados. Uno
se hace terrorista y el otro soldado. Uno es renegado y el otro idealista. Uno
cree en el amor y el otro por causa de la violencia en odio. En fin, Pincos es
la zona donde tengo que llegar sí o sí, para tener mejor panorama, mejor
ubicación de esa hacienda, de esa cooperativa, de ese valle maravilloso, de esa
comunidad llamada Mata Puquio que desde lo alto fue testigo del apogeo y caída
de la hacienda, del primer grito de sangre de S.L. en la región, de las
primeras horribles pesadillas, de los primeros huérfanos, de las primera
sangres, de los primeros éxodos… en fin, de todo. Para que la historia resulte
mejor creíble tengo que ir al valle.
-El resto de los
muchachos ya se fueron en una combi – dijo mi hermano mientras llegábamos a la
avenida Perú.
-Debes decirnos con
anticipación… ¡nos hiciste correr…!
-Me avisaron poco
antes de ver a Alejandro.
-Ya está hecho. Lo
importante es que ya estamos en ruta. ¿Más o menos a qué hora llegaremos?
A las 11.00.
Después de San Jerónimo
en menos de un puñado de tiempo llegamos a Champaqucha. Allí hay un monumento
maravilloso, arquitectónicamente la mejor expresión del Anku Ayllu con su
maqana amenazante y sus dos pumas. Lo único malo, es que esta en medio de un
parque llamado ALAN GARCIA. Unos pasos más adelante tomamos el primer atajo de
la carretera principal hacia Argama.
-Es la tierra del
alcalde de Andahuaylas –dijo mi hermano. A lo que mi esposa contestó.
-Del mismo que no
respeta y lastima al prójimo.
-¡Basta, Marcela,
basta!
Se darán cuenta, el
actual alcalde despierta toda clase de discusiones. Cada quien en mi familia
tiene su propia opinión. Aunque debo de confesar que a pesar de ser distintas,
todos opinamos que si el pueblo los eligió, se respeta. Sí así es la democracia,
bienvenida democracia.
-Ya habrán llegado,
porque ellos salieron más o menos media hora antes… - dijo mi hermano -.
-lo que no entiendo
es porque te dijeron que también puedes llegar por Kiswara…
-Seguramente dijo por
la carretera, Mirian –contestó- la ruta por Kiswara es toda pista. Es carretera
nacional…
-Es todo una vuelta…
y es mucho más muy lejos – le dije.
Mientras tanto, pasamos
todo el espacio de Argama lleno de pintas y propagandas políticas. La ruta
serpenteante en cada ruedo era seguida por el olor a eucalipto, a plantas
tiernas de maíz y al pasto natural. Al poco rato, arribamos a la cumbre en
donde la concentración de algunas casas con tejas evidenciaban un pequeño
arrabal saludando al cielo y a los valles de oriente y occidente. De un lado un
valle que quedaba sin mayores novedades más que su rio desembocando en la
laguna de Pacucha, y del otro; una
quebrada que empezaba a mostrarse majestuosa y calurosa. Sí, el simple hecho de
observarla desde lo alto entre rizos de vientos gélidos podía sentir el calor y
la calidez de su gente, de sus sembrados de maíz y de sus árboles frutales del
valle más cálido de la provincia de Andahuaylas.
Cerro abajo la ruta
es igual, como una culebra, vueltas y vueltas que no se puede llegar. Las primeras
fotografías las tomé con entusiasmo, después ya no tuvieron sentido.
Sin embargo, en la mayoría
de grupo primó el entusiasmo de encontrar con la mirada el estadio.
-Allá está… al lado
de rió.
-Esa no es, esa es
una chacra abandonada
Pero a mí me
interesaba encontrar donde estaba la hacienda. No pude conseguirla sino poco
antes de llegar a las afueras del poblado.
-Solamente desde aquí
se ve la hacienda, solamente de aquí…– me dijo mi hermano mientras ponía en
freno a la camioneta.
Yo aproveché para
sacar una foto con acercamiento. En tanto mi hermano bajó del carro móvil para
orinar bajo unos árboles tupidos. Mi esposa y mi cuñada permanecieron
contemplando cerro- abajo el panorama. En tanto mi hijo continuaba dormido.
Y desde el otro lado
del río, al frente o arriba, Mata Puquio parecía estar alcanzándome con sus
manos, con su memoria, quizás para decirme lo callado, lo ignorado, que se yo…
lo que sabía hasta ese momento era que no iba a llegar sus territorios.
-Falta poco, la
cancha está pasando el puente.
Y así, continuamos
avanzando por las riveras del río, mirando y sorprendiéndonos por la abundancia
de árboles frutales. En ese recorrer en
la plaza del poblado llamado Quillabamba un hombre supuestamente conocido para
mi hermano hace una señal para detenerse el carro.
-¿Vas para Abancay?
-No, solamente aquí…
al lado, a Colpa a jugar un partidito.
Siempre imaginé que
mi hermano era consiente en donde se encontraba esa comunidad. En lo que se
refiere a mí, no lo pensé. Así como todos, pensé que era parte del valle más
caliente de la región.
Cuando pasamos por
las inmediaciones del estadio entendí que no todo estaba bien. En la cancha
había personas haciendo picnic. Ninguno de ellos conocido. Muy dentro de mí
pensé que los otros jugadores deben de estar en el siguiente caserío a poco más
o menos de un kilometro. En tanto mi hermano continuaba con sus confusiones. Y
así continuamos hasta el puente que era el ramal entre Mata puquio y Kiswara.
Felizmente para todos,
un enorme cartel de color verde nos daba la ubicación. La flecha a la izquierda
nos indicó el destino de Mata puquio, Colpa y el río pasaje.
Prefiero decir que mi
hermano siempre estuvo equivocado para no pensar que nos mentía con la
intención de solamente acompañarlo a jugar. Porque hablar de Pincos es una cosa
y hablar de un pueblo más allá de mata puquio es otra. Lo concreto es que la
comunidad de Colpa está al otro lado de esta cadena montañosa, y no como se
creía; en el valle. Y para llegar faltaba por atravesar todo mata puquio; cerro
y todo, y recién estábamos a mitad de la ruta, faltaba mucho por recorrer… eso
si todavía si había intención de continuar.
Felizmente hace mucho
el pueblo dejó de ser de analfabetos. Una vez que se lee algo, ya nadie puede
engañarlos con facilidad. Fue cuando mi hermano pisó freno y entró en razón y
nos dijo que lamentaba mucho su confusión, pero si estábamos dispuestos a
continuar le alegraría, sino lo comprendería y regresaríamos a la ciudad desde
ese punto.
-Ya estamos aquí… –
dije -. Unos kilómetros más, unos menos da lo mismo. Ya son las once, supongo
que llegaremos para la 1 pm. ¿No te parece, Marcela? Ella asintió la cabeza de
modo afirmativo.
-Entonces ¿Qué dicen?
–Preguntó mi hermano - ¿Seguimos o regresamos?
-Seguimos, todos
respondimos
Atravesamos el puente
sobre el río caudaloso. Un río que según me contaron alberga vida marina como
la trucha “alguna vez tendré la chance de volver a pescar” me dije para mis
adentros. No hubo más tiempo para vacilaciones inconsistentes mas qué algunos
lloriqueos por los mosquitos que empezaban a deleitarse de sangres
andahuaylinas. Rápidamente volteamos la primera curva, la segunda y la tercera
por una angosta y cas-cajeada carretera, y así; llegamos a la última vuelta desde
donde se observaba todo el panorama con todos sus matices, con su río, sus tres
pueblos, sus carreteras y las serpenteantes curvas cerro arriba hacia Argama.
Cóndor, gorrón o
cualquier pájaro da lo mismo cuando se trata de querer volar. En lo alto del cerro da ganas de ser
plumífero para volar de cerro a cerro, de pueblo en pueblo y no padecer
penurias de recorrer angustiosamente carreteras angostas, peligrosas, muy
peligrosas llena de barrancos, acantilados y todo lo feo que suele hacer
explotar las venas al miedo.
Las estadísticas
arrojan que los accidentes de tránsito se producen con frecuencia en carreteras
poco peligrosos ¿por qué? Respuesta simple. Por confiados. Se cree que cuando
una carretera ofrece menos peligro menos atención se tiene que prestar. El
sentido principal que es la vista pasa a ser simplemente el sentido de la vista
y no como el que debería trabajar como
corresponde con la debida atención que es el mirar y no el observar. No es lo
mismo ver y mirar. “Ver” es panorámico, es general, en tanto “Mirar”, es algo
específico; fijar un punto. En este caso; la carretera.
La conclusión de este
análisis es mientras existan carreteras por demás peligrosas habrá menos
accidentes de tránsito a causas de fallas humanas. Solamente sucederá por
fallas mecánicas.
Continuando con la
historia, en el momento menos predecible el carro se detuvo en medio de la
nada, bajo unas amargas rocas que constantemente amenazaban con desprenderse y
arrojarse encima de carro para luego aventarnos al vacío.
-Allá abajo esta la
hacienda.
Claro que el único
agradecido fui yo, pero quien podía hacer entender a Marcela que de nervios
vive de punta. El tema es que después de ese instante comprendí que Matapuquio
siempre estaba rodeado por las haciendas de Pincos, Palmira de la familia
Trelles y Vishingay.
En efecto, todo ese
espacio geográfico que se observa desde ese acantilado representa para la
actualidad apenas una memoria exigua, y casi borrada en la memoria. Al mismo
tiempo la agonía de un amarillecer eterno y su posterior sepultura a la
indiferencia. Me refiero a las retamas que supieron conocer la gloria de Dios
antes de tiempo en todo El valle de Pincos en la década que en una época supo
que tuve los años de mi pubertad.
Y yo, continué
mirando la hacienda que desde lo alto era apenas un escombro de nada bajo
matorrales y sazonadas piedras. Imaginar que en décadas pasadas era la más
importante del Perú. Lo dijo alguna vez el antropólogo Harol O. Skar en su
libro “La gente del valle caliente”. Al mismo tiempo y paradójicamente a todo
lo bueno de la hacienda, también bajo esos escombros yacen las memorias de
todos nuestros ancestros que por el simple hecho de ser indios pagaron con sus
lomos encorvados de tanto cargar como bestias, con sus manos gastadas de tanto
arañar la tierra para que hoy tengamos NUESTRA LIBERTAD, aunque sea incipiente,
ES LIBERTAD. Ejércenosla como tal y NO como libertinaje que solo vergüenza da a
la memoria de los que ayer murieron por nosotros.
Fui el único que bajó
del carro con tiempo suficiente para sacar una serie de tomas. No sé,
probablemente exagere. Lo cierto en ese instante tuve la sensación
contradictoria a todo lo calamitoso, era una sensación de paz, de perdón… y
sentí una caricia sutil de un viento que siente sentido de compasión. Y
comprendí que si el viento que en esa parte por lo general es agresivo ¿quién
era yo para sentir rabia y pregonar el revanchismo? Si las almas que convergen
en esa montaña me decía no más rencor. Fue cuando supe qué hacer al respeto,
solo contar lo que estaba viendo, sintiendo y no lo que realmente estaba
pensando. El pensamiento induce. En este caso, puede generar odio a todos los
que nos hizo daño en la historia. Porque si acaso escribo todo lo que se
alimenta en mi cabeza en relación a las haciendas, heriría a muchos apellidos
que en la actualidad continúan transitando por las calles de Andahuaylas,
muchos sin saber qué hicieron sus abuelos, pero con el orgullo de saber que son
descendiente de hacendados.
-Rápido… no vamos a
llegar a tiempo
Y después, por más
que intenté ver de nuevo; no pude. La hacienda de Pincos se ocultó cobardemente
detrás de los cerros. Solamente se veía los frentes verdosos y escabrosos y las
montañas altas que a lo largo de la historia fueron cómplices de tamañas
injusticias como el Apu landa (minas Carmela) que fingidamente supo dar amor a
los indios y oro a los blancos.
Desde mi última vez a
la fecha el pueblo de Matapuquio es radicalmente diferente a pesar de conservar
su figura esbelta y entonada de verde esperanza que yace expectante en lo alto
de la montaña y bajo los forrajes de ischus
. De hecho, sus valles, sus montañas, sus acantilados, sus pampas continúan
iguales. Pero de aquellas chozas y de su gente ataviada con trajes típicos vistiendo
sus pobrezas ya nada queda. Al igual que en todos, todos cambian. Algunos para
bien, otro para mal. Y ese pueblo que supo ser la migaja de unos cuantos, que
supo ser el dolor, la tristeza y la frustración de muchos, ahora sabe a
progreso, sabe a esperanza. En la ruta se ven niños felices, jóvenes con ganas
de vivir, ancianos libres… hay un jardín, hay una escuela, hay un colegio, que
son suficientes por ahora para luchar contra la tristeza, contra la pobreza y
contra el desaliento. El Perú está cambiando afortunadamente.
Y el tiempo se mudó
de aires. De un tiempo atrás para ahora, de manera más acorde a los cambios
vertiginosos que propone la modernidad. Desde luego, también de la mano con la
corrupción y la ventajearía que por lo general dejan como resultado final una
sociedad sin identidad ni personalidad en todas partes, y Matapuquio no es de
la excepción.
A ruedos de poca
velocidad el carro dejó también atrás al caserío que también había dejado de
ser una comunidad para alcanzar la dicha institucional de Gobierno local que
tiene la función de administrar los ingresos económicos y desarrollar labores en
beneficio y progreso de la comunidad local. Es decir, políticamente se conoce
como Municipalidad del Centro Poblado de Mata Puquio.
Para entonces el día
ya juzgaba sus laureles de medio día. El tierno e inusitado calor de la mañana
dejó de ser cándido para hacerse malévolo e insoportable. Todavía faltaba mucho
para llegar a Colpa.
-Sí, queda al otro
lado del cerro -, nos aseguró una
pastora en el idioma materno que en las inmediaciones de la carretera cuidaba a
un puñado de ovejas – faltará más o menos una media a minutos.
Y… ¿Has visto pasar
una combi? –volvió a preguntar mi hermano.
-Hace como una hora –
contestó.
-¡gracias!
Y continuamos rodando para adelante sin hacer el cambio para atrás. A esas alturas la consiga ya no era jugar al balón, sino; meramente de paseo. Combis que hacen servicio de transporte hay en todas partes, también a estos lares, y nadie aseguraba que los amigos de mi hermano habían tenido también la osadía de hacer semejante viaje por un simple partido de futbol comunitario.
Así son las rutas
peruanas: aburridas, por lo monótono de sus vistas panorámicas. En cuanto no se
gira otra abra la vista es lo mismo. Y el cerro Landa ya me pareció un eterno
sinvergüenza en mis ojos, un coqueto que disfruta de ser observado siempre en
cada giro, en cada curva. Lo bueno, es
que según cada pico iba cambiando cerro arriba me regalaba nuevas formas de ver
la vida. A cambio de maíz, de árboles
frutales, hay habas, papa, olluco, oca, masua, y así… En lo alto abunda más ischus (paja),
predomina el olor a hierbas vírgenes, puras, silvestres. Se siente mucho más la
cólera, su rabia y su odio del viento. Las piedras son rencorosas, agresivas y
traicioneras. Y por sobre todo, la vanidad jactanciosa de las neblinas es común
y frecuente que con insistencia te invita mirar la muerte en un descuido.
Finalmente cruzamos
el puente de la ilusión sobre una montaña fecunda. Con el color agresivo de la
neblina recién dejamos de ver el orgullo narcisista del cerro landa. A cambio,
una inmensa soledad en medio del poder de la naturaleza. Ante ese panorama me sentí,
en realidad nos sentimos débiles, una nada ante semejante energía, y bajo la
espesura amarga de la neblina, nos sentimos unos pobres mortales deseando ver
una nueva luz en la inmensidad.
Imaginemos, es como
abrir la cortina para descubrir un nuevo amanecer. Así de alegre sintió mi
alma, mi corazón, mis ojos, todo mi ser al ver otro panorama totalmente
diferente. En un abrir de ventana
descubrí otra geografía, otro cuadro en donde felizmente ya no era parte
el cerro Landa, en adelante los personajes naturales serían mucho mas
familiares mi: Waskatay, Tacmara, Timani, Wakukuri, Rio pasaje, Huertas,
Cocairo, Pacalla, etc. Sí, habíamos llegado sin pensar al lado del espacio en
donde descansan vivos todas mis memorias. Me refiero al distrito de kakiabamba.
Vivimos frente a frente y no nos
conocemos, no sabemos quiénes somos, cómo nos llamamos. Y Colpa como un presagiado
se escondía bajo acertijos inseguros. Felizmente ya con la ruta despejada de
neblina seguimos avanzando con el deseo que el pueblo que yacía cerro-abajo
fuera la acertada y que en sentido contrario no viniera un carro, caso
contrario no habría espacio para pasarse.
En adelante ocupamos
el tiempo en dos objetivos: en ver a la combi en el pueblo y un estadio. Ni uno
ni lo otro. Total, una media hora más no representaba nada en el tiempo.
-No queda otra,
llegaremos como sea a ese pueblo. Y si no están… nos regresamos de inmediato. –
dijo mi hermano.
-De acuerdo.
Una que otra toma
para el recuerdo desde la ventana del carro. Al cabo de unos ratos llegamos a
un ramal insignificante. La siguiente ruta era mucho precaria. Lo peor, casi
nunca transitada. Ni para decir que hay huellas. Nada. La decisión estaba
tomada.
-¡Con cuidado!, le
advertimos al chofer. Mi hijo, afortunadamente estaba dormido. Ella, la mujer
de mi corazón de tanto viajar estaba por dormitar. No sé, tanto me acostumbre a
mi esposa que sin ella, nada tiene sentido. Y en este viaje incierto lo menos que
deseaba era que duerma y se pierda de ver lo lindo del pueblo que aparentaba
ser Colpa. Antes que eso ocurriera, le di un pequeño empujón con el hombro solo
para desconcentrar al insolente cansancio y trarle a la lucidez.
-Falta poco… mira
allá abajo-, le indique con mis dedos y ella puso atención – esa es Colpa-.
Tenía que ser Colpa, caso contrario, corto las venas al destino y que se jodan
los mentirosos. Lo cierto es que a ese instante no había combi, no había
estadio, apenas un puñado de viviendas precarias que desde lo alto todos podían
asegurar como el “tierra, tierra” del marinero a Colón.
Ya sé que es cansado
chamuyar, yo también ya estoy cansándome. Mejor lleguemos a ver qué pasa. ¡Acelera,
acelera! No, no…no. Mejor suelto el freno y nos vamos todos abajo. ¡Carajo! Y
después dicen que el chofer tiene la culpa. Se lanza un peatón a las llantas de
un carro porque ya le apesta la vida, y el chofer tiene la culpa. El chofer
tiene la culpa de todo, hasta de llevar a su familia al rincón del mundo solo con
el propósito de saciar sus ganas de jugar la pelota. Y bueno, gracias a eso,
supe, supimos que en estas zonas también hubo retamas muertas a causa de
Sendero Luminoso. Y no solamente eso, también llegó Narciso Campos me dice el
viento regalando ollas para las mujeres y arco para el estadio en donde los
hombres juegan a la peolota. Así ganó las elecciones municipales provinciales.
Y de dónde de plata… a nadie le importa, ni a los que debería. Yo que soy
idealista, sueño, pero; soñando no alcanzo la gloria, a palabras sabias se lo
lleva la plata.
En definitiva, es un
día maravilloso. Tengo a mi esposa y mi hijo junto a mí, a mi hermano y mi cuñada. Peleando o no,
estamos siempre juntos; pasando este día algo confuso y agotador de la mejor
manera posible. Estoy seguro que lo será, independientemente de que sea o sea
Colpa el pueblo al que nos dirigimos. ¿Sí o no, hijo? Y él; se estira des-granulando
todos sus cansancios de tanto dormir. Mira aquí… allá, bosteza y no me responde
nada. Este mi hijo… ¿eso se hace… o es?
-Se hace, papito, se
hace… Sebastián es muy lindo –dice mi esposa reposándola entre sus pechos, y el
nene engreído que es, lanza un grito que a la pobre madre le saca todos los
sustos al aire.
¡Ay, Marcela…! ¡Tú, siempre
gritando!
-¡Perdón!
-Engreído – le dice
el tío, y el nene vuelve a gritar…
-Mejor no le digamos
nada… y dale su leche mi amor, y que se calle el enano mañoso.
Y después, gracias a
una inagotable paciencia llegamos al pueblo. Pasamos por las inmediaciones del
estadio que desde cierta distancia se veía muy bonita, y pareja de pasto.
-¡Qué bestial! - dijo
mi hermano al ver la cancha. Y yo que prefiero ver y no jugar le contesté con
cierta desconfianza.
-¡Sí, que vacana… y
qué buenos arcos tiene!
La siguiente vuelta
no solamente nos dio la tranquilidad, también un momento de descanso
placentero. Finalmente llegamos a una escuela que por lo general está en el
centro de todas las comunidades. Bajamos del carro y el simple hecho de estirar
las piernas en un piso firme y eterno es un alivio. En ese lugar habían dos combis
y un camión de carga debidamente estacionadas rodeado de varias personas de ambos sexos y de
diferentes edades. Mi hermano que es mucho más conocido que una mala hierba,
también en esos lares le saludaron
mencionando su nombre.
-Están adentro…
comiendo – le dijeron.
En efecto, toda la
comitiva deportiva estaba en el interior de una casa hecha de adobes almorzando.
Cuando miré la hora, eran pues, poquito más de la 1:00pm. Todos los amigos,
compañeros de futbol se alegraron al ver a mi hermano. Él, saludó uno por uno
con la promesa de hacer un buen partido a los locales que se habían armado con
gente de todas las edades a pesar de ser categoría máster. Es decir, mayores de
40 años.
De seguro, con
Panchito, con Pellejo, con Altacha y con Aquicha de arquero era imposible perder
el partido. Te taquito al balón resultaría un partido fácil.
Yo recuerdo a cada
uno por uno los mencionados, de Panchito (promoción) puedo asegurar que posee
una surda de prodigiosa, una paisa endemoniada que a cualquier contrincante
desorienta. En tanto Pellejo (mi promosión) a pesar de sus piernas flacas y
largas, resultan dos tenazas fuertes para trasladar la pelota de la forma que
uno quisiera. Es pues, un genio desconocido en las grandes esferas del futbol
por ser parte de un pueblo chico.
Hablar de Alytacha es
sencillamente hablar de un nombre propio, es hablar de Juan Enciso, es hablar
del único delantero andahuaylino que llevó al futbol espinocino dos veces a la
final de futbol inter-escolar en la primera década de los 80. Es
hablar de un todo terreno dotado de un físico
y talento propio de un mago. Es hablar de un apasionado de la política y
el deporte, es hablar de mi hermano. Lo cierto es que como hermano y como
espectador disfruto de cada cosa que hace en la cancha con el balón, al mismo
tiempo tengo cierta vergüenza ajena cuando empieza a renegar… él, no se guarda
nada en la cancha, ni su talento para jugar un buen futbol, menos su lengua
cuando el equipo o el compañero no hace lo que corresponde.
Aquicha, es pues de
mediana estatura y también es de mi promoción, se puede asegurar que tiene la
cara de arquero… ¿será porque desde que soy pequeño lo vi en ese puesto? Lo
real es que siempre lo recuerdo un araña negra, no sé, quizás Ramón Quiroga era
su ídolo y alguna vez lo superó. A lo mejor. El arco era seguro con él, siempre
será seguro mientras esté en ese puesto por más panzas se le cuelgue en la
barriga con el paso de los años.
De los otros
jugadores no tengo opinión, no los conozco o no los recuerdo. Lo veré en la
cancha, recién. Y yo, soy pues, hablando de futbol el hermano de… pero hablando
de lo que estoy haciendo, soy sencillamente Alejandro de Andahuaylas.
Comieron, también
nosotros disfrutamos agradablemente ese delicioso seco de cordero con su ají
picante elaborada por manos colpeñas. Nada que envidiar a la sazón de un tal
Gaston Acurio. Nada que envidiar al Bar
Queirolo en el centro de Lima a pesar de no contar con sillones decorados con
el sudor de todo un pueblo o no saber con qué sustentar, este era un bar con 50
mil estrellas. Un asiento en el suelo cubierto con pieles de ovejas siempre será una diferencia abismal
ante la frivolidad.
Seguidamente toda la
gente se trasladó a la cancha deportiva a celebrar el juego. Ahora que lo noto,
la palabra cancha que también es universal tiene origen al vocablo runasimi.
Que se entienda cancha como un espacio amplio y llano cercado con piedras,
plantas o con cualquier otro elemento. Como ejemplo podemos citar al afamado
lugar de cusco conocido como Qori-cancha. Así mismo el nombre de Cabra-cancha.
O también se puede citar a la conjugación de la palabra CANCHÓN (ahora por
demás castellanizada) que hace alusión a un corral o algo así donde se refugian
los animales o se guardan objetos de segunda prioridad.
Y yo, caminaba con
los lugareños, con mis vecinos de “el frente” mirando mi frente que estaba
allí…. Tan cerca de mis pestañas y tanto así de lejos de mis manos. A ellos les
preguntaba qué pensaban de los de “el frente”, pero… ¿qué podría pensar de
alguien que los ve pero no los mira? Naturalmente los ignora. En efecto, los
del frente también nos ignoraban. Pero yo estaba con ellos, y quería
presentarme para hacerme conocer y hacer saber quiénes éramos: los mismos que
de dolor llenábamos los cementerios en los 80 por causas que ya se prefiere
olvidar. Cocairo y Colpa, dos pueblos separados por un precipicio, un rio
apenas caudaloso y una distancia poco menos creíble.
En ningún momento
tuve estupor por la respuesta de cada uno de los hombres que revelaban sus pensamientos.
Al igual que yo, ellos siempre nos ignoraron por la sencilla razón que por más
cercano sea la distancia jamás tuvimos un contacto. Pues, por increíble que
parezca, un simple acantilado en a una diminuta distancia forma naciones
distintas. Si nosotros somos Chankas, y… ¿ellos?
Bueno, qué más da.
Así es la vida. El momento siempre llega mientras el tiempo sea pasajero, y de
la misma forma, también se va… se cambiaron ambos equipos, amarillo con
pantalones azules los locales, en tanto la visita exhibía un anaranjado
combinado con negro. La número 9 como siempre tiene dueño. Mientras juegue
Altacha nadie podrá usarla.
Deberían los
jugadores entrar a la cancha en chacocta. Cada por su lado o como mejor le
parezca. Deberían actuar como los espectadores, los fanáticos y hacer lo que se
les da la gana. En realidad, la uniformidad me llena el colmo, me huele a
imposición, sabe a una condición ¿también aquí, la FIFA? Es que el futbol tiene
reglas y reglamentos, y cumplirlas es realmente hacer un futbol con
espectáculo.
Yo que quiero que mi
hijo sea artista, doctor o lo que fuere, jamás imaginé desvivirse de emoción al
ver a su tío entrar a la cancha en pantalones cortos y llevando la pelota en la
punta de sus pies junto con todos sus compañeros. Empezó a llorar con el
capricho de querer entrar a jugar.
-La sangre es la
sangre, dice mi cuñada Mirian
-Eso, parece.
Pero mi hermano se
dio cuenta felizmente. Puso un alto y dijo unas esperen, esperen. Regresó a
donde nosotros trotando.
-¡Ven, enano!
Levantó a sus hombros
y mi hijo cómo gritaba de alegría al entrar a la cancha. Jamás podría describir
ese gozo, pero sí el color de mis lagrimas eras de emoción, de felicidad. ¿Qué
padre no se pone feliz cuando un hijo a sus dos años ya pisa una cancha de
futbol? Piensa y la ilusión le gana.
¡Será un profesional del balón! Y antes de que siga soñando mi esposa me baja a
mi propia realidad con un solo peñiscazo.
-¿Qué? ¿Cómo? ¿Yo
juez de línea?... ¡No…!
Lo que me faltaba. Y
bueno, negarme sería como truncar el deseo de mi hijo. ¿A qué hijo no le gusta
la idea de tener un padre de lineman? De seguro que a mi madre no. A nadie le
gusta que de la tribuna griten ofendiendo a tu madre. En realidad no quería
correr ese riesgo. Miré antes de aceptar primero a la tribuna visitante y
gracias a dios solo había tres personas. Al frente, bajo los árboles, encima de
las piedras, en los cerros, en las pampas una muchedumbre que no ofrecía
peligro.
-¿Puedo decir, no?
-¡No!
-¡Buenos…! Entonces
buscaré alguna remera que parezca bandera.
Finalmente sonó el
pitazo para que los locales muevan el balón. En adelante durante 90 minutos
fueron 22 hombres corriendo detrás de la pelota. Unos gritando, otros casi
llorando de cansancio y el público; no sé, quizás con el corazón el boca.
Altacha falló dos
pelotas imposibles. Sin embargo, el primer gol llegó del número 7 y gracias a
una corrida infernal además con gambetas incluido por el lado derecho del arco.
Además de gritarle el gol en la cara a mi hermano le dijo:
-Así se juega.
Y yo, pensé. “qué
cojudo. Cómo se ve que no lo conoce”. Lo que pasó después fue un espectáculo
extra deportiva. Le dijo no sé si sus verdades, pero de algo estoy seguro: El
jugador se arrepintió de la inmadurez de su; no sé si fue su lengua larga o de
su diminuta cabeza que almacena poco ceso.
Pero Altacha continúo
fallando pelotas imposibles. A esas alturas ya no me la creía ninguna. Pasa
algo, me dije para mis adentros. Después vino el segundo y en seguidamente
acabó el primer tiempo. En el descanso, los delanteros explicaron el estado de
la cancha en la parte del arco.
-Seré cojudo para
tirarme al suelo, le dijo Altacha al arquero quien también no creía lo que
pasaba con el goleador.
-Sí, esa parte está
lleno de agua, de barro. Ensuciarse no vale la pena, dijo el otro jugador de
área.
-No les creo, dijo
Aquicha, y se quedó hasta el final con la duda.
-Ya te va tocar
atajar en ese arco.
Y los jugadores que
ya habían experimentado esa parte de la cancha se miraron con complicidad. Tan
limpio y rubio todavía el Aquicha este…
En el segundo tiempo,
todo cambio. Altacha fue el Altacha de siempre, también El pellejo, Panchito, y
los otros… el tercer gol nació y terminó en los pies del intermnable número 9.
En tanto en la primera pelota de ataque de los locales un gol de esos goles que
hace sospechar que es producto de los incentivos. Fue un gol cujudo. ¿y, donde
estaba Aquicha? ¿No ves? ¡Parado, parado estaba! Y no hizo nada. Lo concreto,
el partido se puso 3 a 1. Animando por el gol de descuento los locales pusieron
más garra, corrían como si tuvieran dos pulmones. No se cansaban los demonios.
Para el colmo, el árbitro ya ni hacia caso el aviso de posición adelantada que
avisaba mi bandera. ¿Favoritismo? Ni dudarlo. Pero allí no mas llegó un
puntapié de Dios que la pelota quedó colgado allá arriba, donde las arañas
tejen su nido y no bajó más el balón. ¡Golazo, panchito, golazo! Algo más
tranquilos continuaron los vegetes andahuaylinos moviendo los hilos del juego. Y
así llegó una maravilla de gol gracias a un pase enfilado del número 7 para el
nueve. Y este, sencillamente la empujó como dicen las reglas del futbol: al ras
y fuerte.
Se dice que todo lo
que pasa en la cancha, queda en la cancha. Lo que hace un rato fue una amargura
y un desentendimiento, ahora era felicidad. Ambos se abrazaron por la
conclusión en gol de esa bonita jugada. Toda la tribuna aplaudió. Si estuvieran
en el Santiago Bernabeu, pañuelo blanco para estos jugadores.
De pronto Aquicha
sale de la cancha ¿alguna lesión? No creo. Si no hizo nada. En realidad no
hacía nada. Era otro espectador más. Y aún así, le hicieron dos goles. Yo pensé.
Volverá. Se metió entre las malezas. A orinar. Sí, eso es… pero me equivoqué. Comenzó
a lavar su cuerpo con el agua bajo los arbustos como si nadie lo viera, y
después; fue a buscar su bolso y se cambio de ropa. Mientras tanto, el partido
continúo hasta acabar por un amplio marcador de las visitas por un total de 7
goles a 1. Un resultado nada sorprendente. Ganamos, dijeron los alivios en cada
rostro. No hubo trofeo ni nada de eso. El placer de jugar. En efecto, además de
partido ganaron cajas de cerveza las que compartieron entre todos, inclusive
con el público. Y yo, no podría negarle al cielo que me cobija que tomé unos
cuantos vasos que en definitiva no me hicieron efecto. Por fortuna, tampoco a
mi hermano.
Entre risas, y más
risas acabaron consumidas las botellas de cerveza. La tarde dejaba de ser
evidente para presentarnos primero el ángelus, y luego la noche. No hacía falta
decir nada a nadie, cada quien conocía que la hora de partir era el momento.
Calculando, más o menos las 9 ó 10 de la noche sería la hora de la llegaba a
nuestras casas. Sí, nos esperaba una ruta muy larga. Mi esposa y Mirian
aguardaban en el carro junto a Sebas…
-¡Vámonos, ya! -. Nos
volvió a decir nuestras señoras.
Quedamos agradecidos de
toda la gente de Colpa por su atención. Gente que por más que no tenía nada que
ver con nosotros, se comportaron como si fuéramos hermanos. Cada apretón y cada
abrazo de despedida fueron tan sentidos que jamás podré olvidarlos. En
realidad, recién pude entender de lo valioso del deporte para amistar gentes,
hermanar pueblos. Por eso, amigos, hagamos deporte, para no ser introvertidos,
ni renegados sociales.
Ahora, les
alcanzamos-. Nos dijeron los chicos mientras subíamos al carro.
Nosotros nos vamos
por Kiswará, por la carretera nacional.
Nos esperan en
Kiswará si acaso no les alcanzamos
Así será…
Y después, dejamos el
pueblo con toda su gente revoleando las manos. El camino de retorno hasta el
insignificante ramal que va a Tacmara era, pues una cuesta casi vertical.
Felizmente el carro que es de doble tracción no tuvo dificultad. Rápidamente
alcanzamos la primera, después la segunda curva, así; como en la subida del río
hacia Matapuqio llegamos a la carretera principal que no se diferenciaba en
nada a la improvisada. A esa hora, el sol ya no existía. Pronto caería la
noche, primero estaba llegando el crepúsculo que afortunadamente todavía
permitía ver las distancias. Allá abajo, en aquel pueblo que por unas cuantas
horas nos hizo feliz con sus taquitos al balón de a poquito fue desapareciendo
hasta quedar atrapado e invisible detrás de los cerros. Y de las retamas
muertas, mejor no hablemos, Colpa también tuvo flores amarillentas que de un
momento a otro fenecieron sin ninguna explicación a causa del terrorismo liderado de un tal presidente
Gonzalo. ¿Presidente? Joder…
www.encisoaltamirano.blogspot.com
Llegamos a casa,
pasado las 10pm. ¿Y los muchachos? Me contó
Panchito unos días después, a las 4 de la mañana. Se quedaron en Pincos tomando
más cajas de cerveza.
Al día siguiente miro
las fotografías, y entiendo que había conseguido más materiales para terminar
de escribir LA CONDENA DE LA INOCENCIA, y pensé relatar esta historia que lo
llamé DE TAQUITOS AL BALÓN Y DE RETAMAS MUERTAS, por haber visitado a la tierra
en donde la muerte se supo de dolores a causa de sendero Luminoso.
Alejandro de
Andahuaylas.