miércoles, 31 de agosto de 2011

Mariela Cusa y el poema Espiritu

Gracias a Mariela Cusa, mi espíritu es una canción, y soy feliz como cuando sé que amo a Marcela.

El poema espíritu fue escrito en Buenos Aires en octubre del 2007 como parte del libreto del espectáculo Rebrotes de Sangre con la agrupación PROYECTO SAMAY. Este poema fue motivo de muchas intepretaciones, presentaciones en varios escenarios, entre ellas en el teatro Empire, Centro cultural Borges, espacio Tucumán, etc.

Ahora, después de mucho tiempo, me doy con la grata sorpresa que se hizo canción con la dulce y melodiosa voz de Mariela Cusa. Compartámoslo.

miércoles, 24 de agosto de 2011

El insendio de la Kurawa

Ocurre que cuando se es niño algunas veces el sentido del juicio se enfila por detrás de la travesura. No la he perdido nunca ni lo uno ni lo otro a pesar de mis años, todavía tengo alma de ese pequeño travieso que muchos desearían tener, tal vez, por eso escribo desde el fondo de mis recuerdos, mis remembranzas sin pecar con espesura.

Mi casa está en el barrio Chiq’u Cruz, en la actualidad conocido como Vista Alegre por la insapiente gestión de don Juan Ccoicca natural del la zona de laguna. Así como el nombre, pues, en mi arrabal todo ha cambiado. A priori, los espacios verdosos de aquel ayer son meros recuerdos.

Como en todas partes de la ciudad, también mi barrio está atiborrado de viviendas, hartamente poblado. Ya no es un arrabal con número de manos contados. Ahora, es, pues; una comunidad numerosa, una pequeña metrópolis dentro de una polis compuestas por tres bellos distritos, y que yace bajo las sombra del wayra-pata atisbado por el Waywaka.

Ayer por la noche hablé con un vecino que radica en una pequeña ciudad que pertenece a New York, Debo de confesar que apenas recuerdo la fisionomía de su rostro de aquel vecino, y no es precisamente por tener amnesia, es por la diferencia de edad. Yo, pues, cuando él salió de Andahuaylas, era apenas un warma, todavía un ñutisinq’acha. Sin embargo, le dije, sí; me animé que yo era el culpable del insendió de la curawa de la propiedad de su padre.

Debo de confesar que esperaba una respuesta alentadora, pero me dijo que el viejo está reluciente de memoria, y nada ha olvidado. Y yo pensé: felizmente ya me tiró chicote. El viejo es su padre de nombre Emilio, para todos don Emilio y para sus amigos, tambíen es don Emilio.

Ocurre que yo era especialista para los mandados. Quien sea podía contar con mis servicios para ir a comprar a la tienda. Desde luego que no eran gratuitos, tenía que ganar comisiones para satisfacer a los caprichos de mi estomago que de manera constante me pedía pan o en su defecto el fastidioso pero suculento chicle de 0.05 ctvs. Pero mi hermana Olimpia, ella muy viva, me daba el dinero justo.

¡Qué propina ni que propina! – así me contestaba cuando le pedía.

En estas condiciones, desde luego iba con desgano, a veces pateando latas, otras veces con mi trompo en mano, o en su defecto, con el jebe cazando pajaritos que habitualmente se paraban en los cercos atestados de tuna y anku kichka de Don Emilio o en la huerta de peras y manzanas de Don Salcedo.

El invierno en Andahuaylas es por demás lluvioso, por aquellos años, el Jr. Tupac Amaru, la Av. Hugo Pesse y el Jr. Los Chankas, pues, eran paisajes típicos de antaño: sin vereda y luz. De hecho que cuando la lluvia se insolentaba, además del barro se formaban considerables charcos de agua en la carretera. Y para ser honesto, empezaba a gustarme la lluvia, porque en aquel entonces estaba estrenando unas botas de jebe de color azul con rayas amarillas, que según mi padre debía ser para todo el año. Pucha, con esa advertencia ni pensar en jugar al futbol. El futbol era, pues, un privilegio sólo para mi hermano Juan, sólo para ése chuti que empezaba a ser conocido como “altacha”. Si mal no recuerdo, ya era suplente del equipo inter-escolar del colegio JEM de 1982.

La mayoría de las propiedades de Andahuaylas, también, en tiempos no muy lejanos se protegían con grandes muros hechos a base de barro conocidos como adobe, con alambres puntiagudos, o con cipreses especialmente concatenadas. Algunas propiedades, sólo para no decir: todas, criaban perros exageradamente lizos, rabioso, hambrientos, y deseosos de carne, preferentemente humana ¡cómo olvidar el perro blanco de don Manuel Hilares! si no se era hábil, de hecho que con gusto hundía sus enorme caninos en las escuálidas piernas de cualquier perezoso que merodeaba la propiedad. En cambio, el canino de don Emilio Mallma que de nombre llevaba “como tú” gozaba de una pasividad casi eterna. De todos los perros del barrio, “como tú” era el más manso, el más opa. Ahora que lo pienso, no tendría fuerzas por ser ya viejo. Lo concreto es que murió envenenado, nunca antes vi lágrimas igual de copiosas que de mi recordado buen amigo Kiko. Ahora que lo pienso y lo recuerdo pregunto ¿qué será de la vida de Kiko? Ni para tener consuelos con una descendencia de “Como tú”, el animal era castrado

¡Pobre animal, pobre perro, pobre como tú...!

Un día, y no sé de que fecha mi hermana Olimplia me mandó a comprar fósforo. Como siempre ella no me dio un sentavo para mi caramelo, pan o clicle.

- ¿y para mi caramelo? - le pedí, ella como siempre me contestó:
- ¡Qué propina ni que propina!

Salí de la casa con desgano, desde luego con la cabeza gacha y con las manos en el bolsillo. Bajé todas las graderías y al final, en la carretera me topé con Atancha Atau, mi buen amigo, y que ahora, en paz descanza.

-¿A donde vas? - me preguntó
-A la tienda
-¿A comprar?
-Sí.
-¿Qué?
Fósforos – contesté, y él me dijo:
!Ah¡ luego continuó su camino.

Tantas preguntas para decir “!Ah!” pero qué le pasa, qué se ha creido este won, me me dije, y preferí seguir caminando en dirección a la calle principal. En el trayecto, apenas llegando a la calle Hugo Pesse me topé con el perro de Kiko, con “Como Tú”, me miró, le miré. Es decir, nos miramos. No me ladró, pero tampoco movió la cola, nos pasamos con indiferencia. Total, qué me importa, es sólo un perro me dije, y apenas dando la vuelta de la esquina vi a don Emilio saliendo de su casa empujando una carretilla, y encima de esto llevando sus herramientas: Lampa y pico, tambien unos costales de rafia.

- Buenos días, señor. - le saludé.

Levantó su cabeza, me miró, pero no me contestó. Yo insistí, tampoco me devolvió el saludo. Pensé que no me había visto. No... !qué va!... ni que fuera invisible. No tuvo ganas. O derrepente tiene propblemas. Sí, es posible, porque un rato después escuché unos reclamos, era su señora. No sé, a mi mi padre me ha criado a su gusto y antojo, siempre me dijo: a los mayores se saluda aunque no sepas quién es. Con decir, que cuando acompañaba en sus caminatas de negocio, a todos los hombres que nos cruzabamos en el camino tenía que saludar en voz fuerte, sino lo hacía, me reprochaba o en el peor de los casos me jalaba de las patillas. El saludo no se gasta, así me decía.

-Señor... buenos días
-Ya te contesté, mocoso mañoso, así me contestó.

Después de eso, se me ocurrió correr hasta la esquina de la Av. Perú, y luego volteé. De hecho que no vi a nadie más que al Sr. Emilio empujando su carretilla, uno que otro pájaro volaba de rama en rama. El barrio Chiq'u Cruz por aquellos años era la barriada, el pueblo joven de Andahuaylas. No teníamos luz eléctrica, tampoco agua potable, por ende no había nada de alternativas de juegos electrónicos. Qué más, y nada. Miraba TV por las rendijas de la ventana de la Sra. Dina, pero cuando ella se enojaba, nos ahuyentaba con agua fría. Qué tiempos aquellos. Yo no fui pobre ni mendigo apesar de mis retazos cubriendo mi alma, siempre fui aguerrido, chanka, y viví bajo el amparo del Waywaka con el Wayrapata. Una vez en la esquina no hacía falta mirar arriba ni abajo, no había muchos carros, y los pocos que habían pasaban cada tanto. No babía necesidad de un semáforo. Luego me dirigí derecho a la tienda de la señora Elena. En dicha tienda ayudaba aveces su madre, no recuerdo cómo era su nombre. Esta señora siempre que me veía gustaba de mis ojos y me decía algo así como “paq'u warmacha, tiru ñawicha”, y yo, sonrrojado escapaba, evitaba de comprar allí, con tal de no pasar vergüenza me iba hasta Lampa de Oro a la tienda de la Sra Vergara o en su defecto a lo de la Sra Ochoa.

Bueno, el hecho es que ese día en particular, compré el fósforo de la tienda de la Sra Elena de Perez, luego salí con desantados pasos hasta la esquina, desde donde nuevamente miré hacía mi barrio, ya no vi a nadie y a nada, había tanta pacibidad que sentí la necesidad de hacer algo para cambiar el ambiente y mi estado ánimico.Miré el huerto del Sr. Salcedo, apetecientes frutas colgaban de sus ramas, tiré unas piedras, algunas cayeron hacia la carretera otras a la chacra. También esa huerta como de otros era cuidado por enorme perros, de hecho empezaron a ladrar, y por temor a ser descubierto corrí unos varios metros hasta cruzar el lindero. Pasé sin mayores sobresaltos por la casa de don Emilio, pero su propiedad era, pues, hasta la esquina de la prolongacion del Jr. Tupac Amaru, todo el perimetro era un cerco de adobe, la pendiente estaba protegida con paja y sobre esta, hechaban mucha tierra. En algunos sectores sobre el mural plantaban tunas, también el Anku-kichka, ambas eran plantas espinozas espacialmente para la proteccion de las propiedades, tanto de animales como de malechores.

Apenas cuando pasé por el portón que era de lata de la casa de don Emilio, me vi sólo, con libertad de hacer cualquier cosa, tenía el fosforo en mano, iba jugando, aveces tirando arriba, otras veces adelante y contando los pasos. Uno, dos, tres... uno, dos tres... y así, hasta cansarme. De pronto, no sé por qué. Pero dicen que elgún momento te gana la inconciencia. Y yo, no iba ser de la excepción. El primer fósforno que prendí sobre el mural no orogresó, de imendito lo apagué, tambén en la segunda, pero la tercera me ganó. El fuego empezó a correr con agua en una canaleta vertical, no puede contener, dominarlo, se propagó por todo el mural y con ello, la humareda se levantó como polvó con el ventarrón.

En verdad, quiero pensar que la mirada que tengo al recuerdo no es una mirada agonizante, digo, para no pecar de áspera ni rugosa, ojalá que su espesura sea grato y dulce en la añoranza para algunos y admiración para otros de lo que fue mi bello arrabal de aquel ayer y de mis travesuras. Lo concreto es que ese día la travesura me constó la quema de todo la Curawa del mural que recientemente habían cambiado. Como era de esperar, y es propio de un niño, me invadió el miedo, y con el miedo las ganas de correr, de escapar, si es posible de metermen bajo tierra, lo único que logré es llegar sano y salvo a mi casa, tratando de pensar que no había pasado nada. De hecho, mi rostro evidenciaba algo de culpabilidad.

-¿Que te pasó? Me preguntó mi hermana ni bien le alcancé el fósforo.
-Nada, contesté con innegable preocupación.

Luego salí corriendo hacia el corral desde donde observé el desastre. Todavía seguía la humareda y al rededor varios hombre tratado de apagar el fuego con tierra y agua. Me quedé acurrucado por varios ratos en un rincón del corral, pensando y mirando cómo se alimentaba el chancho. ¡Qué sucio es el chancho, por Dios que sucio que es! No importa qué come, lo que importa es la delicia de su carne !Añañauuuu!, pero cuanto más pensaba recordaba mi culpabilidad. A esas alturas sólo tenía una cosa por hacer: Rezar para que nunca descubra quién fue el maldito que quemó la curawa del mural.

Se dice que no hay crimen perfecto, y mi travesura tuvo pocos minutos de impunidad. Con unas preguntas en el vecindario supo quien era el causante.

- Fue así que descubrió:

- Oye, chiquito ven, don Emilio llamó a Atancha mientras jugaba con su viejo triciclo en las inmediciones de su casa, y depués preguntó ¿Has visto quién quemó todo esto?... ¿has visto?
- Yo no hey visto nada, señor, contestó Atancha.
- Sino has visto a nadie es porque tú has quemado.

Atancha sintió la acusación tal si fuera culpable.

-Yo nohey sido, señor, yo no...
- Entonces, ¿quién ha sido?
-El Aly estaba yendo a comprar fósforo, segurito que ése ha sido.

Don Emilio no dudó, toda su amarguro dirigió hacia mi casa. Subió las tantas graderías que hay de la carretera hasta la puerta sin inconveniente. Ya ni tocó la puerta, entró derecho hasta el patio interior.

- ¿Dónde está? Preguntó ante la átonita mirada de mi hermana.
- ¿Donde está quien, señor?
- ¿Donde está que le voy a matar?..¿Dónde está el malcriado de tu hermano?
- Se fue a Kakiabamba, contestó ella sin saber de quién se trataba.
- Yo no busco al futbolista, yo busco al malcriado de Alycha. A ese que a ido a comprar fósforo e insendió mi casa, ¿dónde está?
- ¿Insendió tu casa?
- No te hagas la que no sabes, pero no importa... sólo en dime dónde está...
- No lo sé, señor, Emilio... cálmese, señor Emilio, cálmese, por favor...
- Llámale, ahora, llámale, búscale...

Desde el corral escuché el llamado casi desesperado de mi hermana, en realidad todos escucharon: Los vasquez, Los Loayza, los Vivanco, Los Góngora, Los Mezares, todos. También los perros empezaron a ladrar, felizmente solo ladraban. Para mi tranquilidad días antes no había escuchado ningun aullido. En el barrio no habría muertes, a lo sumo unos látigos.

- ¡Qué! - contesté.
- Ven, alguien te busca.

No hacía falta tratar de adividar de quién se trataba. Regresé a donde estaba mi hermana sabiendo qué me esperaba.

- ¿Quién me busca? Pregunté sólo por las dudas, para disimular...
- ¡Yo! Me dijo el Señor Emilio. En realidad me sorprendió, me agarró de unos de mis brazos y me llevó a un lado.

Mi hermana ya no dijo nada, tampoco hizo nada. Me entregó a las manos del señor Emilio a pagar todas mis culpas. En realidad la última travesura. De las otras, mejor olvidarlo, las pagaré en otra oportunidad, también las conataré.

Luego sacó un látigo de cuero, de esos que se hacen llamar San Martín, tenía cuatro ranuras y con un nudo en cada punta. No sé cúantos, pero fueron varios que lastimaron mi cuerpo. En verdad les digo, hizo bien el señor Emilio, actuó bien. Y por eso mismo digo: a látigazos aprendí que no se debe de jugar con fósforo. Es un peligro, yo la saqué barata, felizmente no hubo víctimas que lamentar, sólamente se perdío un día de trabajo.

Déjenme recordar, me marché de mi barrio a la edad de 17 años, y después de casi 20 regreso, además de encontrarme con un paisaje diferente tengo que acostumbrarme de llamar a mi añorado Cheq'u-cruz con Vista Alegre, y como si fuera poco, al añejo barrio de kichka-pata lo quieren cambiar con la de José María Arguedas argumentando que es la zona en donde dio sus primeros pasos el genial escritor. Kichka-pata es más antiguo que Arguedas y el nombre obedece netamente a la cosmovisión Andahuaylina. Respetemos nuestra escencia, y no entremos socialmente al cuadro de la imitación. Quieran o no, la escencia Andahuaylina es runa-simi. Aceptenlo.

De hecho, todo ha cambiado en mi barrio, por su puesto, para bien, hay luz, en todos lados, también agua potable. Las calles estan pavimentadas, “eso de sin vereda y sin luz”, es meramente una prosa para la añoranza, una prosa de antaño. No hay un espacio verde, hay casas, muchas casas, algunos de cuatro pisos, y todos hechos a base de ladrillo y cemento ¿y, el adobe? Eso eran antes, de campesinos, suelen responder. Pucha, tendré que adaptarme, pues, a la nueva propuesta de urbanizacion de Andahuaylas.

Claro, desde luego que la gente de ayer, los que quedan están más viejos, Mis padres rondan las 8 décadas, tambien el Sr. Emilio. Otros ya no están. Que en paz descanse los señores: Nazario Atao, Donatila Medina, Sr. Mezares, mis abuelos, mi tio Eusebio, Los esposos Hilares y su hijo David, también mi buen amigo, Jhonatan. En verdad, ruego para el descanso de sus almas y que Dios nos proteja a todos los que vivimos bajo la falda del wayrapata.

De aquel cerco incendiado, de la misma que me valió varios azotes, ya nada queda, ahora la cuadra es una cuadra próspera, de puenta a punta. En lugar donde crecía plantas de pera, manzana y ciruela, está acentada varias casas de dos pisos y una clinica de obedece al nombre de Hampina Wasi. Hay dos bedegas, una de ellas de la Sra Maxi que es la hija mayor del Sr. Emilio y la otra, no sé de quién será.

Como punto final, con frecuencia me encuentro con el Sr. Emilio, y como siempre, fiel a la enseñanza de mis padres, le saludo, ya casi no me recuerda, mejor asi, porque si lo hace, es capaz de azotarme, era bravo, supongo que todavía sigue siendolo, es mejor no recordarle quien soy, prevenir para no lamentar, ¿no les parece?

Alejandro de Andahuaylas

Los dilemas de Alejandro: ¿Tu gato o los cuyes de tu abuela?

Hace algunos años como para no decir muchos, tuve una experiencia por demás dramática en relación a la crianza del cuy. Se sabe que la alimentación de ésta especie es el pasto verde fundamentalmente. Algunas veces se puede complementar con granos para que tenga mayor energía y un rapido crecimiento. Pero, hay que tener mucho cuidado con algunas plantas que a veces resultan nosivas para el cuy, por ejemplo: La cicuta (llama-q'ura), Cola de caballo, mostaza, peregil, etc. que en muchos casos vienen mezclados (camuflado) en el pasto o la alfalfa.

Aparte de las plantas nosivas, también los gatos son entes que influyen en su exterminación. Muchas veces los felinos domésticos se los come a los más pequeños, preferentemente a los recién nacidos. Siempre lo supe, y ahora también lo sé. Si fuera huachano, no me importaría, al final, también me los comería. Es de conocimiento que en la zona de Huacho (Perú) el plato típico es en base al gato techero.

Lo concreto es que hay un gato que está comiéndoselo a los cuyes de mi madre, este felino es de color negro, y sé de quién es, como también sé cómo se llama. Mi dilema es ¿Le doy veneno o no?

La cuenta que llevo es más de 10 cuyes muertos, claro, esta cifra no alcanza todavía al de mis recuerdos, ocasionados por una dejadez.

Como simpre y desde hace muchos años, mis padres siguen alternando su residencia entre Kakiabamba y Andahuaylas, ahora que estoy de vuelta después de muchos años ami tierra, sigo haciéndome cargo de los cuyes de mi madre. Y a ése gato, le tengo entre ceja y ceja. Sino le mato, comerá a todos los cuyes.

Es sabido que la caracteristica de un niño además de ser inquieto es, pues, sin lugar a dudas irresponsable. Con tal de tener más tiempo para jugar cualquier cosa es lo mismo. En aquellos años, vivía algo cansado de tener cuy para la crianza, porque representaba darle su pasto todos los días. No siempre hay alfalfa en la chacra. En estas circunstancias salía a buscar a donde sea, preferentemente a las chacras de la vieja hacendada. Siempre yo. Eso de ser el menor de una familia numerosa es fastidioso, todos quieren mandar, y para el colmo, mis padres tenían el pensamiento de que al mayor se lo respeta.

De esos pensamientos familiares mi hermano Juan era el que más se aprovechaba. En verdad, era el rey de la casa, el más-más, el intocable. En otras palabras el más ocioso. Para sus hermanos menores su palabra era ley, de no hacerle caso, aveces con gritos, y algunas veces nos golpeaba sin pudor. De cualquier modo se hacía respetar. Claro, toda la injusticia mientras mis padres estaban de viaje por Kakiabamba.

Mi primer dilema en torno a los cuy empezó una mañana de un día lunes. Sí, lo recuerdo como si fuera ayer. Mis hermanos mayores ya se habían ido al colegio, quedaba solamente mi hermana Olimpia que recien tenía dos días de retorno en Andahuaylas. Ella, en aquella ocación había viajado al Cusco a postular a la universidad Mayor San Antonio Abad. No estoy seguro si esa vez habría ingresado, lo más probable es que no, digo, porque tenía un enojo con todo y con todos, y para el colmo aquella vez, mi madre le había encargado mi cuidado. Es decir, a ella le debía respeto y obediencia. En caso de faltarle, ella tenía la potestad de aplicar cualquier sanción, por lo general era la golpiza.

Valgan las verdades, cuando se es niño se olvida de las responsabilidades. Aquel día lunes mi responsabilidad era de cortar alfalfa en la chacra que mis padres arrendaban. Después, limpiar las malas hierbas que habitualmente son nosivas.

Para el conocimiento de muchos, yo creo que al igual que los bebes, tambien los cuy lloran por llorar, mucho más cuando se trata de comida, se desesperan; hacen ruidos ensordesodoras, hasta por las puras. En esas circunstancias cualquiera piensa que tiene hambre, con tal de no escuchar esos gritos aunque sea sucuta.

Cuando me llamó desde la puerta de abajo mi amigo Atancha acababa de regresar desde la chacra con la alfalfa para los cuyes.

- Vamos a jugar al columpio, me dijo.
- Espérame un poquito le contesté, todavía tenía la manta de alfalfa en mi espalda.
- Apúirate, antes que nos gane los Gutierrez y su amigo el Ucuchka.
- Primero daré de comer a mis cuyes
- Ya, pues...

Si había algo que en demasía me gustaba era jugar al columpio, pero no de esas clásicas que se conocé en los parques. Este columpio era montado en una de las plantas de Lambras que abundaba al costado de la parte de atrás del colegio Juan Espinoza Medrano, y que tenía un crecimiento oblícuo, más o menos con una caída de 45 grados. Especial como para imitar los saltos de Tarzan. Lo mucho que gustaba jugar en este columpio es de no poder creer. Era, pues, una especie de ritual de iniciación en el mundo de “Los macho del barrio Cheqo Cruz” (Vista Alegre), sólo para aquellos que por las venas corrían sangre aguerrida, sangre Chanka. Nos aventábamos desde la sequía sujetado a una soga de paqpa (cabuya seca) y se iba 30 metros derecho al abismo.

-!Auwawaaaa...!

Saltaba uno, después el otro, y así; toda la mañana. De hecho que hubo accidentes. El Mimi fue uno de los desgraciados, no pudo sujetarse de la soga y voló como pajaro sin alas aproximadamente 50 metros. Afortunadamente cayó sobre un amontonado de chala. Tuvo lesiones leves, pero ya nada fue igual para él. El susto que se llevó repercutió mucho en su personalidad, se hizo cobarde, miedoso. Su madre comentaba a las madres del barrio el problema del Mimi: decía que en las noches deliraba, algunas veces se orinaba, lloraba y no podía dormir.

-Mancharikunmi, insistían las vecinas
En efecto, su problema era el susto. Aguita de Carmen para el susto le recomendaron.
-¿Dónde lo compro?
-En la tienda del Sr. Salas, en la amargura.

Me dirigí hacia la puerta de la cocina llevando el alfalfa. No estaba nadie en la casa ¿dónde se habra ido Oly? Me pregunté. Seguro donde Rene Carhuas, su amiga. Después puse en el suelo, cerca a la puerta de la cocina mi carga de pasto verde. Los cuyes al darse cuenta gritaron con desesperación, de prisa separé un manojo y lo dí de comer sin revisar las hierbas nosivas. Luego salí en dirección al depósito a sacar la soga, después me alejé de mi casa.

- ¡Espérame, Atancha, Espérame!

Nunca las podré explicar el por qué no cerré la puerta de la cocina, como tampoco por qué no limpié la alfalfa. En este caso, había mucho de la llama-q'ora que es hierba venenosa para los cuyes, tambien para los animales grandes como los vacunos y equinos. Tal vez sí, ¿Por jugar?... a lo mejor, lo cierto es que El Atancha no estuvo para defenderme cuando mi hermana Oly me dio la paliza más recordada de mi vida.

Tal como me dijo, cuando llegamos con Atancha a donde se juega al columpio, El Mimi ya se había apoderado por el resto de la mañana del árbol inclinado. Los Gutierrez y el Ucuchka reclamaban con hambre de querer pelear, pero cuando arribamos, y vieron al fortachón del Atancha alistar sus puños, se alejaron en silencio y cabizabajo como perros con la cola entre los rabos.

Nos turnamos varias veces hasta cansarnos de jugar, así vimos pasar el primer recreo del colegio, también al sol cuando llegaba al medio día. El nivel primario del colegio funcionaba en las tardes, de 1:pm hasta las 5,30pm especificamente. Valgan las verdades, perdimos la noción del tiempo. Sino hubiera sido por la responsabilidad de Bernacucha Oscco y su hermano Leonidas que siempre iban al colegio una hora antes, hubiéramos pensado que estábamos de vacaciones.

- ¿No se habrán caído de la cama, no?
- Ya son las 12 y cuarto, cosntestó Bernacucha ante la chanza del Mimi.
- No jodas...
- Mira el sol en donde ya está...

De hecho, primero nos miramos unos a otros, después corrimos cada uno a nuestras casas. Yo creo que ninguna familia tolera la dejadez de los hijos. Afortunadamente no tenía pendientes con la tarea, y eso, no era mi preocupación. El problema era mi hermana. Tal como mencioné párrafos más arriba, a ella debía de dar todas las explicaciónes. Mientras corría hacia mi casa rogaba para que no esté en casa, aunque se sabía que era en vano, Dios no está cuando más lo necesitas. Cuando llegué además de encontrarme con una hermana por demás enojada, por la puerta que no dejé cerrada habían salido los cuyes a comer la lafalfa entremezclada con las hierbas venenosas. El resultado fue varios cuyes muertos y otros tantos agonizaban en el suelo.

Nadie me ayudó a pedir clemencia, ni a soportar el dolor, aguanté las porras de mi hermana sin gallardía, grité a más no poder, y como si fuera poco, la carga de ser responsble de la muerte de los cuyes me atormentó varios años, creo que hasta ahora me sigue atormentado. A todo esto, yo pienso que en el patíbulo de los acusados, de hecho, la prudencia hubiera tambien acusado a mi hermana, pero eso, nunca pasó.

Obviamente se tenía que salvar a los cuyes que aginozaban, no sé de dónde pero, apareció el dinero para comprar los remedios, con algo se tenía que curar, ¿con qué?.. no lo sabía, qué mejor preguntar al veterinario. Me mandó a la veterinaria que en ese entonces estaba en una de las esquinas del antiguo local del colegio Belen de Osma y Pardo, era medio día y para mi mala suerte estaba cerrada, ¿ahora qué hago? ¿lo espero o no? Sino llevo los medicamentos se mueren todos, ¡Ay, mamita querida! Nunca se apareció el veterinario. Decidí regresar. En vista que todavía no había almorzado tenía mucha hambre, ustedes saben cómo es eso de sentir hambre cuando se es niño, aveces no conoce de razones, decidí comprarme pan con gaseosa, ¿y los medicamentos? ¡Qué me importa! Total, los cuyes no son míos, son de mis padres. Me los gasté casi todo el dinero que era para salvar la vida de los pobres roedores más famosos del Perú que habitaban en la cocina de la casa de mis padres. Ese dinero equivalía... a ver, a unos 10 soles de ahora. No recuerdo qué más compré, lo concreto es que lo que me sobró no alcanzaba para nada.

A esas alturas, estaba realmente por demás complicado. No hacía falta enumerarlas, de seguro que los cuyes murieron, sin dinero y con una falta al colegio mi vida había entrado al cuadro de los desesperados. Por miedo a más golpizas, decidí no volver hasta la noche. Pasé una parte de la tarde en el parque Lampa de oro, y después me fuí hacia San Jerónimo a esperar a mis padres. Hasta lo última gota de la tarde esperé en la zona de Rosasmayu, nunca llegarón. Regresé a casa, desde luego atormantado, con miedo a mi hermana. Primero llegué a la parte de atrás, después, de a poco me aproiximé hasta la cocina. Cuando me vieron casi todos se alegraron, menos mi hermana, me pidió el diero, no supe qué contestar, otra vez más, me pegó, y nadie dijo nada. Sólo aguanté el dolor, y qué dolor.

Al día siguiente llegaron mis padres, mi queja no alcanzó para nada, también me resondraron al ver una merma total en el conjunto de la crianza de los cuyes.

Con lo que me gusta la carne del cuy, por mucho timpo no comimos en pepeya ni en chaktado.

Cuando estuve lejos, extrañaba mucho los platos elaborados en base al cuy. Como era de esperar, apenas arribé a mi pueblo, mis padres hicieron preparar uno entero con papa y ensalada. No puedo describir las delicias de su carne, sólo puedo decir es la mejor de todas las existentes, y por esa misma razón, cuando mis padres se van de viaje me encargo de darle de comer, todos los días. Y es por esto, que me siento parte de esta crianza, y por lo mismo tengo este dileme ¿qué hacer con ese gato?.

Ése felino es de color negro y se llama Salen, y para el colmo es de mi sobrina. En verdad, quisiera que haya otras alternativas, o es el gato o son los cuyes. En cuanto a ventajas nada está en discusión, los roedores aportan mucho más que el animal de mi sobrina. ¿Díganme qué hago?, quiero soluciones. En primera instancia pensé hablar con mi sobrina que de nombre lleva Almendra y tiene 19 años, qusiera plantearle la situación. Estoy seguro que ella va elegir a su animal, porque para ella es su hija, esa es la forma cómo lo define: mi hija. Por otra parte, el esfuerzo que mis padres ponen en la crianza de sus animalitos es como para no considerar otras alternativas. Ellos, apesar de sus años piensan en cómo y con qué agazajar a sus hijos cuando van a visitarla.

Sino tomo medidas drásticas, en pocos días más, no quedará ni un solo cuy por causa de Salem.
Bueno, Almendra, ¿tu gato o los cuyes de tu abuela?
¿qué me responderá?
¡Uy, Qué problema!
¡Qué dilema!

Alejandro de Andahuaylas

Poesía andina: Espíritu

Alejandro en Imágenes

éstas imagenes corresponden a mi actividades sociales y culurales realizadas en el años 2007.
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Pronombres del runa-simi

MODO AFIRMATIVO
singular
-Ñuq’a.. kani... yo soy
-Q’an... Kanki..tu eres
-Pay … kan … ella/el es
-Kay … kan … esto es (neutro)

plural
-Ñuq’ayku…Kaniku… Nosotros
-Q’ankuna…Kankichi..Ustedes
-Paykuna…. Kanku…. Ellos/ellas
-Kaykuna….Kkanku… Estos/tas

Importante:
* El pronombre ÑUQ’A termina en vocal, entonces se le agrega el sufijo YKU.
* Cuando los pronombres terminan en una consonante se le agrega el sufijo KUNA

MODO NEGATIVO
-Ñuq’a mana kani
-Q’an manan Kanki-chu
-Pay manan kan
-Kay manan kan-chu
-Ñuq’ayku manan Kaniku-chu
-Q’ankun manan Kankichi-chu
-Paykuna maman Kanku-chu
-Kaykuna manan Kanku-chu

Importante:
*Cuando el pronombre termina en consonante el modo negativo es MAMAN, MANA cuando termina en vocal, pero con algunas exepciones. Además al sustantivo se le agrega el sufijo CHU.

Algunos ejemplos
-q'an manan kanki-chu (tu no eres)
-q'an manan kanki q'elqaq-chu (no eres escritor)
-Ñuq’a kani ductur / q'ampiq runa
-ñuq'a manan kani q'ampiq-chu
-paykuna maman kanku ductur-kuna-chu

Manuel Macchiavello

Discurso en el Salon Dorado

Peru llaqta