miércoles, 24 de agosto de 2011

El insendio de la Kurawa

Ocurre que cuando se es niño algunas veces el sentido del juicio se enfila por detrás de la travesura. No la he perdido nunca ni lo uno ni lo otro a pesar de mis años, todavía tengo alma de ese pequeño travieso que muchos desearían tener, tal vez, por eso escribo desde el fondo de mis recuerdos, mis remembranzas sin pecar con espesura.

Mi casa está en el barrio Chiq’u Cruz, en la actualidad conocido como Vista Alegre por la insapiente gestión de don Juan Ccoicca natural del la zona de laguna. Así como el nombre, pues, en mi arrabal todo ha cambiado. A priori, los espacios verdosos de aquel ayer son meros recuerdos.

Como en todas partes de la ciudad, también mi barrio está atiborrado de viviendas, hartamente poblado. Ya no es un arrabal con número de manos contados. Ahora, es, pues; una comunidad numerosa, una pequeña metrópolis dentro de una polis compuestas por tres bellos distritos, y que yace bajo las sombra del wayra-pata atisbado por el Waywaka.

Ayer por la noche hablé con un vecino que radica en una pequeña ciudad que pertenece a New York, Debo de confesar que apenas recuerdo la fisionomía de su rostro de aquel vecino, y no es precisamente por tener amnesia, es por la diferencia de edad. Yo, pues, cuando él salió de Andahuaylas, era apenas un warma, todavía un ñutisinq’acha. Sin embargo, le dije, sí; me animé que yo era el culpable del insendió de la curawa de la propiedad de su padre.

Debo de confesar que esperaba una respuesta alentadora, pero me dijo que el viejo está reluciente de memoria, y nada ha olvidado. Y yo pensé: felizmente ya me tiró chicote. El viejo es su padre de nombre Emilio, para todos don Emilio y para sus amigos, tambíen es don Emilio.

Ocurre que yo era especialista para los mandados. Quien sea podía contar con mis servicios para ir a comprar a la tienda. Desde luego que no eran gratuitos, tenía que ganar comisiones para satisfacer a los caprichos de mi estomago que de manera constante me pedía pan o en su defecto el fastidioso pero suculento chicle de 0.05 ctvs. Pero mi hermana Olimpia, ella muy viva, me daba el dinero justo.

¡Qué propina ni que propina! – así me contestaba cuando le pedía.

En estas condiciones, desde luego iba con desgano, a veces pateando latas, otras veces con mi trompo en mano, o en su defecto, con el jebe cazando pajaritos que habitualmente se paraban en los cercos atestados de tuna y anku kichka de Don Emilio o en la huerta de peras y manzanas de Don Salcedo.

El invierno en Andahuaylas es por demás lluvioso, por aquellos años, el Jr. Tupac Amaru, la Av. Hugo Pesse y el Jr. Los Chankas, pues, eran paisajes típicos de antaño: sin vereda y luz. De hecho que cuando la lluvia se insolentaba, además del barro se formaban considerables charcos de agua en la carretera. Y para ser honesto, empezaba a gustarme la lluvia, porque en aquel entonces estaba estrenando unas botas de jebe de color azul con rayas amarillas, que según mi padre debía ser para todo el año. Pucha, con esa advertencia ni pensar en jugar al futbol. El futbol era, pues, un privilegio sólo para mi hermano Juan, sólo para ése chuti que empezaba a ser conocido como “altacha”. Si mal no recuerdo, ya era suplente del equipo inter-escolar del colegio JEM de 1982.

La mayoría de las propiedades de Andahuaylas, también, en tiempos no muy lejanos se protegían con grandes muros hechos a base de barro conocidos como adobe, con alambres puntiagudos, o con cipreses especialmente concatenadas. Algunas propiedades, sólo para no decir: todas, criaban perros exageradamente lizos, rabioso, hambrientos, y deseosos de carne, preferentemente humana ¡cómo olvidar el perro blanco de don Manuel Hilares! si no se era hábil, de hecho que con gusto hundía sus enorme caninos en las escuálidas piernas de cualquier perezoso que merodeaba la propiedad. En cambio, el canino de don Emilio Mallma que de nombre llevaba “como tú” gozaba de una pasividad casi eterna. De todos los perros del barrio, “como tú” era el más manso, el más opa. Ahora que lo pienso, no tendría fuerzas por ser ya viejo. Lo concreto es que murió envenenado, nunca antes vi lágrimas igual de copiosas que de mi recordado buen amigo Kiko. Ahora que lo pienso y lo recuerdo pregunto ¿qué será de la vida de Kiko? Ni para tener consuelos con una descendencia de “Como tú”, el animal era castrado

¡Pobre animal, pobre perro, pobre como tú...!

Un día, y no sé de que fecha mi hermana Olimplia me mandó a comprar fósforo. Como siempre ella no me dio un sentavo para mi caramelo, pan o clicle.

- ¿y para mi caramelo? - le pedí, ella como siempre me contestó:
- ¡Qué propina ni que propina!

Salí de la casa con desgano, desde luego con la cabeza gacha y con las manos en el bolsillo. Bajé todas las graderías y al final, en la carretera me topé con Atancha Atau, mi buen amigo, y que ahora, en paz descanza.

-¿A donde vas? - me preguntó
-A la tienda
-¿A comprar?
-Sí.
-¿Qué?
Fósforos – contesté, y él me dijo:
!Ah¡ luego continuó su camino.

Tantas preguntas para decir “!Ah!” pero qué le pasa, qué se ha creido este won, me me dije, y preferí seguir caminando en dirección a la calle principal. En el trayecto, apenas llegando a la calle Hugo Pesse me topé con el perro de Kiko, con “Como Tú”, me miró, le miré. Es decir, nos miramos. No me ladró, pero tampoco movió la cola, nos pasamos con indiferencia. Total, qué me importa, es sólo un perro me dije, y apenas dando la vuelta de la esquina vi a don Emilio saliendo de su casa empujando una carretilla, y encima de esto llevando sus herramientas: Lampa y pico, tambien unos costales de rafia.

- Buenos días, señor. - le saludé.

Levantó su cabeza, me miró, pero no me contestó. Yo insistí, tampoco me devolvió el saludo. Pensé que no me había visto. No... !qué va!... ni que fuera invisible. No tuvo ganas. O derrepente tiene propblemas. Sí, es posible, porque un rato después escuché unos reclamos, era su señora. No sé, a mi mi padre me ha criado a su gusto y antojo, siempre me dijo: a los mayores se saluda aunque no sepas quién es. Con decir, que cuando acompañaba en sus caminatas de negocio, a todos los hombres que nos cruzabamos en el camino tenía que saludar en voz fuerte, sino lo hacía, me reprochaba o en el peor de los casos me jalaba de las patillas. El saludo no se gasta, así me decía.

-Señor... buenos días
-Ya te contesté, mocoso mañoso, así me contestó.

Después de eso, se me ocurrió correr hasta la esquina de la Av. Perú, y luego volteé. De hecho que no vi a nadie más que al Sr. Emilio empujando su carretilla, uno que otro pájaro volaba de rama en rama. El barrio Chiq'u Cruz por aquellos años era la barriada, el pueblo joven de Andahuaylas. No teníamos luz eléctrica, tampoco agua potable, por ende no había nada de alternativas de juegos electrónicos. Qué más, y nada. Miraba TV por las rendijas de la ventana de la Sra. Dina, pero cuando ella se enojaba, nos ahuyentaba con agua fría. Qué tiempos aquellos. Yo no fui pobre ni mendigo apesar de mis retazos cubriendo mi alma, siempre fui aguerrido, chanka, y viví bajo el amparo del Waywaka con el Wayrapata. Una vez en la esquina no hacía falta mirar arriba ni abajo, no había muchos carros, y los pocos que habían pasaban cada tanto. No babía necesidad de un semáforo. Luego me dirigí derecho a la tienda de la señora Elena. En dicha tienda ayudaba aveces su madre, no recuerdo cómo era su nombre. Esta señora siempre que me veía gustaba de mis ojos y me decía algo así como “paq'u warmacha, tiru ñawicha”, y yo, sonrrojado escapaba, evitaba de comprar allí, con tal de no pasar vergüenza me iba hasta Lampa de Oro a la tienda de la Sra Vergara o en su defecto a lo de la Sra Ochoa.

Bueno, el hecho es que ese día en particular, compré el fósforo de la tienda de la Sra Elena de Perez, luego salí con desantados pasos hasta la esquina, desde donde nuevamente miré hacía mi barrio, ya no vi a nadie y a nada, había tanta pacibidad que sentí la necesidad de hacer algo para cambiar el ambiente y mi estado ánimico.Miré el huerto del Sr. Salcedo, apetecientes frutas colgaban de sus ramas, tiré unas piedras, algunas cayeron hacia la carretera otras a la chacra. También esa huerta como de otros era cuidado por enorme perros, de hecho empezaron a ladrar, y por temor a ser descubierto corrí unos varios metros hasta cruzar el lindero. Pasé sin mayores sobresaltos por la casa de don Emilio, pero su propiedad era, pues, hasta la esquina de la prolongacion del Jr. Tupac Amaru, todo el perimetro era un cerco de adobe, la pendiente estaba protegida con paja y sobre esta, hechaban mucha tierra. En algunos sectores sobre el mural plantaban tunas, también el Anku-kichka, ambas eran plantas espinozas espacialmente para la proteccion de las propiedades, tanto de animales como de malechores.

Apenas cuando pasé por el portón que era de lata de la casa de don Emilio, me vi sólo, con libertad de hacer cualquier cosa, tenía el fosforo en mano, iba jugando, aveces tirando arriba, otras veces adelante y contando los pasos. Uno, dos, tres... uno, dos tres... y así, hasta cansarme. De pronto, no sé por qué. Pero dicen que elgún momento te gana la inconciencia. Y yo, no iba ser de la excepción. El primer fósforno que prendí sobre el mural no orogresó, de imendito lo apagué, tambén en la segunda, pero la tercera me ganó. El fuego empezó a correr con agua en una canaleta vertical, no puede contener, dominarlo, se propagó por todo el mural y con ello, la humareda se levantó como polvó con el ventarrón.

En verdad, quiero pensar que la mirada que tengo al recuerdo no es una mirada agonizante, digo, para no pecar de áspera ni rugosa, ojalá que su espesura sea grato y dulce en la añoranza para algunos y admiración para otros de lo que fue mi bello arrabal de aquel ayer y de mis travesuras. Lo concreto es que ese día la travesura me constó la quema de todo la Curawa del mural que recientemente habían cambiado. Como era de esperar, y es propio de un niño, me invadió el miedo, y con el miedo las ganas de correr, de escapar, si es posible de metermen bajo tierra, lo único que logré es llegar sano y salvo a mi casa, tratando de pensar que no había pasado nada. De hecho, mi rostro evidenciaba algo de culpabilidad.

-¿Que te pasó? Me preguntó mi hermana ni bien le alcancé el fósforo.
-Nada, contesté con innegable preocupación.

Luego salí corriendo hacia el corral desde donde observé el desastre. Todavía seguía la humareda y al rededor varios hombre tratado de apagar el fuego con tierra y agua. Me quedé acurrucado por varios ratos en un rincón del corral, pensando y mirando cómo se alimentaba el chancho. ¡Qué sucio es el chancho, por Dios que sucio que es! No importa qué come, lo que importa es la delicia de su carne !Añañauuuu!, pero cuanto más pensaba recordaba mi culpabilidad. A esas alturas sólo tenía una cosa por hacer: Rezar para que nunca descubra quién fue el maldito que quemó la curawa del mural.

Se dice que no hay crimen perfecto, y mi travesura tuvo pocos minutos de impunidad. Con unas preguntas en el vecindario supo quien era el causante.

- Fue así que descubrió:

- Oye, chiquito ven, don Emilio llamó a Atancha mientras jugaba con su viejo triciclo en las inmediciones de su casa, y depués preguntó ¿Has visto quién quemó todo esto?... ¿has visto?
- Yo no hey visto nada, señor, contestó Atancha.
- Sino has visto a nadie es porque tú has quemado.

Atancha sintió la acusación tal si fuera culpable.

-Yo nohey sido, señor, yo no...
- Entonces, ¿quién ha sido?
-El Aly estaba yendo a comprar fósforo, segurito que ése ha sido.

Don Emilio no dudó, toda su amarguro dirigió hacia mi casa. Subió las tantas graderías que hay de la carretera hasta la puerta sin inconveniente. Ya ni tocó la puerta, entró derecho hasta el patio interior.

- ¿Dónde está? Preguntó ante la átonita mirada de mi hermana.
- ¿Donde está quien, señor?
- ¿Donde está que le voy a matar?..¿Dónde está el malcriado de tu hermano?
- Se fue a Kakiabamba, contestó ella sin saber de quién se trataba.
- Yo no busco al futbolista, yo busco al malcriado de Alycha. A ese que a ido a comprar fósforo e insendió mi casa, ¿dónde está?
- ¿Insendió tu casa?
- No te hagas la que no sabes, pero no importa... sólo en dime dónde está...
- No lo sé, señor, Emilio... cálmese, señor Emilio, cálmese, por favor...
- Llámale, ahora, llámale, búscale...

Desde el corral escuché el llamado casi desesperado de mi hermana, en realidad todos escucharon: Los vasquez, Los Loayza, los Vivanco, Los Góngora, Los Mezares, todos. También los perros empezaron a ladrar, felizmente solo ladraban. Para mi tranquilidad días antes no había escuchado ningun aullido. En el barrio no habría muertes, a lo sumo unos látigos.

- ¡Qué! - contesté.
- Ven, alguien te busca.

No hacía falta tratar de adividar de quién se trataba. Regresé a donde estaba mi hermana sabiendo qué me esperaba.

- ¿Quién me busca? Pregunté sólo por las dudas, para disimular...
- ¡Yo! Me dijo el Señor Emilio. En realidad me sorprendió, me agarró de unos de mis brazos y me llevó a un lado.

Mi hermana ya no dijo nada, tampoco hizo nada. Me entregó a las manos del señor Emilio a pagar todas mis culpas. En realidad la última travesura. De las otras, mejor olvidarlo, las pagaré en otra oportunidad, también las conataré.

Luego sacó un látigo de cuero, de esos que se hacen llamar San Martín, tenía cuatro ranuras y con un nudo en cada punta. No sé cúantos, pero fueron varios que lastimaron mi cuerpo. En verdad les digo, hizo bien el señor Emilio, actuó bien. Y por eso mismo digo: a látigazos aprendí que no se debe de jugar con fósforo. Es un peligro, yo la saqué barata, felizmente no hubo víctimas que lamentar, sólamente se perdío un día de trabajo.

Déjenme recordar, me marché de mi barrio a la edad de 17 años, y después de casi 20 regreso, además de encontrarme con un paisaje diferente tengo que acostumbrarme de llamar a mi añorado Cheq'u-cruz con Vista Alegre, y como si fuera poco, al añejo barrio de kichka-pata lo quieren cambiar con la de José María Arguedas argumentando que es la zona en donde dio sus primeros pasos el genial escritor. Kichka-pata es más antiguo que Arguedas y el nombre obedece netamente a la cosmovisión Andahuaylina. Respetemos nuestra escencia, y no entremos socialmente al cuadro de la imitación. Quieran o no, la escencia Andahuaylina es runa-simi. Aceptenlo.

De hecho, todo ha cambiado en mi barrio, por su puesto, para bien, hay luz, en todos lados, también agua potable. Las calles estan pavimentadas, “eso de sin vereda y sin luz”, es meramente una prosa para la añoranza, una prosa de antaño. No hay un espacio verde, hay casas, muchas casas, algunos de cuatro pisos, y todos hechos a base de ladrillo y cemento ¿y, el adobe? Eso eran antes, de campesinos, suelen responder. Pucha, tendré que adaptarme, pues, a la nueva propuesta de urbanizacion de Andahuaylas.

Claro, desde luego que la gente de ayer, los que quedan están más viejos, Mis padres rondan las 8 décadas, tambien el Sr. Emilio. Otros ya no están. Que en paz descanse los señores: Nazario Atao, Donatila Medina, Sr. Mezares, mis abuelos, mi tio Eusebio, Los esposos Hilares y su hijo David, también mi buen amigo, Jhonatan. En verdad, ruego para el descanso de sus almas y que Dios nos proteja a todos los que vivimos bajo la falda del wayrapata.

De aquel cerco incendiado, de la misma que me valió varios azotes, ya nada queda, ahora la cuadra es una cuadra próspera, de puenta a punta. En lugar donde crecía plantas de pera, manzana y ciruela, está acentada varias casas de dos pisos y una clinica de obedece al nombre de Hampina Wasi. Hay dos bedegas, una de ellas de la Sra Maxi que es la hija mayor del Sr. Emilio y la otra, no sé de quién será.

Como punto final, con frecuencia me encuentro con el Sr. Emilio, y como siempre, fiel a la enseñanza de mis padres, le saludo, ya casi no me recuerda, mejor asi, porque si lo hace, es capaz de azotarme, era bravo, supongo que todavía sigue siendolo, es mejor no recordarle quien soy, prevenir para no lamentar, ¿no les parece?

Alejandro de Andahuaylas

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Poesía andina: Espíritu

Alejandro en Imágenes

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Pronombres del runa-simi

MODO AFIRMATIVO
singular
-Ñuq’a.. kani... yo soy
-Q’an... Kanki..tu eres
-Pay … kan … ella/el es
-Kay … kan … esto es (neutro)

plural
-Ñuq’ayku…Kaniku… Nosotros
-Q’ankuna…Kankichi..Ustedes
-Paykuna…. Kanku…. Ellos/ellas
-Kaykuna….Kkanku… Estos/tas

Importante:
* El pronombre ÑUQ’A termina en vocal, entonces se le agrega el sufijo YKU.
* Cuando los pronombres terminan en una consonante se le agrega el sufijo KUNA

MODO NEGATIVO
-Ñuq’a mana kani
-Q’an manan Kanki-chu
-Pay manan kan
-Kay manan kan-chu
-Ñuq’ayku manan Kaniku-chu
-Q’ankun manan Kankichi-chu
-Paykuna maman Kanku-chu
-Kaykuna manan Kanku-chu

Importante:
*Cuando el pronombre termina en consonante el modo negativo es MAMAN, MANA cuando termina en vocal, pero con algunas exepciones. Además al sustantivo se le agrega el sufijo CHU.

Algunos ejemplos
-q'an manan kanki-chu (tu no eres)
-q'an manan kanki q'elqaq-chu (no eres escritor)
-Ñuq’a kani ductur / q'ampiq runa
-ñuq'a manan kani q'ampiq-chu
-paykuna maman kanku ductur-kuna-chu

Manuel Macchiavello

Discurso en el Salon Dorado

Peru llaqta