Ocurre que cuando se es niño algunas veces el sentido del juicio se enfila por detrás de la travesura. No la he perdido nunca ni lo uno ni lo otro a pesar de mis años, todavía tengo alma de ese pequeño travieso que muchos desearían tener, tal vez, por eso escribo desde el fondo de mis recuerdos, mis remembranzas sin pecar con espesura.
Mi casa está en el barrio Chiq’u Cruz, en la actualidad conocido como Vista Alegre por la insapiente gestión de don Juan Ccoicca natural del la zona de laguna. Así como el nombre, pues, en mi arrabal todo ha cambiado. A priori, los espacios verdosos de aquel ayer son meros recuerdos.
Como en todas partes de la ciudad, también mi barrio está atiborrado de viviendas, hartamente poblado. Ya no es un arrabal con número de manos contados. Ahora, es, pues; una comunidad numerosa, una pequeña metrópolis dentro de una polis compuestas por tres bellos distritos, y que yace bajo las sombra del wayra-pata atisbado por el Waywaka.
Ayer por la noche hablé con un vecino que radica en una pequeña ciudad que pertenece a New York, Debo de confesar que apenas recuerdo la fisionomía de su rostro de aquel vecino, y no es precisamente por tener amnesia, es por la diferencia de edad. Yo, pues, cuando él salió de Andahuaylas, era apenas un warma, todavía un ñutisinq’acha. Sin embargo, le dije, sí; me animé que yo era el culpable del insendió de la curawa de la propiedad de su padre.
Ocurre que yo era especialista para los mandados. Quien sea podía contar con mis servicios para ir a comprar a la tienda. Desde luego que no eran gratuitos, tenía que ganar comisiones para satisfacer a los caprichos de mi estomago que de manera constante me pedía pan o en su defecto el fastidioso pero suculento chicle de 0.05 ctvs. Pero mi hermana Olimpia, ella muy viva, me daba el dinero justo.
¡Qué propina ni que propina! – así me contestaba cuando le pedía.
Un día, y no sé de que fecha mi hermana Olimplia me mandó a comprar fósforo. Como siempre ella no me dio un sentavo para mi caramelo, pan o clicle.
- ¿y para mi caramelo? - le pedí, ella como siempre me contestó:
- ¡Qué propina ni que propina!
Salí de la casa con desgano, desde luego con la cabeza gacha y con las manos en el bolsillo. Bajé todas las graderías y al final, en la carretera me topé con Atancha Atau, mi buen amigo, y que ahora, en paz descanza.
-¿A donde vas? - me preguntó
-A la tienda
-¿A comprar?-Sí.
-¿Qué?
Fósforos – contesté, y él me dijo:
!Ah¡ luego continuó su camino.
Tantas preguntas para decir “!Ah!” pero qué le pasa, qué se ha creido este won, me me dije, y preferí seguir caminando en dirección a la calle principal. En el trayecto, apenas llegando a la calle Hugo Pesse me topé con el perro de Kiko, con “Como Tú”, me miró, le miré. Es decir, nos miramos. No me ladró, pero tampoco movió la cola, nos pasamos con indiferencia. Total, qué me importa, es sólo un perro me dije, y apenas dando la vuelta de la esquina vi a don Emilio saliendo de su casa empujando una carretilla, y encima de esto llevando sus herramientas: Lampa y pico, tambien unos costales de rafia.
- Buenos días, señor. - le saludé.
-Ya te contesté, mocoso mañoso, así me contestó.
-Nada, contesté con innegable preocupación.
Luego salí corriendo hacia el corral desde donde observé el desastre. Todavía seguía la humareda y al rededor varios hombre tratado de apagar el fuego con tierra y agua. Me quedé acurrucado por varios ratos en un rincón del corral, pensando y mirando cómo se alimentaba el chancho. ¡Qué sucio es el chancho, por Dios que sucio que es! No importa qué come, lo que importa es la delicia de su carne !Añañauuuu!, pero cuanto más pensaba recordaba mi culpabilidad. A esas alturas sólo tenía una cosa por hacer: Rezar para que nunca descubra quién fue el maldito que quemó la curawa del mural.
- Oye, chiquito ven, don Emilio llamó a Atancha mientras jugaba con su viejo triciclo en las inmediciones de su casa, y depués preguntó ¿Has visto quién quemó todo esto?... ¿has visto?
- Yo no hey visto nada, señor, contestó Atancha.
- Sino has visto a nadie es porque tú has quemado.
Atancha sintió la acusación tal si fuera culpable.
-Yo nohey sido, señor, yo no...
- Entonces, ¿quién ha sido?
-El Aly estaba yendo a comprar fósforo, segurito que ése ha sido.
Don Emilio no dudó, toda su amarguro dirigió hacia mi casa. Subió las tantas graderías que hay de la carretera hasta la puerta sin inconveniente. Ya ni tocó la puerta, entró derecho hasta el patio interior.
- ¿Dónde está? Preguntó ante la átonita mirada de mi hermana.
- ¿Donde está quien, señor?
- ¿Donde está que le voy a matar?..¿Dónde está el malcriado de tu hermano?
- Se fue a Kakiabamba, contestó ella sin saber de quién se trataba.
- Yo no busco al futbolista, yo busco al malcriado de Alycha. A ese que a ido a comprar fósforo e insendió mi casa, ¿dónde está?
- ¿Insendió tu casa?
- No te hagas la que no sabes, pero no importa... sólo en dime dónde está...
- No lo sé, señor, Emilio... cálmese, señor Emilio, cálmese, por favor...
- Llámale, ahora, llámale, búscale...
Desde el corral escuché el llamado casi desesperado de mi hermana, en realidad todos escucharon: Los vasquez, Los Loayza, los Vivanco, Los Góngora, Los Mezares, todos. También los perros empezaron a ladrar, felizmente solo ladraban. Para mi tranquilidad días antes no había escuchado ningun aullido. En el barrio no habría muertes, a lo sumo unos látigos.
- ¡Qué! - contesté.
- Ven, alguien te busca.
No hacía falta tratar de adividar de quién se trataba. Regresé a donde estaba mi hermana sabiendo qué me esperaba.
- ¿Quién me busca? Pregunté sólo por las dudas, para disimular...
- ¡Yo! Me dijo el Señor Emilio. En realidad me sorprendió, me agarró de unos de mis brazos y me llevó a un lado.
Mi hermana ya no dijo nada, tampoco hizo nada. Me entregó a las manos del señor Emilio a pagar todas mis culpas. En realidad la última travesura. De las otras, mejor olvidarlo, las pagaré en otra oportunidad, también las conataré.
Luego sacó un látigo de cuero, de esos que se hacen llamar San Martín, tenía cuatro ranuras y con un nudo en cada punta. No sé cúantos, pero fueron varios que lastimaron mi cuerpo. En verdad les digo, hizo bien el señor Emilio, actuó bien. Y por eso mismo digo: a látigazos aprendí que no se debe de jugar con fósforo. Es un peligro, yo la saqué barata, felizmente no hubo víctimas que lamentar, sólamente se perdío un día de trabajo.
Déjenme recordar, me marché de mi barrio a la edad de 17 años, y después de casi 20 regreso, además de encontrarme con un paisaje diferente tengo que acostumbrarme de llamar a mi añorado Cheq'u-cruz con Vista Alegre, y como si fuera poco, al añejo barrio de kichka-pata lo quieren cambiar con la de José María Arguedas argumentando que es la zona en donde dio sus primeros pasos el genial escritor. Kichka-pata es más antiguo que Arguedas y el nombre obedece netamente a la cosmovisión Andahuaylina. Respetemos nuestra escencia, y no entremos socialmente al cuadro de la imitación. Quieran o no, la escencia Andahuaylina es runa-simi. Aceptenlo.
De hecho, todo ha cambiado en mi barrio, por su puesto, para bien, hay luz, en todos lados, también agua potable. Las calles estan pavimentadas, “eso de sin vereda y sin luz”, es meramente una prosa para la añoranza, una prosa de antaño. No hay un espacio verde, hay casas, muchas casas, algunos de cuatro pisos, y todos hechos a base de ladrillo y cemento ¿y, el adobe? Eso eran antes, de campesinos, suelen responder. Pucha, tendré que adaptarme, pues, a la nueva propuesta de urbanizacion de Andahuaylas.
Claro, desde luego que la gente de ayer, los que quedan están más viejos, Mis padres rondan las 8 décadas, tambien el Sr. Emilio. Otros ya no están. Que en paz descanse los señores: Nazario Atao, Donatila Medina, Sr. Mezares, mis abuelos, mi tio Eusebio, Los esposos Hilares y su hijo David, también mi buen amigo, Jhonatan. En verdad, ruego para el descanso de sus almas y que Dios nos proteja a todos los que vivimos bajo la falda del wayrapata.
De aquel cerco incendiado, de la misma que me valió varios azotes, ya nada queda, ahora la cuadra es una cuadra próspera, de puenta a punta. En lugar donde crecía plantas de pera, manzana y ciruela, está acentada varias casas de dos pisos y una clinica de obedece al nombre de Hampina Wasi. Hay dos bedegas, una de ellas de la Sra Maxi que es la hija mayor del Sr. Emilio y la otra, no sé de quién será.
Como punto final, con frecuencia me encuentro con el Sr. Emilio, y como siempre, fiel a la enseñanza de mis padres, le saludo, ya casi no me recuerda, mejor asi, porque si lo hace, es capaz de azotarme, era bravo, supongo que todavía sigue siendolo, es mejor no recordarle quien soy, prevenir para no lamentar, ¿no les parece?
Alejandro de Andahuaylas
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