martes, 7 de marzo de 2017

DE LA MANO, A LA ESCUELA CON MI MADRE

DE LA MANO, A LA ESCUELA CON MI MADRE

No hace mucho que la lluvia había cesado, y las nubes de a poco se disipaba. Esta no era un día cualquiera, era un día muy especial. Un día en el que por primera vez tenía que enfrentarme a lo desconocido.
Apenar me despertaron no tuve tiempo para hacer flojera en la cama. Me sacaron soñoliento directo al lavatorio a lavar mi cara y mi pelo, y después; a la cocina a tomar desayuno junto a mis hermanos mayores.
En toda la semana en lo único que pensaba era en la escuela. Miraba algo idiotizado el libro de Coquito que ya me habían comprado junto con las crayolas como parte de mis útiles escolares. No sabía exactamente a que me iba enfrentar o con qué me encontraría en la escuela. Mi expectativa era mucho más grande que mi tamaño. En esas circunstancias no supe qué hacer: llorar, hacer berrinches o escaparme. Lo concreto es que, mi destino ya estaba escrito y no había evasivas que valga.
Mi madre evidentemente no quería que sea igual que ella. Quería para mí, una vida diferente, con oportunidades, y no como la de ella que estaba llena dificultades. Ella quería que yo supiera leer y escribir, y que fuera “algo en la vida”, tal vez policía, profesor o ingeniero.
-          Para analfabeta, suficiente yo, decía en quechua con frecuencia.
Mi madre, pertenece a ese enorme grupo de mujeres peruanas que no tuvieron la oportunidad de ir a la escuela debido a la mentalidad de una sociedad machista. También se debió a la indiferencia de una clase política elitista y clasista que solo obedecía interés de un entorno aristocrático.
Pero esa mañana me colgaron por sobre mi hombro un bolso de tela recompuesta. Este era de color azul y me llegaba hasta poco más debajo de las rodillas. No supe exactamente qué llevaba dentro, y así me llevó de la mano a la escuela de varones desde mi barrio Cheqocruz caminando por Lampa de oro. En ese trayecto no sentí el barro por mis botas de jebe, tampoco tuve frío a pesar de lo opaco de la mañana. No estaba seguro puntualmente a que me enfrentaba. Sin decir nada, me dejé llevar por todo el trayecto. En un principio de sonrisas para el cielo, pero después a una densa tristeza, hasta el punto de encontrarme llorando en la puerta de la escuela.
-          ¡Ama waqaychu! – me dijo –. Aquí, vas a aprender lo que yo no pude.
Le miré con mis ojos lacrimosos a mi madre y me aferré con fuerza a su pollera, en su reboza. Cuando uno es niño, no tiene razón del significado de las palabras. Obviamente continúe llorando y sin el deseo de querer entrar al interior de la escuela que a esa hora, ya había una infinidad de alumnos haciendo fila en el patio principal.
-       ¡Yaykuy, warmachallay! Volvió a decirme. Pero no había palabras ni gestos que cambien mis ánimos. Continúe berreando, aferrado, esta vez, a sus piernas. Es evidente que no tenía atrevimiento de cambiar mi vida. ¡Entra, mi pequeño Intrépido! Es lo que me dijo. ¡Qué halago, mamá! Ahora me doy cuenta que tú vales mucho en mi vida. ¿Cómo decirle "no" a ante semejante marrullería? Pero yo, tan cojudo, una vez más dije no. ¡Qué mala onda el niño! Sí, lo reconozco, mala onda ¡total!  Que levante la mano quién no lloró el primer día de clases. ¡No seas pendejo, Manaco! Yo te recuerdo siempre gordito y bastante llorón, todo el año de la mano con tu mamá derramando cantaros de agua por la avenida Perú.
Pero mi madre volvió a decirme cosas muy bonitas y alentadoras.
-         Ésta va ser tu escuela. Aquí aprenderás de todo, y tú; me enseñaras a leer y escribir… entra hijo, entra mi runtusapacha, mi papakusapacha…
Y yo, nunca tuve la certeza por qué lloraba. Probablemente me daba vergüenza hablar con los otros niños, o tal vez presentía que en adelante ya nunca más sería niño descarrilado, ya tendría mayores responsabilidades, por ejemplo la tareas que nunca más dejé de tener, ahora que soy padre y esposo, sigo teniendo responsabilidades. Por las dudas, tal vez solo por las dudas lloraba, quizás solo para hacer notar que era niño y no adulto y valiente como muchos pretendían.
Poco a poquito me fui soltado, después del primero, el segundo paso ya fue fácil. Siempre de la mano de mi madre entré por primera vez a la escuela de varones nro. 55005.
Desde luego que la infraestructura de la escuela era mucho más grande que mi pequeña casa de media agua. La escuela tenía un enorme patio en donde una infinidad de chicos hacían fila.  Cuando mi madre le preguntó a una de las profesoras le indicó a donde llevarme. Yo, ya había dejado de llorar, buscamos a donde estaban formados los nuevos alumnos de la escuela. En realidad, no hizo falta examinar mucho. A lo lejos se escuchaba otros llantos, griteríos y lloriqueos. No era el único llorón ni el único cobarde. Me agarré fuerte de las manos de mi mamá otra vez, y ella me contuvo. Y así, me entregó a las manos de la profesora que a la fecha, no recuerdo su rostro.
¿iman Sutin? Le preguntó por mi nombre
Alejandrum, mamitay – contestó mi madre.
Dime su nombre completo, pues doña –le dijo la profesora en un acento muy fuerte. Fue cuando empecé a tener miedo, y de manera espontanea me aferre mucho más fuerte a la pollera de mi mamá.
Alijandro Enciso Altamriano.
Inmediatamente después, la profesora giró su atención hacia una carpeta con papeles. Y yo, miré fijamente sus movimientos, en especial sus ojos que con sus pestañas iban avanzando de arriba hacia abajo con la lectura.
 No está– dijo la profesora, luego le miró a mi madre –. Aquí, según esta lista, tu hijo no está matriculado.
En un primer momento mi madre no dijo nada, luego respondió. 
Mi esposo dijo que ya le había matriculado –contestó ella en runa-simi –. Y me dijo que lo llevara a la escuela.
¿Dónde está el comprobante de matricula?
 No lo tengo.
Tienes que traerlo.
Vi a mi madre preocupada más de lo normal. Yo también empecé a inquietarme. Llevar ese mismo día el comprobante era imposible.
Tendría que ir hasta Kakiabamba, le dijo.
¿Kakiabamba? ¿vienes desde allá?
Arí, Allá vivimos, pero también tenemos una casita en Andahuaylas, cerca al parque Lampa de Oro, en el barrio Cheqocruz.
Mis padres, son naturales del barrio de Salinas que est´s poco más abajo de puca puca,  pero por esas cosas mágicas que la vida tiene, llegaron muy jóvenes a Kakiabamba después de unos años de permanencia en la ciudad de Lima montando caballos. Ellos como gente del campo son, siempre anhelaron tener sus propias tierras, y no dudaron un segundo cuando supieron la noticia que terrenos de la hacienda estaban en venta. Dichos terrenos eran aptos para la agricultura.. Nadie de su entorno familiar estuvo de acuerdo con que dejaran todo lo adquirido en la ciudad de Lima para encaminarse buscando el sueño de tener lotes de terreno. Esta parte de la historia de mis padres es una especie de La conquista del Oeste.  Lo compraron contra todos los pronósticos y de ese modo se establecieron en la comunidad a principios de la década del 60. Con el trabajo en la tierra, y con el negocio de compra y venta de animales domésticos, mis padres empezaron a costear dinero y alimentación para el estudio de sus hijos.
De acuerdo al calendario comunal, abril es tiempo de maíz y queso, deshierbe de trigo y cebada, y de escarbe de papa y demás tubérculos. Es decir, es época de mucho trabajo para alguien que se dedica a la agricultura. En esa época, mi padre siempre estaba en el campo atendiendo a los sembradíos.
Ir a Kakiabamba en aquella época era inaccesible en tiempos de lluvia. Los carros no entraban por el barro en la carretera. El viaje se hacía con caballos, y duraba por lo general un promedio de 8 horas de ida y otras 8 de vuelta. En esa circunstancia era imposible llevarle el comprobante de matrícula que exigía la profesora, pero mi madre siempre tuvo desarrollado la inteligencia social a pesar de su condición de iletrada. No se quedó con la respuesta de la docente, habló con el director, y este ordenó a sus colaboradores verificar las matriculas en el cuaderno principal, pero tampoco hallaron, ¿en dónde me había matriculado mi papá? Difícil saberlo en ese momento.
En la escuela de mujeres, imposible. En el INA, menos. En el colegio Juan Espinoza Medrano en el turno de la tarde, había probabilidades. Al no existir teléfono en esa época había dos alternativas para dar solución: viajar hasta Kakiabamba o ir de escuela en escuela hasta averiguar mi nombre entre los matriculados. Pero también se barajó la posibilidad de no tener matricula. Y yo, no quería quedarme sin estudiar. Comencé a llorar, esta vez, con justa razón.
-          No llores, niño – me dijo el director haciéndome mimos en la cabeza–. Tú, vas a estudiar aquí.
No le contesté. Solo me quedé mirándole que por la cantidad de lágrimas que brotaban de mis ojos tampoco recuerdo su rostro. Las palabras del director me habían dado alivio. Mi primer día de clases en la escuela, no estaba resultado como me las había imaginado. La idea de no poder estudiar me entristecía. ¿A quién responsabilizar por tamaño descuido? Evidentemente tenían mucho de culpa mis padres. Les faltó comunicación. “Ya está matriculado” no significa escuela de varones por ser varón, pero mi madre pensó de ese modo, y por eso; me llevó de la mano a la escuela de varones, en donde lamentablemente, no registraba ni la primera letra de mi nombre.
-          Mientras solucionamos el problema, estudiará aquí –le dijo a mi madre.
-         ¡Gracias, papay, y que dios te lo pague! Contestó siempre agradecida mi madre.
Entonces el director me llevó de la mano hasta el salón en donde me encontré con muchas sillas y muchas mesas, también con niños inconsolables que no querían desprenderse de sus padres. El director le explicó cuál era el problema, y luego; le dijo a mi madre que se fuera no más. Mi madre me dejó con la profesora que no era la misma de la formación.
Desde muy pequeño fui algo tímido, introvertido, poco social y con mucha vergüenza. Era un niño de pocas palabras. Esa mi característica me hacía sentir que todos me miraban solo por mis botas de jebe que llevaba puesto, por mi pantalón violín con pliegues, mi chompa de lana de color rojo y mi camisa verde a cuadros abotonados hasta los últimos ojales. Y como si mi vestimenta no eran motivos suficientes para las miradas, mi bolso de telas remachadas sí era muy llamativo: permanecía colgado desde mi hombro hasta poco más abajo de la rodilla.
Por estos motivos me sentía amilanado, tan solo con el deseo de que mi madre volviera lo más antes posible.  Esa mañana que era mi primer día de clases en la escuela, me quedé sentadito y calladito como huérfano abandonado. Quería volver a llorar, pero por más que lo intenté, ya no pude conseguir. Mis lágrimas se habían secado.
La profesora era una señora muy guapa, no recuerdo cómo se llamaba. Probablemente Rosa. Era muy buena conmigo, me dio los mejores juguetes para jugar, siempre me preguntaba si estaba bien o mal. Seguramente se apiadaba de mi situación.
A la hora del recreo, los otros niños sacaban sus comidas de unas hermosas y lujosas porta viandas. Papa fritas, huevos fritos, arroz… plátanos, manzanas, peras. ¡Qué rico! Y yo… ¿qué habrá hecho de comer mi madre? Con algo de temor saqué una pequeña envoltura de tela. Un mantel, que en runa simi significa suysuna. Mote con queso y un huevo sancochado. Eso había preparado. Comí con timidez.
A la hora de salida, mi tristeza cambió apenas vi el rostro de mi madre. Con mucha rapidez, agarré mi bolso y corrí donde ella. Luego, escuché que le decía al director que no había ninguna novedad.
-         Anda a averiguar al colegio Juan Espinoza – le sugirió el director también la maestra. Y mi madre prometió hacerlo. Y antes de despedirse, el director que más bien parecía gordo como Miguel Grau y con mucho baraba dijo:
-          Mañana puedes traerlo si quieres a tu hijo. Podemos inscribirlo aquí…
-          ¡Gracias, papay!
Regresamos a casa por el mismo camino bajo un calor intenso, y pasando El parque Lampa de oro, me encontré frente a una propiedad lleno de árboles frutales cuyas ramas salían a las afueras del cerco. Me aproximé cuidadosamente pisando cicutas y ortigas para alcanzar algunos tumbos que se mostraban apetitosas.
-         Yau, maqta! – gritó, y cuando voltee vi que venía una piedra que inevitablemente se estrelló en mi espalda. luego me preguntó indignada –. ¿Suwakuytachu Yachachirqayqui?
-         No, mamá – le contesté con mucho dolor. Nunca me has enseñado a robar…
Así como me había aproximado hacia la pared, salí de ella, pero con dolor en la espalda hacia el camino que tenía una subida bien pronunciada y  que, en ambos lados de la vía crecían atiborradas rosas silvestres, cabuyas y eucaliptos.
Cuando se es niño, impera la inconsciencia ¿preocuparme de qué? El problema de la matricula no era mi problema a resolver. Ni sabía exactamente qué es lo que estaba ocurriendo, pero cuando vi a mi madre, noté que ella caminaba inquietada, acelerada… y no era para menos, estaba en juego el futuro de su hijo. Ósea, de mí.
Y cuando llegamos a casa, no me dijo nada sino hasta después del almuerzo.
-          Prepárate, vamos a ir al colegio que está a la vuelta.
-          Qakuya… yo le contesté.
En horas de la tarde de nuevo me llevó al Colegio Juan Espinoza Medrano a indagar mi matricula. Bajamos por el cerro hasta las inmediaciones del estadio Municipal, después caminamos una cuadra por la avenida Perú. Ni bien llegamos tocó la puerta de la institución que permanecía atrancada. Del interior se oyó abrirse los trinquetes de la puerta con la bulla característica de un portón de metal, e inmediatamente después salió el portero que resultó ser hombre del barrio.
-          ¡Buenas tardes, Don Dávalos!
-         Buenas tardes, Doña Teresa –contestó el señor, luego se puso a disposición – Muy bien –. Dijo luego de escuchar el motivo de la visita – La dirección está antes de subir al segundo piso, pregunta por el profesor Miguel Pregunteguí, es el director.
Luego de eso, empezamos a caminar por el patio.
-         Pararamunqam – me dijo mi madre según avanzaba y miraba el cielo ponerse gris-.
Efectivamente, tanto Wayrapata y Waywaka habían cambiado de ánimos. Ya no se mostraban felices ni radiantes. Se habían llenado de nubes oscuras, cúmulos que no querían irse ni con el agresivo viento que azotaba la ciudad. Era mi primera vez en el interior del glorioso colegio. Y según recorría de la mano de mi madre, sentí recorrer por mis venas una sensación inexplicable, un sentimiento diferente. Ya me habían dicho, que el colegio Juan Espinoza Medrano irradiaba esa cosa que no se sabe exactamente qué es.  Podría ser amor, como también podría ser el espíritu de la buena enseñanza y el buen saber.
Cuando llegamos a la dirección, efectivamente nos atendió un señor de nimia estatura, algo fornido y pelo entrecano. Era el director.
Luego de escuchar los problemas que mi matricula había ocasionado a mi madre, el director le ordenó a la secretaria que buscará en la relación de los alumnos registrados.
-         ¡Aquí está! Dijo la señora con cierta algarabía después de haber encontrado mi nombre.
Muy bien, mamitay… tu hijo está matriculado en este colegio. Va estudiar con nosotros
-          ¡Ay, papay, papacito… entonces será así…!
-          Sí, tu hijo será un juaneco.
-          ¡Gracias, papay!

Y yo, solo me limité a observar cómo se definía mi futuro estudiantil. Ahora qué puedo decir… A diferencia de muchos niños, la historia de mi primer día en la escuela no fue tan bonita que digamos. Fue una aventura lleno de incertidumbre, y a la vez, agradable que vale la pena compartir. Todo lo demás, es historia conocida. Soy del JEM desde siempre, y si hubiera sido por mí, desde la cuna o desde el primer día… Sin embargo, nadie puede decir lo contrario. Soy juaneco gracias a mi padre, y también gracias a mi madre quien me levo de la mano, a la escuela a pesar de sus limitaciones.


martes, 21 de febrero de 2017

DE ESO NO SE HABLA

 Por las canas en el pelo, sabemos que El chita no es niño, también sabemos que El pellejo por amor es capaz de viajar hasta Huancayo en una sola noche ida y vuelta. Ni qué decir cuando de lengua con dinamita se trata, Qarachupa es el campeón a pesar de su diminuta estatura.

Sabemos que ahora todos somos héroes para nuestros hijos, somos amigos de nuestros amigos, y buenos vecinos de nuestra ciudad. Nosotros sabemos que somos sobrevientas de épocas muy difíciles de la política peruana, sobrevivientes de una hiperinflación jamás imaginada, sabemos lo que es cargar fusiles de palo, sabemos ganar gallardetes, trofeos, diplomas, canicas, etc.

-       ¡Nosotros, sí, sabemos!

 Pero a pesar de nuestros conocimientos de aquella época, mi vecina me la quiso hacer… se creyó pendeja, la muy viva y terrible villana. Ella jamás imagino que los amigos son los amigos y nos contamos todo. ¿Qué habrá pensado la muy bandida? ¿Qué…? ¿El amor se puede compartir? El amor no es para compartir, el amor es exclusividad del corazón. Lo que sí se puede compartir es el cuerpo. Durante la primera semana, bajón total.

-       Mejor no le digamos nada – le dije a mi amigo –. Hagamos como si no supiéramos… tú sigue con la tuya, y yo con la mía, y ella será lo que nosotros queramos.

Y así fue… algunas veces conmigo, otras veces con él. Mientras tanto ella aseguraba fidelidad. Muy bandida la vecina. Empecé a buscar otros horizontes, otras posibilidades.

Si Pacolo va a Talavera con Señorito Yuri en busca de la pequeña ojos de canica, ¿Por qué no puedo ir a San jerónimo? Ninguno de mis amigos se había percatado que en el colegio Virgen del Carmen crecía con su belleza la prima de Anku Ayllu. Felizmente El Zorro Paul concentraba sus artimañas en el interior de su casa. Dicen que Maricarmen Rigueiro estaba más buena que la loca Hilda o la chata de ojos de canica.

-       ¡Menos Mal!

De alguna manera me las arreglé para tener su amistad de esa bella morena. Todos los días después del cole por Chuspi a San Jerónimo. A veces solo, otras veces acompañado. Sin dinero en el bolsillo lo que tenía era la seguridad en el espejo con mi peine. No tan bonito, pero de seguro era exótico.

En muchos sentidos yo era un muchacho diferente. Por un lado mis vacaciones la pasaba más allá de Wakukuri, chambeando la tierra, cosechando maíz en hilera, entre el lodo y el barro yo era Raymundo, ósea, el hombre que debe morir…  Yo no pasaba mis vacaciones en Lima como El Cholo quien después de quince días de estadía se creía el más, más… el último pituco a imitar  o como Yuricha que se creía el Dios de los tambores napoleónicos. Ni hablemos de Chanchito Venegas, se apreciaba el Albert Einstein, el galán del salón, matemático, casi siempre engreído, con ganas de querer hacer las cosas bien aunque sea gileando, lo que nunca imaginó es que El burro la tenía más… más historial junto a La quince y El pato.

Y sí mencionamos al pato, este sí que la soñó, la peleó para tenerla muy cerca. Era tan joven y prefirió ser cuñado a ser “amor”. Se dice que, el quien ama, deja… la deja ir. Tremenda persona el Pato. Mis respetos. Pero lo que no se perdona bajo ninguna circunstancia es instigar a robar las ciruelas de su propio huerto al payino que ocupaba todo su tiempo en los micrófonos de una radio que recién estaba por salir. Malévolo y descarado El pato.

En fin, todos vivimos en la Edad Media a pensar de no ser Medievo, no éramos duchos con la espada y la flecha, pero sí éramos tan buenos con las hondas. Ni hablemos de los Chiwakus, de los gorriones, las perdices... Con una sola puntería caían dos, tres para el asador… vivimos en una época totalmente diferente, con aciertos y desaciertos, con tristezas y felicidades. Como en todas épocas, había pocos que tenían muchos, y muchos que tenían pocos. ¡Era tan raro tener una bicicleta!

-       ¿Raro?
-       ¡Perdón tío Venado! – Le dije – tú tenía una moto, pero no querías llevar a nadie argumentando que se gastaba la llanta trasera. ¿sí o no?
-       Raymundo mentiroso.
-       Dejémoslo ahí, tío… le dije ahora que ya somos viejos.

 Lo concreto es que en san jerónimo empecé a enamorarme. Esa morena era tan bonita que calzaba perfectamente en el latir de mi corazón. Cada vez que la miraba, sentía que me calcinaba aún sin antes de saber el calor de su cuerpo. Por ella empecé a entorpecer mis estudios, pasaba desveladas noches, días enteros de delirio, de alucinación, sentía que me hacía falta su presencia, su aura, la mirada de sus ojos negros. En realidad, empecé a perder la cabeza. Siempre hay un bien que mal venga, de lo malo decidí sacar provecho.

Así como el amor había entorpecido mis estudios, también me haría un joven aplicado ¿Cómo no estudiar si el único lugar en donde podía verla era en la biblioteca? Empecé a recuperar mis notas haciendo mis tareas escolares en la biblioteca al lado de ella, mejor dicho; en la mesa contigua. ¡Ay, el amor! Tan puro y tan cojudo.

-       ¡Qué huevón!

Pero, ¿cómo decir al corazón cuando este solo quiere latir por ella? Felizmente amor de chibolos es amor pasajero. Eso de que el amor es ciego, sordo y mudo, lo certifica también mi experiencia. ¿Qué le habré visto a esa morena para quedar estupefacto de amor? Me conformaba con pequeñas cosas, una sonrisa era lo máximo. Lo irrefutable es que cuando el corazón mira, los ojos sólo sirven para ver y andar sin tropiezos, pero para amar, no sirve. El argumento de que me gustaba su forma de ser, pueda que no me crea ni el wakukuri.

Felizmente cuando la ilusión acabó, ni para decir que extrañaba su cuerpo, a lo sumo su lento caminar de la biblioteca a su casa.

 De hecho, valió la pena ir a San jerónimo. Lejos de los buitres, de los cóndores y los pájaros. Lejos de Chanchito julio que ni bien le soltaron la soga, tímidamente  empezaba con sus primeas aventuras fuera de su corral. Ni hablemos de Maniaco, bandido, siempre listo con su somnífero el Ron Cartavio, y cuando estaba vacía, especial para jugar a la botella borracha.

En San jerónimo además de encontrar un amor puro e inocente, también encontré un amor furtivo, amor clandestino. De esos que no se debe de hablar, ni describirla, porque se degrada su valor. Con decir hermosa, pueda que se esté siendo impreciso. Lo cierto era encantadora con su rostro, y además muy apasionada. Con el argumento de que su padre era celoso, nos veíamos a escondidas. Yo le esperaba según lo pactado. Algunas veces en los maizales, otras veces mirábamos el atardecer en los cerros bajo el amarillo de las retamas. De la iglesia a su casa nunca. Ella era evangelista y yo, recién confirmado por los santos sacramentos. Cuando de amor juvenil hablamos, no tiene importancia los sacramentos. Desde luego, el hombre según pasan los años, descubre su razón de ser, si es varón, por su puesto; quiere una mujer. Y si es mujer, quiere un varón. No hay razón que valga. Ser o no ser, esa es la cuestión. La homosexualidad es una cuestión casi normal, tanto en los hombres como en los animales, con la diferencia de que los animales lo hacen de manera instintiva, mientras que los hombres de manera consciente. Y no hace falta pedir explicación al homosexual, ellos siempre tendrán razón, excusa o argumento que explique la manera cómo justificar lo que es incorrecto. Mientras tanto, seguiremos descubriendo historias denigrantes y lamentables de la inocencia y el infortunio de los muchos niños que son ultrajados por depravados sexuales, y los muchos degenerados lamentablemente se encuentran escondidos bajo respetables y venerables albas de la iglesia. A nombre de la religión y de Jesús, todas las aberraciones…

Alba es la túnica que según dice la biblia usó Jesús mientras Herodes le hacía burla durante el juicio.

 Pero, ¿cómo frenar la pasión cuando este se mueve casi automáticamente? Imposible. Mejor hablémoslo de los pecados a su padre. De seguro que tiene mucho que contar. De acuerdo a las experiencias, cuanto más murallas, más bandidos queriendo entrar, y entraron no mas…  Ella era deportista, específicamente voleibolista. Sí que tenía buenos saques, buenos servicios y muy buena matadora. En conclusión, la mejor de todas… Lo de malo, por ser bonita y sexy, todos la querían tener… me la quitaron nomas. Y yo, después de mucho tiempo, media vuelta a mi casa, y saber que la muy bandida de mi vecina seguía pesando que seguía engañándome.

 Mientras tanto, Tilico y el Pecas jugaban a ser galán con las niñas del tercer año. Ya no recuerdo sus nombres, era una dulzura una de ellas que de blanco rebozaba su piel entera. Tendré que preguntar a la memoria quién era, y estoy seguro que cualquier recuerdo podrá responderme lo que El pecas y El tilico no hicieron.

Cuando empecé a mirar la flor de otros jardines, supe que tenía que hacer algo diferente, ser distinto los demás. Me puse a escribir poemas que según yo, tenía rimas por todos lados. Las musas ya no eran mis recuerdos, mis aventuras  y desventuras. Otras mariposas empezaron a aletear en mi entorno. Y la musa era la esperanza. Así te encontré caminado por la alameda a tu casa en Alfonso Ugarte. ¡Ay, el amor! Nunca las podré entender. Ni ahora que tengo cuarentipicos de años y tengo una maravillosa esposa. ¿Sí o no Abelino? Y pensamos que con ella te ibas a quedar. Lo tuyo sí que fue muy lindo. Eras nuestro ejemplo de fidelidad. Dos largos años para alguien que tiene 15 años es demasiado tiempo. Pero la vida es así, uno no sabe para quién trabaja.

-       ¿Cómo que no?
-       ¿Tú sabes?
-       Claro, Maniaco es Maniaco. La luchó, la peleó y la consiguió. Ahora es abuelo junto al amor de toda su vida.
-       Tiene razón, Cesar.
-       Y si no es así… ¡que le corten la nariz a Cesar por mirarse mucho en el espejo!
-       ¡No seas pendejo, Juve! ¿Cómo que le van a cortar la nariz a nuestro Juan Espinoza Medrano?
-       Dirás Laura León
-       ¡Explícate, Pellejo!
-       Espejito, espejito… dos mujeres y un camino
-       No entiendo
-       ¡Laura León, pues!
-        ¡Ah!
-       ¿Y qué me dices del Che?
-       Dirás del Belén punku Chimpachi, o tal vez de La Santi.
-       No hablemos de huevadas, podemos herir susceptibilidades,  mejor hablemos de nuestro partido de los sábados.

 De mal en peor, ¿qué está pasando con nuestro equipo?, jugamos bien, pero perdemos. Tenemos buen arquero, buenos defensas, buenos mediocampistas. Goles son amores.

-       El problema es el zorro, ¿acaso no lo ves?
-       La próxima ganamos, aunque sea de chiripa pero ganamos, sino que sigan festejando los ACD. Nuestra derrota es la alegría de ellos…
-       ¿Por qué nos tienen tanta bronca?
-   De eso, mejor no se hablemos… dijimos todos...

CONFRATERNIDAD ESPINOCINA



Una herencia innegable
Efectivamente, después de veinticinco años todos tenemos el rostro que el tiempo nos ha dejado. A muchos de mis compañeros de la promoción 1990 del colegio JEM los había visto, los veía cada tanto en las esquinas, en los parques, en las escuelas, en las instituciones públicas, en las fiestas, en todas partes… Algunos caminando, otros conduciendo pequeños escarabajos, motocicletas o camionetas de último modelo. Lo concreto, es que en los retrovisores de la vida, se reflejaban fastuosos, pero con arrugas en sus perfiles y pelos entrecanos. No los hacían viejos, pero la mocedad se escondía detrás de sus rostros duro como mármol. Y yo, entre mí pensé: “Será porque tienen responsabilidades”.
Naturalmente, es normal que un hombre con base cuarenta tenga esposa e hijos, también un trabajo que cuidar y cumplir puntualmente. Es decir, generalmente uno se encuentra en la etapa en que todos tienen lo que tienen pero, no tienen tiempo para compartir…
Lamentable.
Aunque ya me habían comentado que un grupo de ex alumnos de otras secciones se estaban juntando con fines de organizarse para celebrar los 25 años (boda de plata), de haber egresado de las aulas del colegio Juan Espinoza Medrano. Nosotros (los de la sección B) por nuestro lado teníamos reuniones de confraternidad cada mes. De cierto modo, estábamos juntos y organizados.
Desde cualquier punto de vista, toda iniciativa es saludable.
Siempre habrá personas con ganas de hacer algo, de aportar, de colaborar mientras el fin sea un bien colectivo. En ese sentido, el compañero Marco Cárdenas de la sección A – me comentaron – había donado carne de venado para preparar kanchacho. Y de igual modo, habían organizado una yunza carnavalera y una comelona con platos típicos en la casa del pepón Peralta. En ambas actividades recaudaron dinero ¿Cuánto? No lo supe sino hasta días antes del aniversario del colegio que es el 7 de junio cuando se hizo las rendiciones de cuenta.
Mientras todo eso ocurría, ¿dónde estábamos y en qué andábamos los del B?
De camino a cualquier parte uno se encuentra con todo, y con todos. Apenas cruzando la Avenida Perú con Mariano Melgar me topé con Raúl Haqquehua que es mi compañero de salón, conocido como el guardián de zoológico por la seriedad en su rostro. Él junto a Julio Rojas habían asistido a la última reunión llevado a cabo en el parque. Le pregunté qué acordaron y qué dijeron.
- Que tiramos para atrás…
Así contestó Raúl con su particular forma de decir las cosas. Por momentos se oyó como una broma. No era broma. Era el pensamiento al menos unos cuantos compañeros de las otras secciones. Tienen todo el derecho de pensar de ese modo, me dije hacia mis adentros. Sin embargo, no me sorprendió la expresión vertida en contra de nuestro salón, tampoco quise refutarlo a mi compañero, porque ese mismo pensamiento en una cuenta personal de facebook de un compañero de la sección A estaba escrita: “Los de la B siempre tiran para atrás”. Así, textualmente. A priori pensé que era un acto discriminatorio y ofensivo. ¿Siempre paran atrás? ¿A nosotros que somos chorrillanos nos dicen que tiramos para atrás? Antes de sacar aparentes conclusiones le di viada a una mera expresión, un mero juego de palabras que no dice lo que die. Pero al mismo tiempo de manera inconsciente comencé a analizarla. “A lo mejor quiso decir que no ponemos voluntad”, era mejor pensar de ese modo para no atiborrar a las venas con más sangre amarga.
- ¿Y para ti qué significa, Raúl?
- ¿No lo entiendes?
Asentí la cabeza en señal de una negativa.
Significa que somos de mala leche, que no apoyamos y que posiblemente también quiera decir que somos resentidos y que deseamos que el proyecto no prospere.
- ¿Todo eso representa para ti?
- ¡Ajá!
- No te voy a preguntar quién lo dijo, porque imagino quien fue… lo que no sabe es que nosotros tenemos historia y estamos juntos, y en algún momento va tener que acordarse de lo que habló y escribió– le dije a Raúl quien todavía no sacudía su perplejidad.
- ¿Qué hacemos?
- Hechos, no palabras… por lo pronto, tenemos que juntarnos, y lo más antes posible.
- Tú tienes los contactos de todos los patas del salón… me dijo –. Llámalos, y convoca a una reunión urgente.
- Eso haré. Esta noche en la chanchería.
- ¿A qué hora? – me preguntó.
- Tú dirás…
- A las 8:00pm, pero que sea en punto.
- Ok.
- Nos vemos…
Algunos seres humanos se suavizan frente a un desafío, yo que me conozco una parte del mundo frente a los retos soy fiero. Digan lo que digan soy Raymundo, soy chorrillano como todos mis compañeros. En lo personal, hace mucho que no tenía oportunidad de hacer algo interesante de manera grupal. Los compañeros de las otras secciones tuvieron una buena iniciativa, pondero la voluntad y las ganas de Cesar Quispe, Martín, Chero, Pio, Micho, etc. En esas condiciones era mejor subirse al colectivo que llevaba pocos pasajeros.
La historia asegura que nuestra sección tenía la fórmula para lograr objetivos grupales: compromiso y trabajo. Sino pregunte a la vieja memoria el por qué la promoción chorrillos. Aunque ya muchos saben la razón, puedo asegurar que en su memento nos valió algunos agravios de parte de nuestros vecinos de salón. No ahondaré el tema en esta crónica, pero será materia para otra historia, posiblemente se detalle en el libro ABRAZAME OTRA VEZ…
Ni bien nos despedimos con Raúl, llamé a Julio Rojas para tratar temas puntuales relacionados a la sección que nos alberga de bellos recuerdos. Me contestó como siempre lo hace:
- ¡Oí…! ¿Qué novedades?
Más o menos a lo que se pudo, le dije el motivo de mi llamado y él me asegura que El Monumental está libre para lo que se quiera hacer… –y aclara-, todo gratis…
- Por lo pronto se quiere espacio para la reunión de esta noche –le digo y luego le confirmo la hora –, para a las ocho.
- No hay ningún inconveniente, oí –me dice, y después siguiere que llamemos a todos los integrantes del salón –. Cuanto antes…
- Entonces llamémoslo…
Permítanme decirles que todos amamos el teléfono por más que sea un elemento extraño. A muchos no nos gusta extendernos hablando y cosas por el estilo. Tratamos de ser breves cuando hay confianza. Si alguien te dio el número de su teléfono, lo más probable es que quiere mantener una amistad o algo más contigo, pero amigos son los amigos, casi siempre espera una llamada diferente, una llamada que alegre la mañana, la tarde, la noche, la semana o el año.
- Aló, pellejo… reunión urgente esta noche en la chanchería para acordar de qué manera lo integramos a la promo con las otras secciones.
Chanchería es un apelativo de índole amical que recibe El monumental de Leoncio Prado por ser propiedad de la familia de nuestro amigo de toda la vida Julio Rojas. Ocurre que siempre tuvo de apodo chancho. Con las disculpas pertinentes. Entenderán. Amigos son los amigos…
- ¿A qué hora?
- Ocho de la noche, avisa chita, yo aviso al tío venado… yo a Laurita de César… Chancho ya me llamó, también el Wachimán de animales. Manaco ya sabe, del mismo modo el Tilico. ¿Y qué hay del Zorro? ya le avisé inclusive al Pato y al burro, el perro, Pacolo, Tapón, y el payino de Ronal Ripa y a Nelson... Todos los que vivimos en Andahuaylas ya sabemos, así me contestó Qarachupa.
Después me di el tiempo necesario para avisar a Abelcha, Palta umaku, Agapito Silvera, al tombo de cholo Rojas, Shigueto, también al El che. Des la misma manera le mandamos mensajes de texto y Facebook al chancho Venegas, Pecas y al ñuti sinqa de Pavel Velasco Alvarado… también Antonio Huasco, Alvitez, y a la quince…
- Tito ya sabe en el cielo. Nos guiará… nos protegerá…
- Así será...
Ninguno de los que viven en Andahuaylas faltó a la cita. Las ocho de la noche de un día domingo 05 de abril empezó la historia. En principio, acordamos por unanimidad realizar un campeonato de futbol relámpago entre los ex alumnos del colegio JEM, y además tendríamos que preparar comida para recaudar fondos para la fiesta de gala del 7 de junio. A tal fin, nos organizamos en comisiones:
Comisión Deporte:
- Alex Menacho y
- Julio Rojas
Comisión cocina:
- Raúl Haccquehua
- Víctor Ibáñez
- Fredy Palomino
- Miguel Galindo
Comisión Caja:
- Alejandro Enciso
- César Zúñiga
- Benedicto Quispe.
Comisión logística:
- Heber Borda
- Julio Rojas
- Juvenal Reyes
Comisión Publicidad:
- Ronal Ripa
- Alejandro Enciso Altamirano.
La actividad se programó para el sábado 11 de abril en las instalaciones del Monumental Leoncio Prado, siempre con la idea de sumar y reforzar las actividades que venían realizando los compañeros de los otros salones.
- Yo y mi familia ponemos el trofeo de primer puesto – dice Heber Borda ni bien levantó la mano.
- ¡Bravo! Todos aplaudimos
Miguel Galindo no sé quedó atrás…
- Yo pondré el trofeo de segundo lugar…
- ¡Bravo! Todos aplaudimos
- Además de la cancha a disposición hasta las últimas consecuencias –dijo Julio –, habrá chelas para los ganadores, inclusive para el tercer puesto.
- ¡Bravo! Todos aplaudimos
Según pasaban los minutos, y la ronda de los vasos con cerveza se gastaban en cada vuelta, se aseguraba el campeonato relámpago de futbol inter promociones de los ex alumnos del colegio JEM. No cabía duda, empezamos a subir al colectivo que caminaba a ruedo lento con muchos vacantes en sus asientos.
Después tuvimos una segunda reunión para ultimar y ajustar detalles. En el mismo lugar y a la misma hora del día jueves 09 de abril. Esa misma noche aportamos cada uno un monto determinado para cumplir con el compromiso. Luego de analizar diferentes alternativas, por unanimidad se decidió preparar pollada. La idea siempre fue engrosar el cofre común que según imaginamos estaba por reventar después de dos actividades.
Seguro de tener con el apoyo de mi esposa, me comprometí preparar el ají llantay. Las responsabilidades estaban ya impartidas. No hizo falta recordárselos. El burro dijo que llevaría leña, en tanto el zorro se haría cargo del control en la mesa de control deportiva. De este modo, emprendimos el reto de hacer las cosas bien, como lo habíamos hecho hace 25 años cuando el esfuerzo y la voluntad nos llevó hasta Arica.
Sobre la base de que cada momento es único, esa noche empezamos a entender el verdadero valor del tiempo. Si no es ahora… ¿Cuándo disfrutaríamos la vida con los amigos de toda la vida? Sin pensar ni imaginar estaba gestándose momentos memorables para la gesta del I campeonato de La confraternidad espinocina.
Esa misma noche informamos todos los acuerdos a la comisión central que era dirigido por Martín Cuya y compañía. Firmamos el compromiso de reforzar el proyecto en un cuaderno de actas de modo improvisado. Luego, invocamos que colaboren con la compra de comida, después de todo, es para el cofre común.
- De acuerdo, nos dijeron.
Cuando hay un acuerdo hay confianza. Mandamos preparar 170 presas de pollo. Es decir, 170 platos a un valor de 10 soles. Mi señora y yo, nos levantamos muy temprano aquel sábado para cumplir lo asumido. Lo mismo hicieron los demás amigos.
Los invitados empezaron a llegar a la cancha desde horas tempranas. Y nosotros, ansiosos para empezar a jugar y vender… se completó once equipos. Pasado el medio día se dio el primer punta pies bajo al azul del cielo del 11 de abril.
Eran poco más de las 11:30am y apenas vendimos unos platos. Cesar, Benito y yo, nos mirábamos las caras un tanto extrañados por el poco compromiso de colaborar de parte de todos…
- Ya vendrán… y verás que nos comprarán. – dijo César.
- ¡Ojalá, Raúl! Ojalá! – le contestó entre risas y quejas el tío Benito.
La convocatoria tuvo el éxito impensado, en ese sentido el boca a boca y las redes sociales dieron resultado. Lo que no funcionaba era el negocio de la comida. Al final del día, la venta total no llegó a sumar 50 porciones. Un fracaso total. Entre todos nos miramos las caras, extrañados por el poco sentido de colaboración por los que hasta hace una semana atrás, acusaban que éramos los que asentaban frenos al entusiasmo. Generalizar es faltar respecto a las excepciones. Nuestros respetos a César Quispe, hombre de palabra y ganas de hacer las cosas bien.
Y ahora… ¿quién podrá ayudarnos?
No escuché la voz del Chapulín colorado, contestando el famoso ¡Yooo! En realidad, nadie lo escuchó. Ni modo, teníamos que repartir entre nosotros la comida sobrante. Comimos pollo hasta el hartazgo. La idea era recuperar el dinero de cualquier manera. El compromiso de cooperación no se cumplió.
En lo deportivo, ganamos el primer partido, también el segundo, y todo hacía prever que seríamos los ganadores del campeonato relámpago.
- Vamos a ganar – aseveró Heber Borda que hasta ese momento era el arquero revelación del torneo. En tanto Pellejo que es de los mejores jugadores de nuestra sección y de la generación de los 90, ya lo había dado por ganado el campeonato. Empezamos a soñar mucho más allá…
- La semana que viene organizaremos nosotros mismos un torneo largo, y el trofeo será, esta misma que vamos a ganar.
- Buena idea…
El trofeo donado por la Sra. Gloria Luna, esposa de nuestro compañero Heber Borda, era más grande que cualquier hombre espinocino. Después de un partido muy reñido el premio quedó en nuestras manos. Ganamos el campeonato.
La idea de continuar estas reuniones nuevamente empezó a tener forma y con letras mayúsculas. Avisamos a todos los participantes de lo que se quería hacer. Todos hicieron el voto sagrado de inscribir a sus equipos, a sus promociones. De este modo y casi de manera espontanea surgía El I campeonato de confraternidad espinocina el 17 de abril del 2015, año en que la promoción 1990 cumplía 25 años, bodas de plata de haber egresado de las aulas del colegio Juan Espinoza Medrano.
El concepto de confraternidad significa una relación de afecto y solidaridad entre un grupo de personas. También puede entenderse como el vínculo o conexión de parentesco que hay entre hermanos. En conclusión, confraternidad hace referencia a la amistad, compañerismo, camaradería y lealtad.
Con el nuevo elemento a nuestro favor que eran los ex alumnos participantes de esa jornada deportiva, la idea y el sueño de unos pocos se concretó. Muchos se habían dado cita al recinto deportivo con la intención de confraternizar con sus hermanos de colegio. Lo pasamos muy bien. Ese día, muchos se habían encontrado y reencontrado con sus compañeros de toda la vida, y nadie estuvo en contra de la propuesta, era unánime la voz para la continuidad. Nada faltaba. La cancha estaba disposición, y el trofeo que recientemente habíamos ganado también se puso en exhibición como parte del premio.
Ahora la pregunta del millón que los amigos de las otras secciones no quieren contestar ni dar a conocer es ¿qué hubiera pasado si el campeonato lo ganaba por ejemplo los amigos de la promoción 1988? El trofeo se lo llevaban ellos… y como ellos no estaban cumpliendo 25 años, lo más probable es que no se organizaba un campeonato largo y agotador.
Esa misma noche avisamos a nuestros amigos residentes en otras ciudades. Las buenas novedades lo tomaron a bien. El che Zamora se comprometió enviarnos un juego completo de camisetas la misma que llegó por la empresa Molina un día antes del sábado siguiente para lucir en la primera fecha una camiseta identificatorio de color azul y con una leyenda que decía promoción 1990-B JEM. La desventaja es que nuestro amigo El Che, envió 5 polos, sin trusas y sin medias. La voluntad siempre se tiene que agradecer.
En la segunda fecha, nuestro compañero Heber Borda, tuvo la gentileza de donar un conjunto completo de camisetas deportivas de color celeste, pantalones y medias de color negro. Esta vez con la leyenda que nos identifica, promoción chorrillos. En esa segunda fecha, ya entraban a la cancha varios equipos con sus respectivas camisetas. Y después, todos… y todos representaba a 23 equipos, todo un éxito en aquel primer campeonato de confraternidad.
La novedad espinocina traspasó todas las fronteras in imaginadas. El sueño de unos cuantos es una realidad, un deseo cumplido. Ahora nos sentimos agradecidos con todos los que lo hicieron posible. Los problemas que hubo durante el proceso del campeonato es cuestión secundaria. La promoción 1990 es uno solo por más que no se quiera entender, por más que unos cuantos quieran borrarlo del aBcdario. No más resentimiento. No hay competencia en ese sentido. Y si lo hay, es de unos cuantos, y esos cuantos mal informan con una prédica tendenciosa con fines personales. A nivel individual todo somos amigos. A nivel grupa sí, lo admito, tenemos inconvenientes. Pero, ¿Quiénes son los responsables? Tal vez los directivos o delegados de cada grupo que no tuvieron el tino ni la capacidad de conducir, de comunicar… no tuvieron la capacidad de entendimiento, y por ultimo carecieron de liderazgo.
Antes de poner punto final a esta historia, queremos agradecer infinitamente a la promoción 1991 por creer en esta locura y por hacerse cargo de la ardua tarea de continuar la propuesta de la Confraternidad espinociana y prometer con mejorar y superarlo… lo han cumplido, y ahora, la promoción 1992 tiene un doble reto, estamos seguro que lo mejoraran… Nosotros quedamos simplemente satisfechos al saber que esta herencia que es innegable, jamás morirá…
Enciso Altamirano

Poesía andina: Espíritu

Alejandro en Imágenes

éstas imagenes corresponden a mi actividades sociales y culurales realizadas en el años 2007.
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Pronombres del runa-simi

MODO AFIRMATIVO
singular
-Ñuq’a.. kani... yo soy
-Q’an... Kanki..tu eres
-Pay … kan … ella/el es
-Kay … kan … esto es (neutro)

plural
-Ñuq’ayku…Kaniku… Nosotros
-Q’ankuna…Kankichi..Ustedes
-Paykuna…. Kanku…. Ellos/ellas
-Kaykuna….Kkanku… Estos/tas

Importante:
* El pronombre ÑUQ’A termina en vocal, entonces se le agrega el sufijo YKU.
* Cuando los pronombres terminan en una consonante se le agrega el sufijo KUNA

MODO NEGATIVO
-Ñuq’a mana kani
-Q’an manan Kanki-chu
-Pay manan kan
-Kay manan kan-chu
-Ñuq’ayku manan Kaniku-chu
-Q’ankun manan Kankichi-chu
-Paykuna maman Kanku-chu
-Kaykuna manan Kanku-chu

Importante:
*Cuando el pronombre termina en consonante el modo negativo es MAMAN, MANA cuando termina en vocal, pero con algunas exepciones. Además al sustantivo se le agrega el sufijo CHU.

Algunos ejemplos
-q'an manan kanki-chu (tu no eres)
-q'an manan kanki q'elqaq-chu (no eres escritor)
-Ñuq’a kani ductur / q'ampiq runa
-ñuq'a manan kani q'ampiq-chu
-paykuna maman kanku ductur-kuna-chu

Manuel Macchiavello

Discurso en el Salon Dorado

Peru llaqta