martes, 30 de marzo de 2010

tres vientos

Tres vientos y más vientos
avisan el arribo en correntada
de su grandeza el nacional.
Y el imperio de los sueños,
mis sueños, despiertos los ven llegar,
sin clavos ni cadenas a quien atar
sino a la brutal ignorancia del gobierno,
su crueldad.

Tres vientos y más vientos.
Con las lluvias en la noche mi tortura
y en la madrugada del día que sucumbí,
voy contento en su espera.
Mientras que otros pieles quebrajados
como gusanos en arrastre
los ven partir sin esperanza...
Sin esperanza más que su muerte.

Tres vientos y más vientos.
En un fondo casi estrellado de la flor que yo amo
me valgo de su aliento.
¡Despierta! - Me dice.
Soy joven fortachón,
pero ésta corajina me censura frágil
por el mal gusto de su nombre:
Indigencia.

Tres vientos y más vientos.
Mal pagano maldito cruel.
Y más vientos.
Si yo soy el pecado,
pues serías tú la condena de mi risa en llanto
y de la sangre que derramé con mis hermanos
que hoy lloran su pobreza.

Sí, yo trabajo de Sol a Sol,
de punta a punta
y con el polvo de mi tierra
te doy vida maldita opulencia.
Por tu vida se gasta la mía.
Tres vientos y más vientos,
pero con el Sol de la madrugada anuncian la llegada.
Y espero su arribo en correntada,
de su grandeza;
el nacional.

sábado, 27 de marzo de 2010

Fragmentos de la novela "LA CONDENA DE LA INOCENCIA", Enciso Altamirano

EL PRIMER GRITO SE OYÓ cuando todos estaban durmiendo. A la mañana siguiente los soldados encontraron el cuerpo de Don Arturo detrás de un montón de piedras y sobre pencas de tuna cerca de la comunidad Mata-pukio.
–¿Cómo sucedió? –preguntó el uniformado.
–Le secaron de su casa a la media noche –dijo uno de los testigos en un español poco entendible–, después, le hicieron cruzar el río, y por el camino de herradura le llevaron al cerro desde donde le hicieron gritar su nombre y su condición de número uno en la lista de los que debieran morir.
¿También hay una lista? –Volvió a preguntar
Los campesinos no contestaron. En tanto, los soldados se miraron consternados los unos con los otros. No hacía falta hacer averiguaciones para determinar los responsables de tal masacre. Sendero Luminoso finalmente había llegado a la región con el argumento de combatir la injusticia y la pobreza contra los campesinos, con métodos crueles y sanguinarios.
– ¿Quiénes eran, carajo? –volvió a preguntar el uniformado mirando al cadáver que estaba bastante deteriorado.
–No lo sé –contestó el hombre–. Estaban encapuchados –dijo en runa-simi.
– ¡Cómo que no sabes, mierda! –le dijo, y no bastó el grito, porque continuó indagando–. Y, ¿qué más viste, qué mas sabes, cholo?
–Le chicotearon al capataz hasta que se muera.
– ¿Qué más?
–Se lo llevaron a otros maq’tas a punta de balas.
– ¿A quienes?
Traspiraba el testigo de nervios. Era la primera vez que los campesinos estaban siendo sometidos a un interrogatorio a punta de balas.
– Manuelcha, Aquicha, Raulcha, también a la pasña …–Rasgó su cabeza al no recordar el nombre de la joven campesina –sutinmi, sutinmi...
– Sutinmi, sutinmi, ¿Qué quiere decir sutinmi? ¿Acaso se llamaba sutinmi?
–No, papay capetan… sutinmi quiere decir: su nombre es –así intervino el otro comunero–. Eso quiere dicir…
– ¿Y qué es pasña?
– mojir.
– Muy bien, ahora cállate. No metas más tu mote a otra boca –dijo el uniformado, luego continúo–. ¿Cómo se llama esa chola, esa campesina, esa pasña? ¿Cómo se llama?
–Sirilacha –dijo finalmente el hombre.
– ¿Quien es Sirilacha?
–Es pues, hija de don Melchor y mama Octavila. Ellos viven allá en la pampa
Apuntó con los dedos hacía el valle, hacia la casa cuyos techos eran de paja y colindaba con la casa hacienda y el río–. Allacito no más viven…
– Y, ¿qué– tiene que ver la chola, esa chola con estos episodios?
En verdad, el hombre no era conciente de cómo estaba haciéndose entender. Su castellano era demasiado escaso. Si acaso el idioma de intercambio fuese el runa-simi no lo pensaría, sabría medir sus palabras y utilizarlas para expresarse correctamente. Era inconsciente de la intención de sus palabras. Jamás imaginó que serían malinterpretadas.
–Ella, pues le odiaba bastante al patrón –contestó ante la pregunta del uniformado.
– ¿Por qué?, tu sabes cholo, tu sabes, ¿por qué?... Canta, cholo. Canta, carajo o te tiro una bala en la cabeza –le dijo apuntándole con la ametralladora a la frente.
–¡No! –Gritó el warma Allwirtu – ¡Ama wañuchiychu, papayta ama wañuchiychu!
–Q’asillala , warma. No llores, no le van a matar. Solamente le están preguntando –le dijo el otro campesino sujetándole de las manos.
El hombre tragó las pocas salivas que le quedaban en la boca y contestó al soldado con miedo de que las amenazas se hagan realidad.
–El patrón, pues ha abusado de la inocente –dijo finalmente. Sudaba torrentes de agua por todo el cuerpo a pesar de las fuertes correntadas de viento.
– ¿Cómo sabes eso?… ¡Ah! ¿Cómo sabes?
–Ella mismita nos hizo saber, llorando –le dijo–. Todititos en el pueblo conocen su desgracia. El patrón abusaba de la Sirilacha cada vez que quería.
– ¿Y esa tal Sirilacha tenía esposo, novio o amante?
–Sí, Sixtucha se llamaba.
–Y ese, ¿en donde vive?
–Era vecino de la pasña. La casa de calamina es donde vivía
–¿Acaso ha muerto?
–Nadie más lo ha visto, desapareció hace de ocho meses…
–¿Donde vivía? ¿Quiénes son sus familiares?
El campesino de nuevo indicó con las manos, en ésta oportunidad hacia el estanque–. La segunda casita, esa que es de calamina–le dijo.
Entonces sin mas evidencias por reunir concluyó el uniformado: “esa es la terruca y ese tal Sixtucha es el cabecilla”. Después anotó en un cuaderno el nombre de los presuntos responsables de la muerte de don Arturo.
Por un instante el uniformando no dijo nada. Miró al cadáver en el suelo y también a los campesinos que le rodeaban. No hacía falta pensar, un soldado simplemente se limita a obedecer y proceder la mecánica militar. La misión era encontrar a todos los responsables. La guerra con Sendero Luminoso estaba declarada desde hace mucho tiempo.
Según las conclusiones generales de los altos mandos militares, el grupo guerrillero contaba con el apoyo total del campesinado. Para ellos, los que visten usutas y ponchos eran cómplices de Sendero Luminosos. El oficial al mando, también tenía los mismos pensamientos.
El destino inmediato de estos campesinos era incierto. Santos por pecadores es la ley del militar ignorante. Más de un aldeano presentía el destino, muchos morirían, y algunos irían a la prisión acusados de Terroristas y de traición a la patria.
–Entonces fueron ustedes… lo mataron ustedes –dijo finalmente el uniformado y le pegó un culatazo en la mandíbula, y éste, cayó al suelo groseramente–. Ahora se las verán conmigo –concluyó.
Más al costado, en el tumulto de gente el niño comenzó a llorar desgarradamente al ver cómo su padre se retorcía en el suelo.
–¡No llores Allwirtucha! –dijo el hombre protegiéndole en su pecho como tratando de impedir a que viera el castigo.
Sin poder hacer nada para ayudar, los demás campesinos miraron con impotencia. No había nada por hacer. Frente a la violencia de las armas no hay Dios con valía que pueda inervenir. Mudos y absortos observaron desangrarse en el suelo.
–¡Ay! –se quejó, y dijo que no quería morir…
Cuando la ignorancia habla no hay razón que valga.
–“Ñuq’ayku mana imatapas ruwanikuchu” –. Dijo finalmente uno de los campesinos en runa-simi. No había otra manera, se tenía que decir algo, aunque sea en vano, pero los soldados tenían que saber sus pensamientos, tenían que entender que ellos no eran los responsables de la masacre a don Arturo.
– ¿Qué es lo que me dijo? –preguntó el uniformado al soldado raso.
–Dice mi teniente que no hicieron nada.
–Somos el pueblo –continuó hablando el campesino–. Así como vienen ustedes también vienen los otros, ¿qué podemos hacer? ¿Hacerles la pelea? Con la metralla apuntando todos son valientes y hacen lo que quieren.
–Cholo insolente –le contestó el capitán ni bien recibió la interpretación.
–Segurito volverán esos guerrilleros, y cuando lo hagan también nos matarán. Nos acusaran de soplones como ustedes nos acusan de ser parte de ellos. Nosotros no somos terroristas ni guardias; somos campesinos y vivimos trabajando nuestras tierras y criando nuestros animalitos… No somos terroristas y no queremos la guerra, solamente queremos vivir en paz.
–¡Traigan a eso cholo, pero tráiganlo, rápido!
Dos soldados le agarraron de los brazos y de un sacudón le pusieron frente al oficial
–Tú hablas mucho –le dijo al tiempo que le golpeaba con un manotazo en la cara–. Tú, debes de ser el cabecilla, o al menos uno de ellos como lo son esa tal Sirilacha y el Sixtucha...

jueves, 4 de marzo de 2010

Ñankuna, la nueva novela de Enciso Altamirano (fragmentos)

Mi nombre es Apurimac, tengo diez años y soy de las sierras altas del Perú. Mi vida transcurre entre el campo y la ciudad; entre Kakiabamba y Andahuaylas. Según mi acta de nacimiento dice que soy de la ciudad, pero mis padres me aseguran que nací en el campo. En realidad esto no tiene mucha importancia, lo importante es que soy andahuaylino, Chanka como mis antepasados.
Muchos en el pueblo dicen que soy afortunado porque hablo dos idiomas, el runa-simi y el español. No ha sido fácil aprender el idioma que no es de mi cuna, en principio en la escuela algunos de mis compañeritos se me reían por mi forma de hablar el castellano, decían que hablaba mal. Moteroso es la palabra con el que se me burlaban. Al cabo de varios años, pues, ahora estoy mejor con mi español, ya no se me entreveran en la lengua las palabras, las pronuncio mucho mejor, bastante mejor. Según el profesor de mi salón de clase escribo y pronuncio muy bien. Y yo digo: a este paso seré escritor. Es mi deseo.
Mi familia se compone además de mis padres con mis dos hermanos: Timani y Ankasmayta. Timani es el mayor, tiene 17 años y ya terminó el colegio, quiere ser guardia, preferentemente republicano. En tanto, Antkasmayta este año hace quinto, está de promoción. Él siempre dice que su mayor deseo es ser médico. Tengo el presentimiento qué en mi familia habrá –como dice mi madre–: “ductur” y un policía.
En verdad yo soy muy afortunado de llevar la vida que llevo: disfruto intensamente del amor y el cariño de mis padres, mis hermanos y de mis vecinos de la comunidad.
Cada vez que hay vacaciones de la escuela mis hermanos y yo dejamos la ciudad, durante dos meses ayudamos a mis padres con los sembrados y las cosechas, también con la compra y venta de ganados que es la actividad principal de mi familia. Yo ayudo a la medida de mis posibilidades, valgan las verdades, por mi condición de niño, usualmente soy el brazo derecho de mi madre. Ella ya me enseñó a pelar la papa, a cocinar, también a barrer. Según mi madre, es lo básico que todo hombre debe saber para no ser dependientes de una mujer.
Lo que más adoro de vivir en el campo es el paray uku, que en español quiere decir tiempo de lluvia, con sus relámpagos o illapas me moviliza las ganas vestir a los cerros de verde natural. Sé que es gracioso, pero cada vez que llueve si quiero no voy a la chacra con los adultos, por ser el más pequeño algunas veces me dejan en casa. Esta bueno no hacer nada, pero pasar todo el día en casa es aburrido. No hay con qué divertirse, indudablemente prefiero trabajar mano a mano con los mas grandes.
Desde hace días que comencé a extrañar a mis amigos de la ciudad. Dos meses en el campo no es poco tiempo, me invade las ganas de volver al barrio en donde impera el descontrol y la algarabía de mi amigos. Los recuerdos que se me se presentan son imágenes nítidos y entrañables que van y vienen como luciérnagas en la noche. Siento que no podré evitar las convulsiones del recuerdo, me asalta con dulzura la posibilidad jugar al fútbol, de nadar en la piscina de Walalachi o de Q’uñiqpukio y de comer capulies y duraznos en Salinas. La ansiedad y la añoranza es posible dominar con tranquilidad.
Felizmente queda una sola chacra por cultivar. “Mañana puede ser el ultimo día” dijo mi padre. En fin, aunque llueva mañana estoy dispuesto a ir con los adultos, llevaré mi pequeña lampa que fue usado todavía por mi padre, Timani y por Ankasmayta. Está lampa es algo especial para mí, perteneció a mi abuelo Mauricio de quien no tengo muchos recuerdos.
Según Timani, mi abuelo era alto y blancón, también dijo me decía Wayq’ìy muruchukucha. No sé exactamente por qué me llamaba de tal forma, probablemente por el color de la gorra que tenía puesta. En tanto tenga en mi poder la lampa y vea a alguien con una gorra colorada lo recordaré con afecto, aunque el tiempo esté por olvidarlo.
Lo heredado no se desprecia, es lo que mi padre dijo cuando repudié la lampa por lo viejo que era. En realidad siempre fue buena herramienta, el problema fue que al no utilizarla el filo estaba oxidada. Tiene razón mi padre: a caballo regalado no se lo mira los dientes. Después de tanto lijar y raspar sirvió para quebrar cualquier terreno.
Hoy en día trabajo con la herramienta que fue de mi abuelo, la cuido como para que no se rompa el cabo encobado de palo. Es innegable que alguna vez me tocará heredar a alguien, tal vez a mi hijo. La lampa es símbolo de libertad y trabajo en mi familia, contribuye a nuestras vidas la dignidad. Un hombre sin trabajo no tiene libertad, menos dignidad. Ojalá nunca pierda ningún derecho aún cuando sea grande.
Así como sale el sol en la mañana también se va en la tarde. En realidad, nada se detiene. Ni los hombres, ni los animales, todos son pasajeros del tiempo.
Cuando llega la noche las sombras dan vida a los anónimos. La oscuridad es testigo hasta de lo que no se ve. En la comunidad en la que vivo no hay luz eléctrica, no hay diversiones inventadas por el modernismo absurdo. Habitualmente la gente se recoge temprano, pero algunos jóvenes cada tanto se reúnen en la pampita.
Sin embargo, me he preguntado a dónde Timani cada noche. En tanto mi padre no diga nada al respecto quien soy para cuestionarle, imagino que va donde sus amigos, donde Victurcha, Richakucha, Cirucha. Me puede más la curiosidad, como sea lo averiguaré. Le seguiré a donde vaya, si existe el infierno, al infierno iré también.
Después de la cena, como siempre acostumbra Timani salió hacia el corral, después silbó varias veces de una manera muy particular. No era una señal para los amigos, era diferente. En otras ocasiones ya le había escuchado esa forma de chiflar, era menudo, muy compleja y de larga duración, similar al canto de las calandrias, ruiseñor o el canario. El que nadie le contestara me causó aún más extrañeza, habitualmente alguien le responde ¿a quién le llama? Extraño, muy extraño. Hay pollo por cocinar en esta olla. No importa cómo, aunque me cueste jalones de oreja, me propuse descubrirlo, como sea.
También salimos Ankasmayta y yo a donde estaba Timani. La oscuridad era intensa y un viento ligero halagaba la tranquilidad de la noche en donde dominaba el silencio. En ese momento bajaron varias dudas por saber. Yo voy donde los amigos dijo Ankasmayta. Mientras que Timani dijo que en seguida le daba de alcance, antes tenía que hacer algo.
–¿Y tu, a donde vas? Me preguntaron.
–A ninguna parte, les dije.
–Todavía eres chibolito como para salir de noche. Quédate en casa, quédate con los viejos.
No le contesté a Timani. Era conciente de que sino tenía autorización de mis padres no era posible salir de noche. Disimulé con regresar a la casa y ellos caminaron juntos hasta el Zaguán y después se separaron. Timani tomó el camino que conduce a la quebrada, en tanto Ankasmayta fue hacia la pampita desde donde ya se escuchaba alborotos de algunos maq’tas del barrio.
No sé por qué, pero esa noche tuve adrenalina recorriendo todo mi cuerpo. Exactamente no sabía con qué iba a encontrarme. Sigiloso como un zorro perseguía a la presa que era mi hermano mayor. Por momentos me amilanaba alejarme tan lejos de casa. Tengo miedo a la oscuridad. El tema de los espíritus y las ánimas siempre me asustaron. Pedí a Dios que no se alejara demasiado. Es posible que haya sido un milagro o simplemente una coincidencia, pero al minuto siguiente Timani se detuvo apenas cruzando la casa del vecino donde vivían dos hermosas y encantadoras doncellas, luego saltó la pirca hacia el maizal desde donde silbó de nuevo como el canto de las calandrias, ruiseñor o el canario. Yo quedé del otro lado del maizal, en el camino, adosado hacia la pared prestando mis oídos finos. En la oscuridad de ver y no iba a ver nada, solo escuchar. Exactamente no sabía qué conseguiría con descubrir el secreto de mi hermano. Por momentos me consideraba el peor de los hermanos, un rufián, si acaso cabe la palabra, un chismoso. Claro, en realidad es lo que deseaba, contar o acusarle con mi padre.
Timani no esperó mucho tiempo, porque después de los silbidos se sintió abrirse con unos pasos ligeros por el maizal. Una cita, una reunión o un encuentro, llámese cómo quiera pero, mi hermano esperaba a alguien. La pregunta es ¿con quién? con Juliacha, Blancacha o con el padre de ellas. No habían otras alternativa, porque los maq`tas estaban en la pampita divirtiéndose alrededor de una fogata, se oía, se escuchaba las risotas por casi escandalosas de los jovenes.
De hecho, fue muy significativo la llegada de esa persona al maizal, Timani apenas se limitó a decirle que le estaba esperando impacientado, y cuando ese misterio habló pude advertir que era una mujer. “¡Pendejo mi hermno!” Es lo que pensé sorprendido no bien supe el por qué de sus salidas nocturnas, Timani estaba saliendo con la Juliacha que es hija mayor de don Emilio Chukimamani.
Don Emilio Chukimamani, es nuestro vecino más cercano. Además de Julia, tiene otras dos hijas: Blanca y Emilia. Casualmente ellas tienen las mismas edades que Timani, Ankasmayta y yo. Por tanto, no es descabellado que Timani tuviera amoríos con la Juliacha.
Se escucharon unas risitas de complicidad y diálogos picaros que eran propios de los adultos: Ya’pe... q’asillallaya juliacha, dijo él, y ella contestó: Ama, ama... yo no querer. ¡Cómo que ama! ¿acaso no quieres volver a estar conmigo?, q’anra, eso no más quieres de mi, dijo finalmente ella y no hablaron más, porque al siguiente instante ella empezó a emitir raros sonidos.
“Están haciendo papá-mamá”, es lo que pensé. Yo siempre pensé que el sexo prematrimonial es pecado, es malo. Entonces era mi obligación evitar que mi hermano viva en falta con Dios y los hombres. Debía hacer algo, nada mejor que echarles unas piedras. Fue un acto de inconciencia, no atiné que los iba a lastimar, no sé, tal vez romper la cabeza, el brazo o cualquier parte del cuerpo. Yo estaba convencido que ellos merecían más que de unas pedradas.
Después de aventarlos el proyectil corrí, me escapé por el mismo camino de regreso hasta mi casa. En el corral encontré a mi padre misionando. Me preguntó qué me sucedía, y yo, ingenuamente le dije lo que me pasaba. Le conté que Timani estaba dentro de los maizales con una chica, y cuando me preguntó qué están haciendo, no supe qué responder ¿cómo decir que Timani estaba teniendo sexo con una mujer cuando todavía en mi léxico no conocía esa palabra? Por primera vez supe lo difícil que es hablar de sexo, fue mucho mas difícil describir el gemido de una mujer. Lo más parecido a esos sonidos que había escuchado hasta entonces eran los gemidos de las mulas cuando cargan bultos cuesta arriba, sufren, pujan a más no poder. Caramba, que tontito, decir que Timani tenía sexo con una mujer. No lo dijo, pero lo quiso, estoy seguro que mi padre quiso decirme: ni modo que tenga relaciones sexuales con un animal, con un chanchito o una cabrita, ¡qué horror! ¡qué vergüenza la mía! Solamente acarició mi cabeza con sus enormes manos de modo afectivo, luego me tomó del hombro y me dijo en runa-simi a la par que me llevaba al interior de la casa: Cuando seas grande también tu querrás estar con una mujer.
–Yo nunca –le contesté.
–Lo que has visto no le digas a tu madre, será un secreto de los dos, ¿está bien? Me dijo mi padre en un tono suave, yo ya no le contesté, solamente asentí la cabeza de arriba hacía abajo. Y después me entré a la cama que ya estaba hecha sobre unos pellejos en el suelo. Y a continuación me acordé de lo sucedido, me salían risitas maliciosas por el simple hecho de imaginar a Timani desesperado poniéndose los pantalones para escapar, pero al mismo tiempo las dudas a ser descubierto como cantaros de agua inundaron a mi interior.
¿Qué habrá pasado con Timani después de la pedrada? No lo sabré, al menos por esta noche, a lo mejor más adelante, cuando seamos adultos y recordemos travesuras de antaño, entonces le diré que fui yo, será divertido. Sólo espero que no se haya dado cuanta, porque si me descubrió, las porras es lo mínimo que debo de soportar.
En el nombre del padre, del hijo y del espíritu santo, ya no recordé nada, me quedé dormido pensando y escuchando las carcajadas de los chicos que desde la pampita no dejaban de dormir.

Poesía andina: Espíritu

Alejandro en Imágenes

éstas imagenes corresponden a mi actividades sociales y culurales realizadas en el años 2007.
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Pronombres del runa-simi

MODO AFIRMATIVO
singular
-Ñuq’a.. kani... yo soy
-Q’an... Kanki..tu eres
-Pay … kan … ella/el es
-Kay … kan … esto es (neutro)

plural
-Ñuq’ayku…Kaniku… Nosotros
-Q’ankuna…Kankichi..Ustedes
-Paykuna…. Kanku…. Ellos/ellas
-Kaykuna….Kkanku… Estos/tas

Importante:
* El pronombre ÑUQ’A termina en vocal, entonces se le agrega el sufijo YKU.
* Cuando los pronombres terminan en una consonante se le agrega el sufijo KUNA

MODO NEGATIVO
-Ñuq’a mana kani
-Q’an manan Kanki-chu
-Pay manan kan
-Kay manan kan-chu
-Ñuq’ayku manan Kaniku-chu
-Q’ankun manan Kankichi-chu
-Paykuna maman Kanku-chu
-Kaykuna manan Kanku-chu

Importante:
*Cuando el pronombre termina en consonante el modo negativo es MAMAN, MANA cuando termina en vocal, pero con algunas exepciones. Además al sustantivo se le agrega el sufijo CHU.

Algunos ejemplos
-q'an manan kanki-chu (tu no eres)
-q'an manan kanki q'elqaq-chu (no eres escritor)
-Ñuq’a kani ductur / q'ampiq runa
-ñuq'a manan kani q'ampiq-chu
-paykuna maman kanku ductur-kuna-chu

Manuel Macchiavello

Discurso en el Salon Dorado

Peru llaqta