martes, 4 de agosto de 2009

Secretos de una madre.

“Fui al consulado de Bolivia, y me mandó aquí para poder si puedo conseguir el teléfono de una persona” mas o menos así empieza el dialogo. De hecho el hombre tenía una historia bastante triste. Seguramente a muchos no les será ajena ni indiferente.

Quisiera poder suavizar las penas de los otros y olvidar las mías. Eso pensé cuando el viejo me contó el fallecimiento de una clienta. Él, fácil por alcanzar las siete décadas, y ella, si mal no recuerdo, también llevaba la sombra en sus pies de los años de la evidenciaban carcamal.

“Joven, recríen tu quince años, yo llevo 35 en la argentina”. Eso me dijo alguna vez la señora cuando vino a depositar dinero a su hijo. Cual es la diferencia, con más o menos tiempo de estadía los dos somos extranjeros, le contesté.

Ahora comprendo que si había una diferencia. Ella tenía una historia que guardar y yo, una para contar.

Era de no creer, todavía en mi cabeza rondaba la imagen de aquel rostro de piel quemada, cabellos algo ondulados y estatura lo justo normal. Lo concreto es que nunca más volveré a verla, escucharla, y lo peor aprender de su Potosí natal.

En verdad no tuve dudas. El viejo no tenía motivos para mentirme. No había razón. Mas bien mi duda era lógica, por qué a mí me cuenta semejante noticia? Desde luego la cuestión no le cuestioné, preferí preguntar lo que normalmente se pregunta.

– ¿Qué le pasó? ¿y cuando sucedió todo eso? –inquirí un tanto consternado ante la novedad no tan grata.
–Hace dos semanas –dijo el viejo todavía con acento de indignación e impotencia –. Le empujaron a las rieles del tren, en Quilmes. Todo por una cartera.

¿Será posible que la vida valga una cartera? Me pregunté. En tiempos violentos como ésta, sí. Entonces mi vida también no vale nada en el concepto de la inconciencia. Amanecer respirando y anochecer en tu lecho es el milagro del día. No lo olvides. Me dije.

– ¿Y tú, estabas con ella en el momento que sucedió? –volví a preguntarle.
–No –me dijo–. Supe luego de dos días. Después de haberla buscado por todos lados el cuerpo sin vida estaba en la morgue policial. Quise morirme. –Me quitaron mi vida. Me arruinaron. Ahora, ya no tengo a nadie en el mundo –dijo el viejo apoyándose en el mostrador.

Quería llorar…

Del otro lado de la ventanilla yo sentía su dolor, sus penas y sus impotencias de no poder hacer nada ante el destino. Sencillamente no sé qué hacer para que no llore. Pobre anciano. Su mal no tiene remedio más que esperar el día de su muerte. Con ella, según él, se fue la razón de su vida.

Hubiera querido tener el valor para decirle que “todo mal tiene remedio, hasta lo que no lo tiene, no hay por qué afligirse”. “Llora si acaso puedes, llora si acaso no quieres el desprecio de los demás, llora, que el llorar no es de cobardes, no permitas que la vergüenza te ahogue con tus penas”. “No seas viejo orgulloso y dime tu dolor si es de verdad, convénceme, pero llorando”.

Perdonen mi sensibilidad. Ésta nota, tal vez no lo crean, estoy escribiéndolo con en lágrimas en el corazón, mucho más cuando recuerdo los motivos que le llevaron hacía mí.

–Ella siempre me hablaba de ti. Resaltaba tu generosidad.

En verdad, como nunca antes en aquel momento preferí estar callado. No le dije nada. Por algún motivo ella le hablaba de mí. Tal vez, yo era el único que le podía decir la verdad aún sin saber nada de ellos.

–Necesito comunicarle a su hijo lo que sucedió. Ella siempre le mandaba giros a Ecuador.

¿Ecuador? Fue mi asombro, Pero si ella es boliviana y su hijo vive en Potosí. ¿Cómo es eso?

–Llevamos 15 años juntos, y ella nunca quiso que el hijo se entere la relación que teníamos, en ese sentido era reservada, cuidadosa –dijo–. Ahora que ella ya no está entre nosotros, el hijo tiene que saber el fallecimiento de su madre. Tanto él como yo, hemos perdido un ser amado. Él a su madre y yo a la mujer que amaba, pero no tengo forma de comunicarlo…

Fue cuando comprendí todo. El hombre es para la mujer un medio, el fin es siempre el hijo. Ella amó a otro hombre en la distancia con miedo de que el hijo se entere, pero nunca olvidó la responsabilidad de madre. Siempre estuvo presente con algunos pesos para su bolsillo. Qué ingrato es la vida, también los seres queridos. ¿Cuando el hombre comprenderá que en la tercera edad también se puede amar? Si acaso estas en arriba mi amiga, pues cometiste el error de ocultar tu amor por don Sebastián. Tu hijo debió saberlo para que tú seas feliz. Ahora comprendo tu honda tristeza cada vez que lo mencionabas. Dégame, qué hago señora mía. Ya no estas en la posición de oponerte. Creo que haré lo correcto, por tu bien, también por el de ellos.

Juro que varias veces lo pensé antes de entrar a la base de datos. Es probable que haya violando el secreto de información que cada cliente guarda en la empresa. No pude cómo negarle el número de teléfono. El viejo me mostró el DNI de la difunta, por cierto, el mismo DNI que ella me daba para copiar su tan raro apellido de origen escandinavo. Dios mío, perdóname. Anoté en un papel y se lo di con el código de país y ciudad incluida.

-Aquí tiene, señor –le dije, luego se lo entregue en manos.

El desenlace de esta historia solo puedo imaginármelo. Pobre muchacho, enterarse de pronto que se ha quedado huérfano, y no tener la oportunidad ni los recursos para ver el cuerpo de su amada madre. A diferencia de él, yo lloré en silencio al escuchar en el viento del este los gritos de su alma.

Y después de todo me pregunto. ¿Vale la pena estar alejado de los seres queridos, de la tierra y de los recuerdos más puros? No lo sé. Lo único que puedo decir con certeza es que no dejare cuantas pendientes en mi vida. Haré de toda despedida una alegría. De cada encuentro una fiesta, de una llamada telefónica un milagro, y de cada momento una oportunidad para ser feliz, y si yo no puedo ser feliz, haré que otros sean felices.

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Poesía andina: Espíritu

Alejandro en Imágenes

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Pronombres del runa-simi

MODO AFIRMATIVO
singular
-Ñuq’a.. kani... yo soy
-Q’an... Kanki..tu eres
-Pay … kan … ella/el es
-Kay … kan … esto es (neutro)

plural
-Ñuq’ayku…Kaniku… Nosotros
-Q’ankuna…Kankichi..Ustedes
-Paykuna…. Kanku…. Ellos/ellas
-Kaykuna….Kkanku… Estos/tas

Importante:
* El pronombre ÑUQ’A termina en vocal, entonces se le agrega el sufijo YKU.
* Cuando los pronombres terminan en una consonante se le agrega el sufijo KUNA

MODO NEGATIVO
-Ñuq’a mana kani
-Q’an manan Kanki-chu
-Pay manan kan
-Kay manan kan-chu
-Ñuq’ayku manan Kaniku-chu
-Q’ankun manan Kankichi-chu
-Paykuna maman Kanku-chu
-Kaykuna manan Kanku-chu

Importante:
*Cuando el pronombre termina en consonante el modo negativo es MAMAN, MANA cuando termina en vocal, pero con algunas exepciones. Además al sustantivo se le agrega el sufijo CHU.

Algunos ejemplos
-q'an manan kanki-chu (tu no eres)
-q'an manan kanki q'elqaq-chu (no eres escritor)
-Ñuq’a kani ductur / q'ampiq runa
-ñuq'a manan kani q'ampiq-chu
-paykuna maman kanku ductur-kuna-chu

Manuel Macchiavello

Discurso en el Salon Dorado

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